Con el silencio que nos brindaba la casa vacía, miré fijo a Alex. Su mirada era extraña, no lo veía enojado, tampoco triste, más bien lo notaba decepcionado, quizá de sí mismo. Ninguno dijo nada, solo lo observé por largos instantes y luego me serví un poco más de cerveza, traté de que la espuma no fuera demasiada y le ofrecí un poco más para él, la cual bebió rápidamente, casi de un trago desesperado.
Lo notaba muy nervioso.
—¿Qué pasó? —pregunté con sorpresa.
Alex me miró en silencio con sus ojos verde claro, tenía una mirada algo dura pero preocupada, sus labios apretados y sus pecas en la nariz y mejillas resaltaban ante su cabello suelto de forma algo desprolija, algo raro en él que solía cuidarlo tanto.
—Primero que todo, ¿qué tal te está yendo con esta chica, Emily? —dijo y corrió la mirada.
—No me cambies de tema —escupí, pero luego suspiré y agregué—: Y me está yendo bien.
Me miró fijo y luego comenzó a reírse. Apagó su cigarrillo en el cenicero casi sin haberlo fumado y bebió un largo trago de cerveza, yo lo acompañé con eso. No dijo nada, parecía dudoso de hablarme, de contarme sus dudas o problemas. Tragué en seco por eso, sentí que yo no era de confianza o que incluso no era tan amigo como yo creía.
—¿No confías en mí? —pregunté.
—¿Qué clase de pregunta estúpida es esa? Claro que confío en ti, conoces a mi hijo, ¿no es suficiente prueba?
—¿Intentaste llamar a Isaac...? —dije en voz baja y él levantó la vista para verme.
—¿Christine te habló de Isaac?
—Lo hizo.
—No llamé a Isaac, te llamé a ti, imbécil. Si quisiera hablar con Isaac lo habría llamado por teléfono y ya, pero quería hablar contigo.
No dije nada, solo suspiré y bebí un trago de cerveza para después poder fumar un poco. Sabía en realidad que Isaac era su mejor amigo, nosotros apenas si cumpliríamos el año de conocernos y mucho menos tiempo desde que éramos amigos, claramente necesitaba en realidad a su mejor amigo, no a mí. En momentos así nadie necesita a un amigo random, uno del montón. Uno necesita a su mejor amigo. Sin embargo, haría lo mejor que pudiera para ayudarle, porque Alex se había ganado no solo mi confianza, sino también mi cariño.
—Está embarazada —dijo de repente y no pude evitar controlar mis expresiones faciales—. Lilah, la chica del pub al que fuimos aquella noche, la de pelo azul.
—¡¿Cómo que está embarazada?! —chillé.
—¡Está embarazada! ¿Qué quieres que diga? La cagué, la cagué ¡y bien feo! —dijo y echó su cabeza hacia atrás para apoyarlo en el respaldo de la silla, dejando ir un largo suspiro—. No sé qué carajo hacer, mi trabajo en el pub paga bien pero lo suficiente para mantenerme a mí y a Bobby, tengo que cambiar de trabajo para poder mantener otro bebé y no tengo estudios universitarios, no sirvo para nada, soy estúpido y...
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Pequeños sorbos de té
RomanceÉl la conoció. La odió. Se volvió su amigo. La unió con su mejor amigo. La amó. Y se arrepintió de haberlos unido...