Capítulo Nº 6 | parte 2

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No mentiré diciendo que no me incomodaba ver los jugueteos de Ash y mamá, especialmente cuando se hacían comentarios tan sexuales en frente de mí, pero mentiría si dijera que no estaba bastante acostumbrado a ello. Eran muy cariñosos entre sí y a veces, incluso, Ash solía venir a visitarla a casa para tomar té con ella. Era muy esporádico eso debido al trabajo de ambos, y al hecho de que Ash tenía novia y debía pasar su poco tiempo con ella.

De repente, él clavó en mí sus ojos oscuros, se acercó con lentitud y apoyó su pesada mano en mi hombro, me miró fijo, con seriedad de esa forma tan intimidante que lo caracterizaba, pero que en mí no producía ningún efecto, y entonces dijo:

—Me enteré lo de mi prima.

Parpadeé rápidamente y giré con una mirada de completo lunático hacia mamá.

—¡Mamá! —me quejé con fastidio pero ella comenzó a reírse al señalar a Ivana—. ¡Ivy!

—Ay, lo siento, muñequito, pero evité tu asesinato al confesarlo.

—¿Así que es cierto? —dijo Ash con su ronca voz—. ¿Mi primita está saliendo con un imbécil tóxico?

—Lamentablemente sí —escupí con asco.

—¿Sabes dónde vive? —preguntó con seriedad.

—¡Ashley Morrison Kent! —gritó Ivana—. ¡Eres un marine! Compórtate como tal.

—Justamente por eso me comportaré como tal y le bajaré todos los putos dientes de un puñetazo.

—Yo no te enseñé eso —se quejó su madre al amenazarlo con su dedo.

—No, me lo enseñó el ejército —bromeó él y se alejó de ella entre risas cuando quiso darle un manotazo para corregirlo—. ¡Pues díselo a tus otros hijos también! No soy el único que lo está pensando.

—Mi Luke no haría eso.

—Ah, Luke es un maricón, él no cuenta como hombre.

—¡Ninguno de mis bebés haría eso! —se quejó Ivana al amenazarlo con sus dedos.

—¡Lo siento, mamá! —gritó Chris desde el comedor—. ¡Te hemos decepcionado!

—¡Porque lo mataremos! —agregó John con una risa.

—¡Uno de ustedes, niños malcriados, intenta atacar a ese niño, y los castigaré de por vida! —chilló ella.

—Vivimos solos, no tienes poder sobre nosotros —dijo Ash con una sonrisa triunfante, a lo que Chris, quien se asomó desde la puerta le enseñó los pulgares en modo de aprobación.

—Oigan, no es justo, yo sigo viviendo aquí —se quejó John con el ceño fruncido. Sus ojos azules resaltaban en su piel trigueña, era el único de los Morrison que había obtenido lo mejor de sus padres.

—¿Qué dijiste, Ashley?

Ivana, de repente, cambió por completo su semblante. Su ceño se frunció y le dirigió a sus hijos esa típica mirada de madre. Esa que te dice que valiste verga.

—¡No, no, no! Es broma, má, es broma —se atajó Ash con sus manos levantadas en forma de rendición.

—Más te vale —escupió Ivy—. Treinta años y sigues comportándote como un niño, qué vergüenza.

Mi teléfono comenzó a sonar interrumpiendo el momento familiar tan intenso, rebusqué en mi saco para poder tomarlo con la fuerte mirada de los Morrison posada en mí, con curiosidad y algo de reproche. Era una llamada de Alex. Le atendí enseguida para que no hiciera veinte llamadas más como le hacía a su hermana, me avisó que estaban en la puerta de casa y, como no sabían cuál de las dos casas vecinas era la de Eric, me pidieron que saliera a buscarlos.

Pequeños sorbos de téDonde viven las historias. Descúbrelo ahora