Me desperté por el molesto sonido de mi celular que no paraba de sonar y, además, al mirarlo noté que se estaba quedando sin batería. Maldije por lo bajo mientras me refregaba los ojos, me dolía la cabeza, sentí que explotaría en cualquier momento, por lo cual me quedé ahí recostado mirando el techo blanco.
Era extraño, podía recordar bien todo lo que había sucedido en la noche, podía recordar la pelea de Ian, las palabras de Becky, el beso con Christine e incluso sus palabras antes de que entrara a bañarse. Sin embargo, sentía todo aquello tan lejano, tan ajeno, como si yo solo hubiese sido un espectador y no el protagonista de los hechos. Como si mi mente, aún dolido, quisiera negar que todo aquello pasó. Pero yo sabía que había pasado, que Becky me odiaba, que Ian me detestaba y que, probablemente, hasta Christine había comenzado a odiarme.
Me senté y busqué a Alex allí en su cama pero no estaba, su cama estaba perfectamente armada como si ni siquiera hubiese pasado la noche así, lo cual era extraño porque nos acostamos al mismo tiempo a dormir. Lo vi recostarse y juguetear con su teléfono celular por un rato, mientras conversábamos hasta quedarnos dormidos.
Con cuidado –porque aún me sentía bastante mareado– me levanté de la cama que había preparado Alex para mí y salí de esa habitación impecable. Me sorprendió eso, que todo estuviera en perfecto orden, que la habitación roja y blanca de Alex se viera como la habitación de mi madre. Me pregunté si la habitación de Christine se vería igual de impecable, pero al recordarla arrojar la ropa al suelo di por hecho que sería lo opuesto a su hermano.
Me coloqué, entonces, el pantalón para poder ir en busca de los gemelos, supuse que estarían en la cocina debido a que ya era mediodía y, seguramente, Alex estaría preparando algo para comer. Sin embargo, al salir, mientras revisaba mis notificaciones, vi a Christine allí en el living con una taza de té en las manos, estaba sentada con los pies sobre el sillón y en esa posición podía ver a la perfección su ropa interior amarilla –porque solo llevaba puesta una camiseta que tenía la apariencia de pertenecer a Alex–. Estaba con la mirada baja, parecía mirar el contenido de su taza con tristeza.
—¿Chrissy?
Me acerqué a ella, quien levantó enseguida la mirada y cambió por completo su semblante, me dedicó una sonrisa alegre.
—Ey, ¿cómo amaneciste?
—Un poco mareado pero bien, ¿qué tal tú?
—Alex tenía que hacer algo importante así que el almuerzo corre por nuestro lado, más tarde vendrá. ¿Qué quieres almorzar?
Por alguna razón que no lograba comprender, ella no me estaba mirando. Corrió enseguida su mirada para concentrarse en su taza de té, sin mirarme. Pensé que quizá estaba avergonzada por lo de anoche, por haberme ayudado al fingir ser mi chica o incluso por casi besarme en el sillón. Entonces decidí acercarme para poder colocarme en cuclillas frente a ella y verla bien a los ojos, quería demostrarle que todo estaba bien, que yo estaba bien y que no me molestaba en lo absoluto.
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Pequeños sorbos de té
RomanceÉl la conoció. La odió. Se volvió su amigo. La unió con su mejor amigo. La amó. Y se arrepintió de haberlos unido...