Capítulo Nº 9

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Habían pasado unos días desde mi cumpleaños así que estábamos casi en fines de febrero. Tuve mucho trabajo esos días y, debido a que me hastiaba mucho las quejas y regaños de mi jefe, estaba pensando muy seriamente en renunciar. Sin embargo necesitaba el dinero, necesitaba trabajar y aportar en casa para que mamá no se encargara de todo ella sola, además de que necesitaba seguir juntando dinero para mi cafetería aunque tardara diez años.

Esos siguientes días luego de mi cumpleaños fueron bastante raros, ver a Christine me incomodaba muchísimo, pero poco a poco comencé a relajarme más en su presencia gracias a su ayuda, ella actuaba con tanta normalidad que terminó por contagiármela a mí. Así que luego de habernos acostado en mi cumpleaños –lo cual me encantó pero también me llenaba de culpa– pensé que todo entre nosotros se destrozaría, pero no fue así. Era como si solo hubiese fortalecido nuestra relación. Bromeábamos más que antes, nos aconsejábamos mutuamente sobre diversas cosas, ella especialmente me aconsejaba sobre el sexo, y no teníamos un tema límite para hablar.

Chrissy, poco a poco, se volvía una pieza muy importante en mi vida.

Jean vino de visita al siguiente día, pero debido a que teníamos una muy fuerte resaca dejamos el desafío de basquetbol para otro día. Así que cuando llegó ese momento, Jean y yo competimos allí en mi jardín para encestar en mi aro que se ubicaba sobre la puerta del garaje –mi habitación–. Tuvimos a Eric como juez, quien se reía al vernos jugar basquetbol y arrebatarnos el balón en medio de peleas e insultos.

Jean encestó cinco veces al aro y yo igual, y me sorprendió ver que había mejorado muchísimo en esos años, me hizo sentir que yo no había mejorado en nada. Sabía que yo era realmente bueno en el basquetbol, pero debía admitir que ella probablemente me igualaba en habilidad.

Llegamos a encestar veinte veces cada uno y, aunque quisimos seguir compitiendo, Eric se cansó de nuestro desafío y terminó por dejarlo en empate.

—Bueno, si empatamos entonces haremos lo mismo —dijo Jean, algo jadeante por jugar—. ¿Qué quieres hacer?

—Pensaba pedirte que corras desnuda por el barrio —dije con una sonrisa torcida que la hizo reír—, pero conociéndote seguro lo harías sin problemas.

—Yo pensaba pedirte que te desvistieras para mí en un sexy striptease, quería ver tu orgullo —dijo con una risotada al lanzarme uno de esos golpes tan dolorosos al hombro—. No estamos muy lejanos en ideas.

—Corran los dos en ropa interior por el barrio y ya —se quejó Eric con un chasquido de lengua—. Hace frío, ¿puedo irme ya? Por Dios, no puede ser que se comporten como niños.

—Oh, no, hace frío, no pienso desvestirme y correr por la ciudad —me quejé.

—¡Claro que sí! En ropa interior, ¿eh? Me tocará imaginar tu pito.

Pequeños sorbos de téDonde viven las historias. Descúbrelo ahora