Tragué saliva y comencé a sentir mucha angustia al verlos. No estaba seguro de si Becky sabía que yo estaba ahí, pero Ian sí lo sabía, disfrutaba de tocar a Becky ahí frente a mí, era casi como si estuviera refregándome en el rostro que él la tenía y yo no. La abrazaba del cuello y lentamente bajó su mano para tocarle un pecho sin dejar de mirarme, mientras que ella le besaba el cuello con deseo. Quise levantarme para destrozarle el rostro a puñetazos, pero Christine me mantenía quieto.
—Escúchame, sé lo que se siente, ¿está bien? —dijo ella.
—No, no lo sabes —escupí con odio.
—Sí, sí lo sé. Nate me hizo lo mismo y terminé ebria en tu casa, ¿lo recuerdas?
Agaché la mirada, comencé a sentirme realmente mal, comencé a sentir una mezcla de angustia y odio que me estaba matado. Quería irme de allí, porque si me quedaba terminaría por ir a golpear a Ian y reclamar a Becky, aun sabiendo que eso era incorrecto y que quedaría como un maldito ridículo frente a todos en el pub.
—Sígueme el juego... —dijo Christine.
Levanté la mirada cuando ella me tomó del mentón para que la viera, pensaba pedirle que nos fuéramos al menos a otra parte del pub, quizá más cerca de Alex, y entonces me besó, sorprendiéndome por completo.
—¿Qué haces? —me quejé al hacerla a un lado y toqué mis labios para ver si me había pegado lápiz labial.
—Sigue el juego, idiota, ¿prefieres que te vean solo como una ostra? Hazle creer que la superaste, hazles creer que tienes mujeres con las cuales divertirte.
Me encogí de hombros y bajé la mirada, no me gustaba ese juego, no quería usar a Christine para hacerle creer a Becky que la había superado, pero ella tomó con suavidad mi mentón y me obligó a mirarla a los ojos miel de mirada seductora. Me besó con suavidad mientras acariciaba mis mejillas y, luego, comenzó a besarme con más pasión. Terminé por seguirle el juego y explorar su boca con mi lengua como aquella noche en mi casa, con sus manos que bajaban hacia mi cuello y luego terminaron por rodearme.
Debía admitir que besaba realmente bien, porque con poco conseguía aumentar el calor en mí.
—No te vayas a excitar con esto, ¿eh? —bromeó ella al alejarse un poco.
—¿Con qué, un beso? —dije con una ceja levantada—. ¿Qué me crees, un precoz?
Sin embargo, Christine se colocó a horcajadas sobre mí y eso sí me sorprendió por completo. Estaba abierta de piernas encima de mí, con su entrepierna pegada a la mía. Tragué saliva porque eso ya me era demasiado incómodo, y estaba seguro de que si Alex nos veía desde la barra buscaría golpearme.
En esa posición, ella siguió besándome con pasión y aunque estaba nervioso, terminé por responder a las provocaciones. Christine acariciaba mi pecho y yo acaricié su espalda hasta bajar por su cintura pero me detuve en sus caderas, sin embargo ella me tomó de las manos e hizo que le apretara el culo. Lo apreté con fuerza y sentí más deseo en mí, más calor. Era prácticamente un incendio.
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Pequeños sorbos de té
RomanceÉl la conoció. La odió. Se volvió su amigo. La unió con su mejor amigo. La amó. Y se arrepintió de haberlos unido...