Yo soy Alex (EN CORRECCIÓN)

Capítulo 4

A la mañana siguiente, recuerdo haber despertado con un dolor muy fuerte en mi rostro, el golpe había marcado solo una mínima parte del verdadero dolor que me consumía por dentro. No iba a defenderme, no me hubiese perdonado haber golpeado a mi padre, sería aún peor, aunque tal vez él esperaba que lo hiciera para ver si por lo menos tenía algo de "machito".

No quería ni siquiera salir de mi habitación, pero mi hermanito que entonces tenía tan solo once años, entró y se sentó junto a mí.

—Escuché todo ayer. Papá fue muy cruel contigo... Alex, tranquila, él no sabe lo que dice.

"Tranquila".

Él fue la primera persona en mi vida que se dirigió hacia mí como una chica. Al escucharlo los ojos se me inundaron de lágrimas y no supe qué contestarle, porque lo que para él era solo el cambio de una letra, para mí, era mi anhelo de todas las mañanas. Dani siempre ha sido un niño muy inteligente, comprensivo y cariñoso desde que era pequeño. Me impresionaba la madurez que un niño podía mostrar ante una situación como esa. Ni si quiera entendía bien lo que sucedía pero intentó comprender y eso me reconfortó.

—Vamos, papá ya se fue al trabajo, mamá ya está por irse también. Tengo hambre y no quiero comer solo —me dijo mientras me tomaba la mano para sacarme de mi océano e ir a desayunar con él.

No me quedó más remedio que levantar la cabeza y comenzar a asimilar lo que sería de mi vida después de la tarde anterior. Al llegar a la escuela, Alice me esperaba en la entrada como de costumbre.

—¿Qué pasó conti... ¡Dios santo, Alex!, ¿¡qué carajos te pasó!?

—Papá... papá lo sabe todo... —. Las lágrimas volvían a mis ojos y miraba hacia arriba para que no salieran. Había intentado cubrir el moretón con el maquillaje de mamá pero aún se notaba. Alice se acercó hacía mí y me tomó de las manos.

—Pero... ¿Cómo?, ¿quién le dijo?, ¿cómo se enteró?

—Discutimos y le conté todo...

No quería decirle la verdad a Alice porque sabía que estaba loca por Braulio, no quería romperle el corazón diciéndole que el chico que le gustaba era un idiota, y también me apenaba mucho contarle lo de los vestidores, así que decidí mentirle.

—No sabes lo mucho que lo siento —. Se aferró a mi espalda en aquellos abrazos que nos acompañaron a lo largo de nuestra amistad—. Pero es que tu padre es un salvaje ¡mira cómo te dejó la cara! ¿En qué estabas pensando cuando se lo dijiste?

—Bueno, al menos ya lo sabe y es un peso menos, ¿o no? ¿Qué más da? Ya lo sabe. Es mejor así... Me dolió más lo que me dijo que estos golpes de mierda que me dejó marcados.

—Pero, ¿qué te dijo exactamente?

—Me hizo mierda con suspalabras.