Capítulo 22 : Los cazadores de magos I

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Desde la declaración de libertad de Sirius a mediados de agosto, todo se había calmado en la vida de Harry, el padrino del niño que vivió fue al hospital mágico de San Mungo, donde se sometió a una terapia para sanar sus dolencias , tanto física como emocionales.

Aunque ahora, en la mansión del joven Potter, este preferiría lidiar con un supuesto padrino acecino, que con su amiga Daphne, esto debido a que durante las aproximadas dos a tres semanas, en que Harry estuvo concentrado en el tema de Sirius, desatendió un poco a sus amigos, estos le habían escrito para su cumpleaños, también le habían enviado regalos, a los que el muchacho no respondió.

-NI UNA CARTA, NI UNA SOLA CARTA, ¿SABES COMO ME SENTÍ HARRY JAMES POTTER?.

El aludido solo podía esconder la cabeza entre los hombros, tratando de dar una explicación coherente.

-Daphne, tienes que entender, estábamos resolviendo un tema muy delicado.

-QUE DELICADO NI QUE NADA, ¿NO SABES LO ASUSTADOS QUE ESTABA CUANDO VIMOS LOS TITULARES EN EL PROFETA?, A PESAR QUE NOS DIJISTE QUE NO CREYÉRAMOS NADA ME PREOCUPE, digo...nos preocupamos.-dijo en un tono un poco avergonzado, debido a que había sido muy autoreferente.

-Amiga, creo que tienes que ser un poco comprensiva con Harry, no todos los días organizas un plan para demostrar la inocencia del primer fugitivo de Azkaban, ¿no es así Neville?.-dijo Tracey de forma un tanto nerviosa.

-ehh, si , afirmativamente, Harry no lo hizo con mala intención, no deberíamos ser tan duros-respondió aún más nervioso por la ira de su amiga rubia de Slytherin.

-Y dime Harry, ¿cuan podremos ver a tu padrino?-dijo la castaña-rojisa a su amigo pelinegro, intentando cambiar un poco de tema.

-Podríamos ir hoy si queremos, durante todo lo que quede del verano estará con muchos cuidados, para tratar de componerse de la estancia en Azkaban, pero no hay problema con recibir visitar, de hecho le ayudan a sanar, estoy seguro de que les gustará conocerlos, ¿ no hay ningún problema con esto Remus ?-preguntó Harry al nuevo inquilino de la mansión Potter.

-Ninguno Harry, estoy seguro que Sirius se alegrará de conocer a tus amistades.-dijo alegremente el hombre lobo.

El adulto y los cuatro niños se dirigieron a la chimenea, tomaron un puñado de polvos flu cada uno y fueron a San Mungo.

El hospital estaba lleno de gente, que iba y venia, algunas personas llegaban con heridas muy graves, estos eran llevados a urgencias, otros venían a pedir hora para algún tratamiento no tan inmediato, algunos salían con bebes en sus brazos muy felices, mientras otros lloraban a algún familiar que acababa de irse, era increíble como la vida y la muerte convergían tan armoniosamente en el hospital.

Remus fue a la recepción, habló con una joven enfermera, unos instantes después, estaban yendo a ver al ex-prisionero de Azkaban, por lo visto a Sirius lo habían cambiado de habitación, pues ya no estaba tan grave como cuando llego, de detuvieron frente a la habitación 123, tocaron la puerta, una voz dentro les dio la instrucción de ingresar, abrieron la puerta viendo a un hombre acostado en una cama, este los miro, aunque aun seguía bastante flaco y pálido, ya no tenia el aspecto casi de cadáver de la primera vez que lo vieron.

-Lunático, cachorro, que bueno verlos.-dijo Sirius intentando levantarse.

-No te fuerces canuto, podrás verte mejor, pero no significa que lo estés totalmente.-dijo el hombre lobo dándole un abrazo.

Ese abrazo fue seguido por el de Harry, las ultimas semanas había podido conversar mucho con su padrino, conociéndose mejor, había podido conocer muchas historias de su padre y de los "merodeadores" , como les gustaba decirse a si mismos, al grupo formado por su padre, Remus y Sirius, bueno también habría que mencionar a Peter, pero como dijo bien Remus:

Harry Potter y su conquista del mundo mágicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora