Añoranza.

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De niño, en esa joven vida, sólo había amor y enojo perecedero.

Existía euforia por los juegos, fascinación por la música y asombro para todo.

Era solo una moneda, una de dos caras, todo era tan simple. Sin dados, barajas o ruletas de preocupaciones y problemas.

La tristeza que llegaba era gracias a un regaño y duraba solamente lo que durará el llanto.

De niño, en esa joven vida, imperaba la alegría.

El desconocimiento era inocencia, la ignorancia una caricia grata.

El cielo era una sábana, las estrellas se alcanzaban con ponerse de puntitas y la luna era de queso... O de menta para aquellas noches de verano.

También había caídas, existían las heridas. Los labios rotos y las rodillas raspadas.

Correr con el cabello alborotado y cantar a todo pulmón nuestras canciones favoritas.

Soñar todos los días, querer ser astronauta para estar cerca del cielo.
Soñar no requería estar dormido, no existía mal alguno que logrará traspasar nuestras cobijas y para sonreír no había que tener motivo.

Yo deseaba tener mi propia estrella, mi propia luna o un frasco lleno de nubes blancas.

Sin saberlo aquella estrella ya era mía, o yo era de ella. A veces andaba en mis bolsillos y otra veces era una chispa en mi mirada.

Estaba en mi sonrisa, en el timbre de mi voz y en mis manos cada vez que dibujaba sin vergüenza.

Aquella estrella ya era mía y en algún momento se ha dormido... Reposa tranquila en algún rincón de mi alma y se despierta de a momentos, lo hace cuando pierdo el miedo y dejó que su brillo fluya.

Dejarme llevar ante la brisa y las nubes cargadas.
Correr sin temor a nada, ser indiferente al tiempo y jugar a enterrar sus manecillas.

Porque de niño, en esa joven vida, el futuro se veía muy distante. El pasado no era tan lejano y las estrellas bajaban cada noche y velaban por mi sueño. Y lo hacían por el de todos.

Poemas De Un Mal Poeta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora