Capítulo 22 ☣ Uniendo las piezas

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—¿Qué sucedió anoche?

—No lo sé —respondió confundido.

—Te estábamos buscando, vine aquí porque recordé que era tu lugar... —hice una pausa intentando poner en orden mis recuerdos—. Te perdiste toda la tarde... no cenaste, te encontré aquí luego de la cena y... estabas tirado sobre el suelo. ¿Qué te pasó?

—Yo... algo me hirió cuando me colocaba las botas. Salí del agua y todo estaba bien, luego sentí que algo me pinchó. Mira —dijo extendiendo su brazo para mostrarme una pequeña herida igual que la mía—. Tuve sueños muy extraños.

—Yo también. Soñé con figuras... Con voces de niños. Había un pequeño niño llorando en posición fetal —noté que sus ojos se agrandaron como si le hubiera tomado por sorpresa lo que dije—. No estoy segura de que fuera tan sólo un sueño, sabes, se sintió muy real... ¿Y, si tal vez son recuerdos?

—Yo... me siento muy confundido.

Hubo un profundo silencio por varios segundos. Ambos estábamos inmersos en nuestros pensamientos intentando recordar detalles de lo que había ocurrido la noche anterior, e intentando descifrar algo importante sobre esos extraños sueños. No podía ser coincidencia que a ambos nos mordiera un insecto la misma noche y que tuviéramos sueños inexplicables tras perder la conciencia. De repente, algo vino a mi mente como un relámpago, y exclamé:

—¡Tú! ¡Tú eres ese niño! —lo observé tratando de unir las piezas—. ¡Eres tú!

—Sí... —dijo finalmente algo aturdido—. Yo... lo sé, creo que tuve el mismo sueño.

En ese momento escuchamos el sonido de las puertas abriéndose, un nuevo día estaba a punto de comenzar.

—Debemos cumplir con nuestro trabajo —dijo él.

—Sí, todos deben estar muy preocupados. Pero espera... —lo detuve sujetándolo de la muñeca— ¿Tienes alguna idea de lo que esto significa?

—Estoy tan confundido como tú.

—Minho... Nos conocíamos antes del laberinto.

Él guardó silencio, asintiendo ligeramente con la cabeza. Volvimos al Área y todos los chicos ya empezaban a ocuparse en sus propias labores, nada podía detenerse por nosotros. Al vernos, algunos comenzaron a bombardearnos con preguntas y comentarios «dónde estaban, se perdieron anoche, fabricando bebés en el bosque eeh, nos tenían preocupados, ¿todo bien?». Minho y yo sólo seguimos caminando en silencio a través de ese valle de preguntas y comentarios fuera de lugar, tratando de ignorarlos. Sólo dije «todo está bien» para que quienes realmente se preocuparon estuvieran tranquilos.

No me sorprendí para nada cuando al colocar la antorcha apagada en su lugar apareció Newt a un costado cuestionándome sobre mi paradero. Esperaba que lo hiciera, en realidad, se estaba volviendo costumbre que me sobreprotegiera.

—Deben ir al laberinto a cumplir con su deber, pero al volver tienen que darnos a todos serias explicaciones sobre su ausencia de anoche —noté en su rostro una expresión que no pude reconocer.

Minho y yo buscamos nuestras cosas y entramos al laberinto más callados que de costumbre. Yo tenía miedo de abrir la boca, miedo de decir algo estúpido. Pero creo que eso era lo realmente estúpido, ya que no había nada que pudiera decir que fuera más absurdo que las circunstancias que nos rodeaban. Aún así, tenía pavor de hablar, de decirle algo a este chico que corría delante de mí. No tenía tanto miedo del laberinto y de sus penitentes. De algún modo se me hacía mucho más aterrador atravesar la coraza que protegía a Minho, a tener que enfrentarme con un penitente. Era sólo un chico, pero temía arruinarlo todo.

Este día lo dejé correr solo al frente, no intenté rebasarlo ni igualar su paso, sólo lo dejé.

Básicamente tomamos nuestros apuntes e hicimos nuestras observaciones de forma individual. Él sólo comentaba de manera ocasional sobre alguna grieta, algún movimiento inusual, lo que fuera, pero todo relacionado al laberinto y siempre de forma general, sin mirarme, como si hablara con un grupo de turistas. También guardamos silencio todo el camino de regreso, exceptuando un breve momento en el que se dirigió a mí de manera directa: —«¿Te sientes cansada?», me dijo, a lo que respondí con un corto «no» y luego seguimos hasta poner los pies sobre el Área de nuevo.

Al llegar ahí algo había cambiado.

Fue un cambio que me hizo recordar el hecho de que ya había sobrevivido en el Área un mes entero.

☢️ ☢️ ☢️ ¡Que la llamarada se siga extendiendo! ☢️ ☢️ ☢️

|| CRUEL ES BUENO ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora