Capítulo 38 ☣ Salida

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-Es ahora o nunca. Tengan cuidado, y no mueran. ¿¡Listos!? -dijo Minho y todos empuñamos nuestras armas.

Newt me miró y apretó mi mano, juraría que se estaba despidiendo y que con esa mirada intentaba decirme que todo estaría bien si no volvíamos a vernos.

Entonces todos corrimos en dirección a los penitentes. Nos dividimos en grupos más pequeños para poder enfrentarnos a más de ellos a la vez. La mayoría gritaba, otros resoplaban por el esfuerzo físico, y pude ver cómo se contenían algunas lágrimas de enojo y de frustración en los ojos de otros. Estábamos en una batalla; esto era la guerra y no estábamos seguros de poder ganarla con nuestros recursos.

Todo empezó frenéticamente. Se escuchaban los golpes y los choques de madera contra metal, de metal contra metal, de roca contra metal y de masas viscosas desparramándose o siendo atravesadas. Esas cosas bloqueaban la entrada intencionalmente, parecía que a pesar de su horrible imagen poseían cierta inteligencia, como si se les hubiera encomendado específicamente custodiar y proteger esa puerta... O quizás sí había cerebros reales de personas que los controlaban en alguna parte. No lo sé y tal vez nunca lo sabré, pero eso era lo menos importante en este momento. Nuestra misión era cubrir a Thomas, a Teresa y a Chuck para que lograran acceder al pasillo anterior de la puerta y descubrir de qué modo podía abrirse.

En algún punto fuí derribada y acorralada intentando evitar que un penitente enterrara sus horrorosos dientes en mí. Lo retenía por la boca con mi lanza de madera quebrada a la mitad y empujaba con todas mis fuerzas hacia atrás para que no acercara su feo rostro al mío. De pronto alguien enterró otra lanza en un costado de la cosa parte mecánica y parte animal, provocando que esta retrocediera dando alaridos, eso me dio tiempo para arrastrarme hacia atrás y luego unas manos me tomaron de los brazos y me levantaron sin titubear: era Newt.

-¿Estás bien? -dijo agitado mientras empuñaba otra lanza en sus manos.

-Gracias -le dije intentando recobrar el aliento y las fuerzas- ¡Newt, cuidado! -Le grité para advertirle que el penitente había vuelto con intención de aguijonearlo pero golpeó contra la pared, ya que Newt se quitó de su camino.

Ambos continuamos la batalla contra ese penitente y nos deshicimos de él. Todo esto pasó en una pequeña fracción de tiempo. Newt inspeccionó mi rostro rápidamente y le dije: «-Estoy bien, estoy bien». Quería acabar con otro penitente, era necesario, pero Newt no me dejó ir sin darme un beso: «-Mantente viva», me dijo y se marchó para ayudar a un habitante con el que no recuerdo haber hablado nunca.

A nuestro alrededor podía ver a otros penitentes caídos o a punto de ser vencidos; otros acaban de llegar desde algún lado y ya se batían a duelo con los habitantes que quedaban en pie: cinco de los nuestros habían muerto.

Thomas y Teresa tuvieron que enfrentarse a los penitentes que encontraron en su camino para abrirse paso hasta llegar a la puerta, cuidando a Chuck en todo momento, mientras los demás terminábamos de encargarnos del resto.

-¡Teresa! -Alguien gritó en medio de los golpes-. ¡Rápido!

-¡Se abre con un código! ¡Son ocho números!

-Un código. Las secciones... ¡Minho, las secciones! -Me miró y asintió en señal de haber entendido mi idea.

-¡Siete... uno... -Minho gritaba los números por encima del frenesí de golpes y esquivadas, pero todas nuestras voces parecían mezclarse por los gritos y Teresa no lograba entenderle muy bien, así que debía repetirlos-. Cinco, dos, seis, cuatro..!

Minho era el único que conocía de memoria las secciones completas del laberinto y me acerqué para ayudarlo con su contrincante. De repente el penitente, con uno de sus brazos donde poseía un objeto afilado como una navaja, hirió a Minho en el costado izquierdo. Él casi cae al suelo con el impulso y yo me coloqué delante de él para seguir enfrentándome a la criatura.

-¡Ten cuidado! -me gritaba Thomas.

-¡A tu derecha, a tu izquierda! -gritó Teresa.

-¡No estoy ciega! -Le devolví.

Giré rápidamente para ver a Minho, quien se encontraba sentado sobre el suelo con su brazo apretando la herida, había mucha sangre. Me llené de ira y de una sed de venganza que no había sentido antes. Mala combinación; mala para ese penitente. Aunque no fue fácil logré acabarlo: arranqué un par de sus brazos y por último abrí su abdomen de un extremo al otro con mi cuchillo.

-¿¡Cómo está!? -Gritó Newt desde su posición, donde se encontraba ocupado con otro penitente. Le dije que yo me encargaría.

Corrí hacia Minho. Estaba pálido y luchaba por mantener los ojos abiertos.

-Mira cuánta sangre -me dijo observando su herida para luego mirarme, haciendo un intento con todas sus fuerzas de esbozar una sonrisa.

-Estarás bien -le repetía tratando de no llorar ahí enfrente de él-. Estarás bien, saldrás de esta -Lo levanté como pude y me escabullí hacia la puerta. Algunos de los chicos seguían luchando y me ayudaron distrayendo a los penitentes para que lográramos avanzar. Minho se movía con la poca fuerza que tenía, yo seguía repitiendo «Estarás bien»; nada más venía a mi mente.

Cuando llegamos con Thomas sólo faltaban dos números.

-¡Di los últimos! ¡Faltan dos... sólo dos! ¡Rápido!

-¡Teresa!

-Si no los dice ahora, no saldremos de aquí nunca y todos moriremos.

Ella tenía razón.

Recosté a Minho contra la fría pared del túnel. Saqué de mi mochila una botella de agua y unos retazos de tela que servirían como vendas, empecé a limpiarlo mientras él se quejaba por el dolor. «-Ocho», balbuceó de repente:

-¡OCHO! El siguiente número es ocho, Teresa -le dije y ella lo introdujo en el panel adherido a la pared.

-Minho... Uno más, sólo falta uno y nos iremos -le dije sosteniendo su rostro con ambas manos-. Estaré contigo, no te dejaré solo.

-Tres... -Teresa lo introdujo y se produjo un sonido de apertura.

-¡Todos adentro! -Ella gritó y los sobrevivientes de la brutal batalla se reunieron con nosotros.

Entonces, repentinamente se selló la entrada. No había más penitentes, todo se oscureció. «-¿Qué sucede?», alguien preguntó pero no supe reconocer su voz ya que se escuchaba muy agitado y era imposible ver algo.

Alguien apretó mi mano; pensé que podía ser Minho pero luego escuché la voz de Newt decir a mi lado: «-Él estará bien». Le creí. Sabía que estaría bien sin importar qué, debía ser así. Entre los dos tomamos a Minho y lo levantamos cuando vimos que la puerta que debía abrirse por fin se abrió, una fuerte luz blanca nos cegó a todos por unos breves segundos.

Cuando atravesamos el umbral vimos un largo túnel que parecía no tener final en ninguno de sus extremos. El lugar estaba en completo silencio y teníamos un muy mal presentimiento, pero aun así nos dirigimos hacia la derecha donde parecía haber una especie de luz verde brillante. Esta provenía de un foco al lado de una puerta metálica. Sobre esta pequeña puerta había un letrero que decía «Salida».

-¿Es en serio? -Dije-. Esto es lo más absurdo que he visto. Un letrero tan simple de "salida" dentro de un laberinto con criaturas asesinas...

-Tampoco me convence -dijo Sartén.

-Es todo lo que tenemos -recordó Thomas.

|| CRUEL ES BUENO ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora