Capítulo 10 ☣ El elevador

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—¡Arriba chicas! —dijo uno de los guardias entrando a nuestra habitación—. Deben ir a las duchas y a desayunar.
—¿Qué hora es? —preguntó Rachel.
—Más temprano que de costumbre. Hay muchas cosas que hacer hoy. ¡Arriba!

Cumplimos con nuestra rutina de aseo de todos los días. Antes de ir al laboratorio donde se suponía que teníamos trabajo que hacer, me desviaron hacia un lugar diferente. En el camino, enseguida supe que ese día no sería como el resto. Me llevaron a una especie de sala de hospital para cirugías y me pidieron que entrara. Retrocedí y me detuve en la puerta, me rehusé a entrar. Pensé en correr pero sería inútil de todos modos, en cualquier lugar podrían encontrarme, no había a dónde escapar y las instalaciones estaban abarrotadas de guardias. Entonces alguien introdujo en mi cuello una jeringa con un líquido azul. Seguidamente me desvanecí y perdí el conocimiento.

Lo siguiente que recuerdo es que de hecho no recuerdo nada a excepción de un nombre. Sólo un nombre, eso es todo... y ni siquiera sé si es el mío. No sé quién rayos soy, no sé qué estoy haciendo aquí o en qué lugar me encuentro. Sólo puedo describir y detallar la nada. Una oscuridad profunda a través de la cual mis ojos no pueden distinguir absolutamente nada, ni una silueta. Solo hay un sonido, solo eso puedo definir. Es muy fuerte, un sonido metálico y penetrante. Ruego que sea un sueño, que no sea real, aunque ni siquiera sé si realmente existo o si soy solo el sueño dentro de la mente de alguien. Por lo menos así me siento, confundida... enajenada.

Sé que estoy ascendiendo. Voy hacia arriba en esta especie de elevador que he tenido tiempo de sobra para palpar. Hay otras cosas además de mí como cajas, herramientas, sogas y cadenas. Siento que estoy perdiendo la cabeza. Siento ganas de llorar pero no puedo; el sonido no se detiene. Grito con todas las fuerzas que tengo, un grito que sale desde lo más profundo de mí que casi me desgarra la garganta; me dejo caer sobre el suelo del elevador e inhalo con fuerza, me he quedado sin aire.

El ruido continúa, sigo subiendo. ¡Quién sabe cuándo se detenga! De repente, poco a poco, empieza a perfilarse una delgada línea de luz allá en lo alto. Siento que estoy a punto de morir. Cubro mi cabeza y mi cara con mis brazos y piernas, y luego el elevador se detiene.
No me estrellé, sigo aquí.

Escucho un fuerte sonido de arrastre y seguidamente esta delgada línea de luz se esparce por doquier. Arriba, unas puertas corredizas de pesado acero se abrieron dejando entrar la luz del sol a mi confinamiento. Intento levantar mi vista pero esa luz me lo impide, mis ojos no pueden soportar el brillo y vuelvo a cubrirme como antes con mis brazos y cierro los ojos.

Alguien salta dentro del elevador y todo se estremece de nuevo, escucho como sus pulmones aspiran aire violentamente debido a la sorpresa.

—¡No puede ser! ¡Es una chica! —exclamó con asombro.
—¿¡Una chica!?
—No es posible.
—¿Cómo? ¿Una chica?
—Sí, una chica.

Voces, decenas de voces masculinas. No logro identificar ninguna y me lleno de miedo. ¿Quiénes son? ¿Quieren hacerme daño? ¿Ellos me trajeron aquí?

—¿Puedes descubrirte el rostro? —me pregunta el chico dentro del elevador.

Intento hacerlo pero aún mis ojos no se adaptan bien a la brillante luz. Empiezo a abrirlos lentamente cubriéndome con la mano, hasta que logro ver mejor. Es un chico rubio, alto y delgado de ojos cafés.

—¿Sabes cuál es tu nombre? —me dice pero no le respondo—. No tengas miedo, nadie va a hacerte daño. ¿Crees que puedes subir sola?

Negué con la cabeza, pero lo hice porque no quería salir y encontrarme con todos esos desconocidos, no porque fuera incapaz de subir sola. Él se acercó a mí extendiendo su mano, y dudé varios segundos en tomarla.

—No lo haré —le dije con un hilo de voz.
—No te preocupes, yo te cuidaré —me dijo con una sonrisa.
En ese momento me hizo sentir segura, sabía que podía confiar en él y tomé su mano, él tiró de mí para levantarme y me ayudó a salir de ese agujero.

Arriba, todos los chicos se acercaron a mí diciendo cosas que no podía entender, me rodeaban y sofocaban, era muy incómodo.

—¡Ya basta! ¡Aléjense de ella! —dijo el chico rubio.
—¿Qué pasa shank?
—Sólo queremos conocerla.
—¡Déjenla respirar! —rugió un chico de piel morena, ligeramente más bajo en estatura que el rubio.
—Vamos no se comporten como unos completos garlopos, es una chica, la primera chica... Y además es muy linda.
—Escúchenme muy bien todos —dijo el moreno con gran autoridad, sin necesidad de recurrir a los gritos—. Al larcho que siquiera se le ocurra ponerle una mano encima a esta novata, a quien se le ocurra tocarla, incluso para saludarla, en contra de su voluntad, le haremos una hermosa camita para que duerma en el Acantilado, junto a aquellas cosas que no hace falta mencionar ahora —volteó a mirarme con seriedad y luego se dirigió de nuevo hacia ellos—. ¿Está claro?

Llovieron una cantidad de afirmaciones «sí, entendido, claro Alby, tan claro como el agua».

Alby... Él debía ser la persona que mantenía el orden en el lugar. Aunque no entendí por completo su discurso, le agradecí muchísimo el gesto de abogar por mí en medio de ese montón de chicos alborotados.

☢️ ☢️ ☢️ ¡Que la llamarada se siga extendiendo! ☢️ ☢️ ☢️

|| CRUEL ES BUENO ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora