Capítulo 4 ☣ Minho

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De repente alguien interrumpió mis pensamientos colocando una mano sobre mi hombro derecho, yo giré hacia esa persona lo más rápido que me permitieron mis reflejos y vi a un niño de ojos pequeños con cabello oscuro y lacio. Lo observé con su sonrisa de medio lado por unos segundos y luego le dije lo primero que se me pudo ocurrir:

—¿Eres chino? —esas preguntas de niños.

—No soy "chino", soy Minho —me respondió sonriendo.

—Hola Minho, no quise decir eso. Quise decir...

—Sé lo que quisiste decir, siempre me preguntan eso —me interrumpió—. Pero no, igual no soy chino. Mis padres son de Corea.

—Ah ok —dije un poco confundida al no poder asociar nada con ese país.

—¿Cuál es tu nombre?

—Zora.

—Qué bonito nombre. Sabes, me acerqué porque me pareció curioso ver que eres la más calmada de aquí.

—Papá me abandonó hace meses, lo superé. Mamá me trajo aquí pero peleaba mucho conmigo y tenía muy mal humor. No tengo hermanos o amigos que extrañar, ni ningún otro familiar. Así que no me queda nada por lo que perder la cabeza.

—¡Pero qué triste!

—Un poco quizás, pero tú tampoco te ves perturbado —le dije curiosa.

—Papá me dijo que vendrá a buscarme —dijo él confiado.

—¿Y eso se puede?

—Sí, papá me dijo que podré conocer muchos niños y hacer nuevos amigos. Pero cuando le pregunté si vendría por mí él asintió, así que sí, debe venir.

No puedo explicar lo triste y decepcionado que se sintió ese pobre niño cuando pasaron las horas y su padre no vino por él. Se sentó a llorar en el suelo y jadeaba por falta de aire. Nunca fui una niña tímida pero con él me daba tanta pena acercarme, no había visto a un niño llorar así, ni siquiera a los que estaban con nosotros en esa gran sala. Intentaba animarlo como podía pero él estuvo sentado en posición fetal sin decir una sola palabra por tanto tiempo que ni siquiera supe cuánto. Cubría su rostro con sus brazos y había humedecido su camisa y pantalón con todas las lágrimas que había derramado.

Nada de lo que le decía funcionaba para animarlo, por eso le di un abrazo, quería hacerle sentir que no estaba solo.

Lo abracé por un rato cuando una mujer de ropa blanca y cabello amarillo entró a la sala acompañada de muchos guardias. Se paró frente a todos nosotros con una sonrisa de medio lado que me hacía sentir muy insegura, le di la mano a Minho para que se levantara mientras secaba sus lágrimas. Tuve el presentimiento de que algo malo sucedería y no quise que me separaran del único niño que conocía en ese lugar, temía quedarme sola, así que no solté la mano de Minho ni un solo instante y él tampoco lo hizo.

—Niños —dijo esta mujer— la clave de nuestro futuro. Queremos lo mejor para ustedes, incluyendo a sus padres, ellos quieren lo mejor para ustedes también —sentí que Minho apretó su mano—. Ahora los separaremos por grupos para llevarlos a sus dormitorios para que puedan descansar. Mañana será un día largo.

«Los separaremos» escuché bien, era eso lo que temía. Cuando ella terminó de hablar todos los guardias se dividieron para agruparnos. Nosotros nos mantuvimos unidos intentando integrarnos en un mismo grupo para que así no nos enviaran a lugares distintos, pero un guardia nos vio.

—Ustedes dos, ¡sepárense! —nos ordenó.

—¡No! —dijo aquella mujer—. Déjalos en la misma habitación, con los otros —fue claro como resaltó las últimas palabras de su frase. 

El guardia obedeció la orden de aquella mujer. Nos llevó a Minho y a mí por un largo pasillo, detrás venían otros grupos pero no era algo bonito, no era como ir de excursión con amigos, todos parecíamos prisioneros.

Caminé adelante con Minho y luego el guardia nos detuvo frente a una puerta.

—Aquí dormirán. Pasen. Tienen ropa sobre las camas, adentro está lo necesario.

¿Lo necesario? ¿A qué se refería con eso? ¡Ah, claro! Un espejo y un lavabo, gracias, que lindo. Una habitación con literas, un espejo y un lavabo, eso era lo necesario. Dentro de la habitación había también dos niños y una niña, cada uno sentado sobre su cama. El guardia salió y cerró la puerta, todos nos miramos por un rato sin decir nada. El silencio era inquietante, parecía que no se escuchaba ni un solo sonido externo en esa habitación. Minho se acercó a mí misterioso y me susurró al oído —«¿Quieres la cama de arriba o la de abajo

—¡Minho! —exclamé con una carcajada, no imaginé que preguntaría eso en un momento como este.

—Lo siento, tenía que preguntarlo pero nadie quería hablar primero. Parecía que jugábamos a guardar silencio. ¿Cuáles son sus nombres?

—Yo soy Sigmund.

—Yo Teresa.

—Y yo Thomas.

Esa noche sólo nos conocimos y hablamos de algunas cosas que hemos visto y oído en este lugar, como por ejemplo Thomas nos dijo que el nombre de esa mujer desagradable de cabello amarillo es Ava y que ella es la directora de lo que se está realizando aquí.

Teresa lleva en estas instalaciones cinco días, Sigmund tres y Thomas es quien más tiempo tiene de todos nosotros, lleva diez días aquí. Cada uno tiene una historia diferente. A Sigmund lo trajeron de "vacaciones" desde otra ciudad; a Teresa los guardias la encontraron abandonada en un pueblo y la trajeron a las instalaciones, y a Thomas su madre lo entregó en la barrera, igual a lo que hizo mi madre conmigo.

Tomé la cama de abajo y Minho tomó la de arriba en la misma litera, todos seguimos hablando hasta que nos dormimos. Al día siguiente me desperté con las voces de los chicos, Teresa aún dormía.

—¡Buenos días! —se asomó Minho desde arriba.

—Buenos días. ¿Pudieron dormir? —pregunté.

—Algo —dijo Thomas.

—¡Arriba pequeñuelos! —dijo entrando un guardia— Tomen su ropa que irán a ducharse.

—¿A esta hora? —dijo Teresa frotándose los ojos.

—Rápido —respondió el guardia.

Tomamos nuestra ropa y salimos de esa habitación guiados por el guardia hacia las duchas. Las chicas fuimos separadas de los chicos, volteé hacia Minho y él me regaló una sonrisa que me hizo sentir tranquila. Teresa y yo nos dimos una relajante ducha y al estar listas salimos. Vimos a algunas chicas ahí pero no nos acercamos a ninguna.

Después de las duchas nos llevaron a un gran comedor, ahí nos reencontramos con los chicos y nos sentamos a comer en medio de un ambiente muy silencioso. Parecía que nadie se conocía en este lugar y los guardias velaban porque ningún niño se levantara o interrumpiera la rutina. Estuvimos comiendo por un rato, hasta que escuchamos abrirse las puertas y todas nuestras miradas se clavaron sobre dos niños que entraron y se dirigieron directo hacia nuestra mesa. Ambos eran rubios y de una estatura similar, parecían amigables.

El primero de ellos nos dijo que su nombre era «Newt» y que su amigo se llamaba «Gally», entonces el segundo preguntó nuestros nombres. Minho fue algo antipático con ellos, aunque luego intentó disculparse pero yo lo hice enfadar por su falta de educación.

Gally era un niño que me causaba algo de gracia con sus extrañas cejas pero era agradable. Por otro lado Newt era un niño muy amable aunque algo tímido. Esa noche a ellos dos los asignaron a nuestra habitación, a todos nos gustó la idea aunque al principio fue incómodo para Minho por haber empezado con ellos con el pie izquierdo.

|| CRUEL ES BUENO ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora