Capítulo 6.

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Luke;

La bofetada que me dio aquel hijo de su madre me provocó un escozor tremendo en mi mejilla izquierda. Me quedé quieto, petrificado ante lo que acababa de hacer. Sin duda, no sabía con quién se estaba metiendo. Tenía suerte de haberme encontrado en un momento de mi vida en el que solo deseaba esquivar los problemas porque el Luke de años atrás le hubiera tirado al suelo y no se hubiera cansado de propinarle patadas en el estómago hasta que se retorciera de dolor.

Aquello me había cabreado bastante. Cogí aire y lentamente llegó a mis pulmones. Solo quería calmarme, ver cómo se alejaba ese imbécil antes de que me lo pensara mejor y lo cogiera de los pelos hasta estamparlo contra la pared.

—¿Qué mierdas has hecho? —Alice le dio un empujón a su novio, que ahora disfrutaba de su minuto de gloria—. Eres un gilipollas, Jack.

Se volvió hacia mí al ver que a su querido novio se lo llevaban en volandas como si fuera un héroe. Menuda estupidez. Los estudiantes de aquí eran unos borregos que seguían a los más tontos de la universidad, me había quedado bastante claro hoy.

De un segundo a otro, la mayoría de la gente desapareció y se alejaron de allí tras apreciar el ridículo espectáculo que habíamos formado. A mí me daba igual lo que pensaran de mí, pero no me hacía ninguna gracia que ese cabrón se hubiera salido con la suya y no recibiera su merecido. Me hervía la sangre por dentro de pensarlo.

—¿Estás bien? —Alice se acercó a mí y me miró con preocupación.

Era la primera vez que sus ojos se clavaban en los míos de aquella manera.

—Sí —respondí casi sin pensar y escupí hacia un lado.

Tenía la boca pastosa y llena de agua que me molestaba.

—No, no lo estás —inquirió Alice—. Tienes sangre en el labio.

Volví a coger aire y a tratar de calmar la furia que aquel idiota había desatado.

—Pues mala suerte —me encogí de hombros y pasé mi mano por mi boca para quitarme aquella sensación incómoda.

Cuando me fijé vi que una gran mancha roja se extendía por mi piel, justo por la zona donde me había limpiado. Pues sí que era verdad que me salía sangre de allí.

—Ven, sé dónde hay un botiquín —me hizo un gesto para que la siguiera y comenzó a caminar.

Yo me quedé parado observando cómo movía sus caderas de un lado a otro. Tenía un cuerpo de escándalo y ese vestido negro ajustado le hacía bastante justicia.

—¿Por qué no vienes? —se giró al darse cuenta de que no le seguía.

—Me voy ya a casa —dije pasando una mano por mi cara.

Había sido una mala idea venir a esta estúpida fiesta llena de niñatos. Estas cosas no eran de mi estilo y lo había sabido perfectamente desde un primer momento. ¿En qué estaba pensando? Me odiaba a mí mismo por haber creído que quizás podía pasar un buen rato.

—No vas a irte así —insistió ella.

—Haré lo que quiera —tragué saliva—. Cogeré un taxi.

No había traído mi Audi puesto que sabía que iba a beber y no era una buena idea estar frente al volante sin estar en condiciones. Manejar mi coche borracho era algo que había aprendido que estaba mal, me había quedado muy claro, así que por una vez había hecho las cosas bien.

—No voy a dejar que te vayas, así que tú verás... —dijo volviendo a acercarse a mí.

—Eres una cabezona —resoplé.

Nunca te busqué.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora