Capítulo 27.

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Alice;

Después de lo que sucedió en aquel polígono en medio de la nada, nos siguieron unos días normales. Daba gracias a Dios por que eso sucediera, ya que no quería más problemas que encerrar en mi habitación para llorar por las noches. Menos mal que eso no había vuelto a suceder.

Que Luke me contase lo que había pasado con sus amigos y su ex novia nos había unido más todavía. Y eso era bonito. Yo podía hablar cualquier tema con él y él conmigo, aunque tuviéramos puntos de vista diferentes. Tras mi arrebato de querer marcharme y coger un taxi para alejarme de él, la calma había precedido a la tormenta.

Estas vacaciones habían comenzado un tanto raras, pero ahora estaban mejorando y me atrevía incluso a decir que me ilusionaban en parte más que las anteriores. Quitando el hecho de que mis padres no iban a estar juntos y me tocaría pasar fechas señaladas con cada uno por separado, Luke era ese granito de arena que me daba la suficiente alegría como para borrar todo lo demás. Sus virtudes y lo que me aportaba estaba por encima de la tragedia que rodeaba a mi familia.

Había hablado ya varias veces con él sobre ese tema y me había ayudado bastante. Su visión de la vida era bastante clara: lo que sucede tiene algún motivo, y ese motivo puede desencadenar en cosas buenas. Me había grabado a fuego esa frase y trataba de absorber los mensajes positivos que lanzaba cuando me veía algo decaída por lo de mis padres. Y es que tenía razón, yo ya no podía hacer nada para remediarlo. Cada uno tomaba un camino diferente y yo me quedaba en medio. Seguiría teniéndolos a los dos aunque me partía el alma que ya nada fuera como antes.

No quería pensar más en eso... me llevaba al origen de todo y me llegaba a causar malestar.

Me senté en el sitio que había escogido para comer, dejé mi bolso al lado y apoyé mis manos sobre la mesa. Frente a mí tenía a Abby, la hermana de Luke. Era la primera vez que quedábamos —y más a solas—, pero era algo que me propuso el día anterior y no me había negado a ello. Me caía bien, era una chica que me había causado buena impresión desde un primer momento y me parecía muy divertida.

—¿Qué vas a pedirte? —preguntó Abby, observando la carta que sujetaba en sus manos.

Después de pasar la mañana juntas de tienda en tienda, tocaba hacer una parada para que nuestras hambrientas barrigas lo agradecieran. Era por eso que habíamos venido aquí, a un sitio que solía frecuentar.

Me gustaba venir porque el lugar no era excesivamente caro, más bien al contrario, y cocinaban muy bien. Además, había una gran variedad de platos y se ubicaba en pleno centro, de manera que no habíamos tenido que caminar mucho para llegar.

—Mmm... estoy indecisa entre la ensalada de pasta o el sandwich de pollo con patatas —respondí, llevando el dedo índice a mi boca.

—¿Ensalada? —puso cara de asco—. No me decepciones, por favor.

Me encantaba Abby porque era tan natural y espontánea que no podías tomarte a mal las cosas que decía. Esa parte de ella me recordaba a mí, muchas veces hablaba sin pensar en cómo la persona a la que se dirigía podía interpretar las palabras.

—¿Eres de las que no les gustan las verduras? —deduje, mirándole con una ceja alzada.

—Has acertado —me señaló—. Soy más bien de comida basura.

—Yo también, pero tampoco me gusta pasarme con esas cosas —hice una mueca—. No son saludables.

—Como todo en la vida —se encogió levemente de hombros.

—Tienes razón, pero si se puede prevenir...

—Oye, que ahora mismo puedes salir ahí fuera y que te atropelle un coche y adiós. Si nos vamos a morir igual, qué menos que disfrutar mientras estemos vivos, ¿no?

Nunca te busqué.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora