Capítulo 14.

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Alice;

Me dolía la cabeza después de una pesada mañana en Rutgers. Las clases habían sido demasiado aburridas y cargadas de teoría, por no hablar de lo mal que me había despertado. Una pesadilla horrible me había hecho pasar la mayor parte de la noche en vela y, como era habitual, se repetía en mi mente sin parar.

Me hubiera pasado toda la mañana en la cama, tapada hasta arriba, sin moverme. Qué bien hubiera estado eso, ponerme una serie y adentrarme en una historia que no me correspondía pero que me enganchaba hasta el punto de sentirme parte de ella. Me encantaba eso, pero por desgracia mi madre había tenido que sacarme de la habitación y darme una charla para que acudiera la universidad. Malditas obligaciones.

—Ponme también ese pedacito de tarta de queso —Bonnie señaló a lo que había tras el cristal y la chica que nos atendía no dudó en servirle lo que había pedido.

—A mí ponme otro —me animé.

El Starbucks tenía que funcionar como terapia para que los males desaparecieran. Aquí habíamos terminado para pasar un rato y despejar la mente tras una dura mañana. Solo así podían ponerse las cosas a mi favor, con comida y con mi mejor amiga lista para escucharme.

Cogimos los cafés, la tarta de queso y después de pagar lo correspondiente nos sentamos en la misma mesa de siempre, la que había junto a la cristalera al fondo donde se podía ver lo que sucedía en el exterior.

—Tengo que contarte algo —dije tras lanzar un largo suspiro—. Pero no me mates, por favor.

Bonnie apretó sus labios y me miró con curiosidad.

—¿Ha pasado algo malo? —entrecerró sus ojos.

—No sé si es malo o bueno —dudé por unos segundos—. Todo depende de cómo se mire...

—Entonces dispara —alzó su barbilla y llevó el vaso de café a sus labios antes de soplar y que el humo se esfumara despacio.

—A ver... —tragué saliva y enterré mi vista en mis manos que acababan de juntarse sobre la mesa—. Ayer estuve con Luke... —mordí mi mejilla—. En su casa —concluí.

Bonnie abrió sus ojos en cuanto escuchó lo último.

—¡¿Qué?!

—Tranquila, no pasó nada entre nosotros —aclaré, antes de que pudiera pensar otras cosas.

—¿Y entonces qué hacías allí? —movió sus brazos.

—Es una larga historia —resoplé, recordando cómo había comenzado todo.

—Pues empieza porque tengo todo el tiempo del mundo —apoyó sus codos en la mesa y su barbilla sobre sus manos. Toda su atención estaba puesta en mí.

—A ver, primero estábamos en la biblioteca haciendo el trabajo grupal y al acabar me ayudó con unos libros que me había prestado mi madre. En serio, pesaban demasiado.

—Vaya, qué caballero —guiñó un ojo, interrumpiéndome.

—Tonta —agité mi cabeza—. El caso es que después su hermana se metió en un problema y tuvimos que ir a por ella a la comisaría.

—¿Es una delincuente? —abrió su boca con total sorpresa.

—No —negué de inmediato—. Bueno, no mucho.

—Oh, solo es un poco delincuente. ¡Qué bien! —exclamó con sarcasmo.

—Solo tiene dieciséis años, está en plena época de rebeldía... entiéndelo —hice una mueca—. Pero es muy simpática, me cayó bastante bien.

Nunca te busqué.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora