Capítulo 31.

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Alice;

Resbalé mis pies cubiertos por los patines y me deslicé por el hielo de la pista. Agité mis brazos para impulsarme y los moví a mi alrededor para mantener el equilibrio y avanzar. Se me daba bien. Cada año venía y cada año lo hacía mejor. Al principio costaba un poco pero enseguida me acostumbraba y era como si cada día de mi vida estuviera patinando sobre hielo.

—¡Mira, Carter! —presumí, como si fuera una niña pequeña—. ¡Mira qué bien lo hago!

Él me observó desde unos metros de distancia, sin moverse y con los brazos cruzados. Estaba segura de que no se atrevía a dar ni un paso, ya que según él nunca había hecho esta tontería, pero gracias a mí se había visto prácticamente obligado a ponerse los patines.

—Eres toda una experta, Alice —dijo con su característica ironía.

Me encantaba que siempre estuviera de broma, que no me siguiera la corriente ni aplaudiera cada cosa que yo hiciera. Él era así, fiel a su forma de ver las cosas, y le gustaba tanto hacerme rabiar como a mí ser el centro de sus burlas cariñosas.

—No lo digas en ese tono, sabes perfectamente que se me da bien —dije deslizándome con los patines para llegar más cerca de él—. ¿Quieres que te sorprenda más aun?

—¿Cómo? —preguntó algo desconcertado.

Cogí impulso y alcé mis manos para juntarlas arriba de mi cabeza y girar sobre mí en una especie de vuelta rápida. Mis pies rodaron sobre el hielo y me atreví a levantar uno en la vuelta final.

—¡Tachán! —exclamé al terminar, algo mareada.

De repente, todo comenzó a dar muchas vueltas a mi alrededor y me sentí algo inestable.

—Wow —abrió su boca—. A ver si ahora vas a vomitar —me tendió la mano para que se la cogiera y así ayudarme.

—Estoy bien, estoy bien —mentí, aunque en cuestión de segundos todo iba volviendo a la normalidad—. ¿Te ha impresionado?

Perdí un poco el equilibrio y me sentí inestable.

—Ven aquí y te diré si me ha impresionado o no —echó su cuerpo hacia delante para acercarse a mí sin mover sus pies.

Rodé mis ojos y susurré:

—Eres un miedica.

Luke puso cara de enfadarse, pero en cuanto me acerqué a él se le pasó el pequeño disgusto. Abrió sus brazos y me envolvió con ellos, refugiándome contra su cálido cuerpo. Apoyé mi cabeza en su pecho y cerré mis ojos imaginándome que estábamos los dos solos, en cualquier parte del mundo, sin nadie molestándonos a nuestros alrededor.

Me olvidé del jaleo que formaban los niños que habían por la pista, los gritos de los padres intentando llevar el control de la situación, y la música que sonaba de fondo creando un ambiente lo más navideño posible.

Aunque pareciera increíble, estas fiestas no estaban siendo tan horribles como imaginaba. En general, estábamos haciendo bastantes planes y los días estaban pasando rápidamente, lo que significaba que me estaba divirtiendo de verdad. Lo único que borraría era el episodio de mi borrachera unida a la de Abby, que terminó por los suelos... nunca mejor dicho.

—Ves con cuidado, ¿eh? —Luke dejó un beso en la parte alta de mi cabeza y a continuación se despegó de mí.

—No... —me quejé, haciendo un ruido extraño con mi boca.

—¿Qué pasa? —preguntó, mirándome desde arriba.

Era tan alto que imponía.

—Que no quiero que te separes de mí —dije en voz alta, sin querer.

Nunca te busqué.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora