Capítulo 22.

306 45 118
                                    


Alice;

—Colgaré información en la página web, a ver si de esa manera consigo que estudiéis. A los jóvenes de hoy en día solo os llama la atención la tecnología, así que cogéis el ordenador y os descargáis los apuntes —refunfuñó la profesora—. Y dicho esto, pasad un feliz fin de semana.

Uf, qué alivio. Lancé un suspiro y empecé a recoger mis cosas. La clase se estaba haciendo eterna y pensaba que ese momento nunca iba a llegar. Afortunadamente, me equivocaba.

El timbre sonó advirtiéndonos a todos del fin de clases y se me hizo raro no tener a nadie al lado para comentar con alegría que venían unos días libres. La gente en Rutgers me seguía ignorando y esquivando, como si tuviera algún tipo de enfermedad contagiosa. Nunca me había sentido tan... apestada. Y menos aquí, donde todos me adoraban. Aunque eso más bien parecía formar parte de un pasado que, siendo reciente, seguía siendo pasado.

Cuando tuve todos mis apuntes guardados en la bandolera, me eché la chaqueta por encima y salí de la clase. Todas las miradas caían en mí, sin disimulo algo, y la mayoría de las chicas que andaban por el pasillo se detenían para observarme y cuchichear.

—¿No te da vergüenza? —una chica con el pelo afro y piel morena me vino de frente—. Toda la universidad sabe que te has acostado con mil tíos estando con Jack —espetó, encarándose—. Ya te arrepentirás, guapa.

—Déjala —intervino otra chica, esta vez con el pelo más claro y liso—. Ahora se ha quedado sola y no va a tener a nadie.

—¡Es lo que se merece! —gritaron al fondo.

No supe cómo reaccionar ni dónde esconderme. No di crédito a la situación hasta que vi cómo me quedaba sin respiración y las paredes empezaban a apretarse a mi alrededor, dejándome sin escapatoria.

Mis pies empezaron a moverse rápido y empecé a correr para estar lo más lejos posible de esa gente.

—¡Mira cómo huye! —escuché, entre risas.

—¡Esa es la verdadera Alice Evans! ¡Una cobarde!

Aquellas palabras me dolieron como puñaladas. Incluso podía asegurar que el dolor era más intenso que algo físico.

Dejé a mis espaldas los insultos y me metí en el aseo de chicas como si fuera mi único refugio. Cerré la puerta y suspiré aliviada al ver que no había nadie allí. Quería justo eso, estar sola.

Mis ojos empezaron a escocer y llevé mis manos a la cara para cubrirme el rostro y llorar tranquila. Cualquiera podía entrar de repente y verme así y no estaba dispuesta a regalarles ese lujo. Eso era lo que querían en Rutgers ahora, verme sufrir.

Recordaba que mi popularidad había llegado sobre todo por Jack. Él era el chico guapo y perfecto que todas querían para él. No existía chica que se resistiera a sus encantos y no suspirara por él. Yo había sido la privilegiada que había logrado enamorarlo y todos nos envidiaban por ser la pareja perfecta.

Eso me cambió por completo. La Alice arrogante y estirada se creó justo cuando todos se enteraron de que estábamos saliendo juntos. Que la gente nos admirara solo provocó que me deshiciera de todas mis inseguridades; pero ahora me daba cuenta de que nunca se habían marchado de mí y, lo peor, que estaban saliendo a la luz de nuevo.

Con el paso del tiempo me fui creciendo y sintiendo importante. Que todos me conocieran era algo extraño al principio, pero me acostumbré rápido y me creí más de lo que era. Si se sabían mi nombre era por algo, ¿no? Tenía que estar orgullosa de ello.

Pero no. Estos días habían sido un choque de realidad tremendo y empezaba a maldecir el momento en el que pasé de ser una simple estudiante a la chica más popular. Y es que ahora entendía que gente solo me respetaba por Jack, no por nada más. Era triste, pero cierto.

Nunca te busqué.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora