Capítulo 28.

275 40 66
                                    

Luke;

No me gustaban esa clase juegos, lo veía una cosa de críos. Hacía un par de años me volvía loco con esas cosas, me sentía importante y aprovechaba para enterarme de toda clase de cotilleos que si no fuera por el alcohol no descubriría. Quizás le había cogido manía porque me recordaba a las noches de aburrimiento en el local, con una cerveza en la mano y los que eran mis amigos llenando de humo las frías noches de invierno.

A pesar de eso, yo ya no tenía edad para ir haciendo preguntitas mientras bebíamos y nos emborrachábamos, pero la ilusión de mi hermana estaba por encima y no me podía negar. Al final siempre terminaba saliéndose con la suya y yo no iba a impedirlo.

Rodé los ojos cuando Abby colocó cuatro vasos de chupitos sobre la mesa y los llenó hasta arriba, dejando la botella de licor al lado para recargarlos más tarde.

—A ver, primero hay que hacer una ronda —informó, inclinándose hacia delante—. El que se lo beba más rápido y deje menos cantidad en el vaso empieza con las preguntas.

Menuda tontería, pensé.

—¡Vale! —exclamó entusiasmada Alice, a mi lado.

Ya se había terminado la bebida que le había servido, quizás por eso se mostraba tan contenta. Esperaba que no se pasara ni le sentara mal nada de esto.

—¿Cuándo empezamos? —protestó Charles—. Esto se está haciendo eterno.

—Eres un impaciente —le atacó mi hermana, mirándole mal con esa raya tan gruesa que se hacía en el ojo—. ¿Preparados?

Abby estaba en su salsa. Ella mandaba y los demás obedecíamos, además de ser el centro de atención. Se reunía todo lo que más le gustaba.

Los cuatro cogimos nuestros vasos de chupito y los alzamos en el aire, para que estuvieran a la misma distancia y no pudiéramos hacer trampa.

—A la de tres todos a la boca —proclamó—. Una... dos..., ¡tres!

En cuestión de segundos noté el amargo sabor del licor resbalando por mi garganta y picando en mis labios. Cerré mis ojos por un momento y traté de liberarme de la extraña sensación que me causaba. Estaba rancio, era asqueroso. Pero solo con esto se podían soportar esta clase de juegos.

—Está bien... —Abby se puso en pie—. A ver quién ha ganado... —examinó los vasos de cada uno y colocó una mano en su cintura—. Charles, no has dejado ni gota.

—Es que soy un experto en esto —presumió, limpiando su boca con la manga de su camiseta.

—Oh, venga, tampoco te crezcas tanto —replicó mi hermana.

—¿Empiezo yo? —quiso saber mi amigo.

—Sí, empiezas tú.

Abby colocó un botellín de vidrio vacío sobre la mesa y le indicó a Charles que tenía que hacerlo rodar. Este último hizo lo correcto y lo giró con un movimiento de dedos hasta que la boca apuntó en mi dirección.

—Empezamos bien —me quejé, provocando la risa de todos.

—No seas aguafiestas —me dijo Alice en tono de broma, acariciando mi rodilla.

—¿Verdad o atrevimiento? —me preguntó Charles, mientras una bola de humo partía de sus labios.

—Atrevimiento, lo otro es muy aburrido —suspiré.

Charles sonrió con malicia, aprovechando que ese era su momento.

—No me putees mucho —le rogué.

Nunca te busqué.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora