Capítulo 10.

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Luke;

Tras la primera clase y el sueño acumulado al pasar una muy mala noche —había tenido una pesadilla y me había despertado varias veces durante la madrugada—, noté cómo mis párpados cada vez pesaban más. Joder, odiaba tener que luchar para mantener los ojos bien abiertos y enterarme de lo que decía el profesor. Menos mal que al acabar llegaba la hora del descanso y lograría despejarme un poco.

Golpeé impacientemente mi boli contra el pupitre provocando un ruido que, a mi parecer, no molestaba. De esta manera al menos conseguía entretenerme. El aula estaba llena y es que en esta asignatura nos concentrábamos alumnos de diferentes carreras que tenían algo en común —todavía seguía sin saber qué era—. Yo estudiaba arquitectura y la chica que tenía delante estudiaba diseño de moda. ¿Qué tendría que ver una cosa con la otra? Bueno, quizás indagando un poco podía llegar a la conclusión de que eran dos formas de intentar crear belleza. Las curvas, el volumen, crear nuevas siluetas, guiarse de nuevas técnicas... En el poco tiempo que llevaba en Rutgers había aprendido mucho.

Parecía un maldito friki empollón y seguro que si Charles estuviera en mi cabeza se burlaría de mí, pero eso no iba a pasar. Estaba haciéndolo bien, me centraba en lo importante y había conseguido dejar atrás ese mundo oscuro que formaba parte de mi pasado. Ahora todo iba mejor, o eso parecía.

—Buenos días, os hemos reunido a todos aquí porque vais a tener que cumplir un papel muy importante —habló el profesor, acompañado de una mujer de cabello corto y ondulado que supuse que sería su compañera—. Como ya sabéis los veteranos, cada nuevo ciclo hacemos un concurso en la universidad en el que participáis todos los alumnos. Este año será especial para vosotros, porque os aseguro que la recompensa es mejor que años anteriores.

Un murmullo se escuchó entre todos los presentes.

—¡Silencio! —exclamó la mujer que también se encontraba en el pequeño podio—. Dejad hablar al señor Robins.

—Gracias —el señor Robins le devolvió una mirada de complicidad. Esos dos tenían algo, seguro—. Iba a explicar en que consistía el trabajo que tenéis que hacer, se trata de un anuncio publicitario. ¿Verdad que es genial? —comentó emocionado—. Nunca se ha hecho nada parecido, así que sacad vuestro potencial y sorprendedme.

A continuación, proyectó un Power Point en el que aclaraba el tema principal del anuncio: la belleza, como algo físico o como algo que se percibe por todos los sentidos, no solo el de la vista. Con ello, dejaba muchas cosas en el aire en el que la imaginación jugaría un papel importante si queríamos hacer un buen trabajo.

—El grupo estará formado por miembros que no estudien lo mismo —prosiguió—, ese es el objetivo principal, que unáis diferentes puntos de vista. Tendréis que poneros todos de acuerdo y tomar decisiones conjuntas, así que dejad a un lado los posibles malos rollos y centraros en el trabajo —aclaró su garganta—. El grupo ganador obtendrá una buena recompensa académica que se verá reflejada en las notas. Si os importa vuestro futuro, dadlo todo por este trabajo. El anuncio ganador saldrá en una cadena nacional, lo que os puede abrir muchas puertas.

Seguidamente de manera organizada empezó a desarrollar el guión que debíamos seguir y las pautas que habían que cumplirse. Si antes tenía sueño, ahora todavía más. Esto era un aburrimiento, aunque debía interesarme porque subía bastante nota y eso me venía más que bien.

Cuando me di cuenta ya había dado toda la información y un estallido de felicidad se rompió en mi interior: eso significaba que se acercaba el descanso.

—Y ahora, antes de terminar, os reunís con vuestro grupo para proponer ideas —pulsó el pequeño mando que llevaba en la mano y cambió de diapositiva—. Muchas gracias por la atención —concluyó.

Nunca te busqué.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora