Capítulo 11

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Aún me sentía algo mareada, cuando aquel hombre misterioso me dejó en la cama.
Mis ojos miraban a la nada dejando que las gotas de temor se fueran uniendo a mis mejillas.

— ¿Te encuentras bien? — Aquella voz cruzó ligeramente mi oído, era tranquilizadora y dulce.

— En verdad no. Todo ha pasado tan rápido que aún no me explico porqué me tiene que suceder todo esto cuando pienso que no hago malo.

— Escúchame, debes de tranquilizarte antes de nada. Después cuando ya te repongas verás las cosas de otro modo.  Ahora descansa lo necesitas Laura.

— ¿Cómo sabes cómo me llamo?

— Disculpa. Me llamo Julen, soy nieto de Damián Irzu y el hermano de Alois.
Yo vivo aquí en esta casa cuando regreso de mis viajes. Te acuerdas hablemos el otro día en el parque, también estabas mal.

Me quedé observándolo sin ningún tipo de reparo alucinando.
Desde luego Alois no se parecía en nada. Sus ojos café eran risueños, su rostro reflejaba la bondad y la humildad. Sus labios eran carnosos acompañado con un tono de piel canela. Julen es muy apuesto y educado que no es poco.

— ¿Quieres que te traiga algo?  — Qué monada de hombre. Esbocé una sonrisa tímida negando con mi cabeza. Quería descansar al menos así no pensaría en lo sucedido en mi casa.

A la mañana siguiente una melodía de piano me despertó.
Me quedé quieta escuchando las notas, era una melodía preciosa y algo triste.
Caminé siguiendo el sonido del piano, el pasillo me condujo hasta un cuarto amplio donde había un gran piano y papeles esparcidos por el suelo.

Cerré mis ojos para saborear aquella melodía, Julen tenía talento y aquellas notas me transportaban a un lugar tranquilizador y desconocido.
De pronto la música paró y aquellos risueños ojos café me contemplaban tristes pero con una sonrisa en su rostro.

— Lo siento, te he interrumpido. Lo lamento. — Me disculpe roja como la grana.

— Para nada. Estaba ensayando. Ven quiero que me des tú opinión sobre esta partitura que no termino de componer.

Tomé asiento cerca de Julen, su fragancia rozó mi nariz logrando extremecerme. Me humedecí los labios mirando la partitura escuchando con atención las explicaciones de Julen.
A continuación sus dedos rozaban ligeramente las teclas del piano haciendo  sonar una melodía triste pero con notas que me hacían vibrar.

— Me gusta mucho. — Fue lo primero que dije nada más parar Julen de tocar.

— Me alegro mucho de que te guste. Llevo tiempo intentando componer está melodía viéndome incapaz de finalizar.

— Tienes mucho talento Julen, lo haces muy bien. — Sin poder evitarlo le sonreí viendo el reflejo de sus ojos nostalgia. Había algo de misterio en Julen a pesar de querer aparentar serenidad.

De pronto somos interrumpidos por Alois.
Éste como su habitual arrogancia saluda a su hermano.
Después sus ojos almendrados se clavan en mí con un brillo de vanidad, estirando sus labios mostrando una sonrisa pícara.

— Buenos días celebridad. ¿Ha descansado bien? ¿Desea desayunar su celebridad?

— Mira payaso, deja de llamarme así. Y sí, tengo hambre. ¿Qué has cocinado?

— Ahora te muestro la carta del menú. — Haciéndome una reverencia, Alois se aparta para que podamos ir a desayunar.

Los tres estábamos sentados en la mesa en buena armonía.
Tras desayunar me fui hacia mi habitación para cambiarme de ropa.
Entonces me acordé que salí de casa sin nada de ropa.
Por supuesto no tardé en desesperarme al ver que no tenía ropa. De pronto la voz inquietante de Alois hizo que diera un respingo.

QUERER, NO ES OBLIGARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora