Al parecer todo me estaba saliendo mejor de lo que hubiera pensando.
Ahora debía armarme de valor para confesarle a Bianca no solo mis sentimientos, también una verdad que por tantos años llevo callándome.
Ha llegado el momento de poner todas las cartas encima de mesa.
Y esperar la respuesta de Bianca.Voy al taller de costura, me imagino que estará allí.
Nada más llegar, nuestras miradas se quedan fijas, sus ojos tan hermosos y soñadores me contemplan dejándome claro que aún sigue creciendo la llama del amor dentro de ella.— Héctor ¿Qué haces tú aquí?
— He venido hablar contigo.
— No tengo nada de qué hablar contigo, sabes perfectamente que todo se ha acabado entre nosotros.
— Bianca, te lo suplico dame al menos la oportunidad de expresarme.
Después tú misma sabrás lo que tienes que hacer.— No tengo nada más que añadir. Vete pronto va venir Alois y no quiero que nos vea pensará lo que no es y no deseo que tengáis problemas.
— Alois no vendrá, el mismo me ha dicho que venga a buscarte. — Bianca deja lo que está haciendo y ante su asombro empiezo hablando con ella.
Quiero hacerle entender que la amo a pesar de haberla querido alejándola de mí por miedo a lastimarla, deseo que crea en mis palabras y mi propósito de poder casarme con ella, porque no hay nada en este mundo que me haga más feliz.
La tomo de la mano suavemente sin apartar mi vista de ella, busco en su mirada la luz de una nueva oportunidad, la comprensión de que confíe en mí y poder de nuevo unir no solo nuestros cuerpos, si no también nuestras almas.Hasta ahora voy bien, ella sonríe nerviosa, el destello en su mirada es más clara y sus besos me saben al mejor dulce que jamás antes haya probado.
Sin embargo, al contarle lo que ocurrió aquella maldita noche cuando inducí a Matías a tomar aquellas drogas, lo empujé para beber y después avivados por la emoción de que podríamos ser unas grandes estrellas, me monté en mi auto quitándole el casco de su moto para que se agarrase en la puerta y liberar aquellas sensaciones de poder haber cumplido nuestro sueño.
Con lo que no contaba, fue con que aquel camión nos sorprendiera de frente sin darnos mucho tiempo a reaccionar.
Todo fue tan rápido, Matías se arrastraba por el suelo mientras mi coche recibió un fuerte golpe y ya no supe más hasta que desperté en el hospital.Termino de hablar y veo como su rígido cuerpo, sus ojos me observan expresando odio, decepción y furia.
— ¿Cómo pudiste mentirme? ¿Cómo Héctor? Yo me encontraba en el extranjero estudiando y cuando me enteré de la muerte de mi hermano creí morir.
Todos estos años he creído que solo fue eso, un accidente no algo que tú mismo provocaste. Mi hermano murió por tu culpa. Eres lo peor Héctor, te odio por haberme mentido, te detesto por haberme mirado durante todos estos años a la cara y no haberme dicho la verdad. Maldito miserable.Su cara está desencajada, y mis palabras parecen a verse quedado atrapadas en mi garganta.
Necesitaba acariciarla para poder consolar su llanto, su enojo era superior a ella y cada palabra acusatoria me hundía cada vez más. Tanto que tuve que marcharme dejándola sola y triste gritándome por haber sido un embustero, por haberla consolado sabiendo que yo fui quién instigó a Matías hacer todas aquellas locuras, la cuales terminaron con su vida.Camino como si no tuviera zapatos, las cadenas que arrastro son cada vez más pesadas. En cada eslabón hay un recuerdo, un momento que compartí con Matías y yo sigo aquí, vivo. Resignado a cada mortífera palabra proveniente de Bianca me termine por destruir.
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QUERER, NO ES OBLIGAR
RandomPara Damián Irzu su mayor prioridad es que su familia esté unida y sus nietos, Alois y Héctor sigan sus pasos. Con el paso de los años, Damián educó a sus nietos con la única intención de que deberían continuar trabajando en su empresa para que su f...