MI ALMOHADA

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Luke

La luchadora abrazó el peluche con fuerza.
Era muy adorable y muy fuerte también.

—estabas muy delgada y eras muy bajita, pero aquel entonces también vi algo en tus ojos, lo mismo que veo hoy.

—gracias, tenéis razón, debo aceptar, lo prometí—yo la abracé orgulloso.

—además si necesitases un fotigrafo siempre me tendrías a mí—la dije seguro.

—yo ocuparé tu puesto, eso sí, sin remplazarte, eso no podría lograrlo jamás—una hermosa niña de la edad de mi hermana, aproximadamente, apareció por la sala.

—hola, Salma—la saludó la rubia—me alegro de verte de nuevo.

—hice la prueba para entrar y la bordé.

—lo sabía—mi teléfono sonó y me separé un poco del cúmulo de gente para poder hablar con la persona.

—¿hola?—saludé al ver que nadie contestaba.

cuida de Triana—dijo una voz difuminada y poco después la llamada se cortó. ¿Quién habría sido? Y lo más importante de todo, ¿qué quería?
Yo me quedé mirando el móvil y viendo si el número desde el que me habían llamado había quedado registrado en algún sitio, pero como me temía no fue así.

—¿todo bien? —me preguntó la luchadora cuando me vio aparecer con una expresión que claramente expresaba mi angustia y preocupación.

—Todo perfecto, estaba hablando con Mónica para ver si estaba bien—me reí de forma tonta por los nervios y ella me miró sorprendida.

—¿bebiste? —negué rápidamente—¿seguro? Estás sudando bastante.

—es sólo que hace mucho calor.

—¿calor? Dios debes estar enfermo, yo estoy helada—puso su mano en mi frente.

—¡vale! —grité y todos me miraron.

—enserio, ¿te pasa algo? Estás muy raro—negué y me aparté.

—¿tienes baño? —ella asintió divertida y señaló una puerta al fondo.

—pero nada de meterse maría, al menos sin mí. Y tampoco hacerse una paja que luego la que limpia soy yo—asentí cinco veces y caminé al baño casi corriendo.

Necesitaba ayuda, ¿pero a quien? Vale, necesitaba tranquilizarme, quizá había sido una broma. Sí, debía haber sido eso, una broma de mal gusto.

—¿Luke? —llamaron a la puerta del otro lado—¿todo bien? Triana me ha dicho que estabas mal—distinguí la voz de Evan. No sabía que contestar—voy a entrar, espero que estés visible—la puerta se abrió—¿qué pasa?

—prometeme que no dirás nada a nadie y menos a ella.

—¿ella?, ¿quién? —preguntó.

—prometelo y ya—giró los ojos.

—lo prometo

—he recibido una llamada estraña en la que me decía que cuidará de Triana—él abrió mucho los ojos.

—¿has mirado el número? ¿La voz era de chico o chica? —yo negué.

—no he podido ver el número y la voz estaba difuminada, no sé si aposta o sin querer—él puso su mano en mi hombro.

—vale, tranquilo. Triana siempre está contigo o conmigo, ahora que yo también lo sé la miraremos de cerca—yo pensé un momento. Mientras estuviera con el fornido de Evan nada malo la pasaría, ¿pero y si estaba conmigo? Claramente la cosa estaba jodida.

Desde que te viDonde viven las historias. Descúbrelo ahora