El bus, la anciana y las manzanas

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Un par de días después de la revelación divina pude ponerme en contacto conmigo padres, había ido a casa por ropa y bueno otras cosas como mi toalla, mi cepillo de dientes, etc, etc. Aunque Satoru quería que comoraramos nuevos para que los dejara de una vez en su casa insisti en ir por mis cosas. He de decir que salir a la calle me daba terror pero una vez afuera no fue tan malo, al entrar a casa con la llave secreta revise los grifos y las estufas así como quien está buscándose algún problema, revolví la casa n búsqueda de micrófonos o de algo extraño que confirmara mis sospechas.

Sobra mencionar que no encontré nada extraño, aunque lo cierto es que de haber encontrado algo lo más probable es que tampoco supiera que había encontrado algo.

Me bañe, me di como tres mil vueltas por mi casa, eche la siesta porque bueno cuando no haces más que dormir, ponerte calentorra con tu Satoru y comer pues te vuelves perezoso y te casas más rápido. Al despertar de mi siesta morenita llamadas perdidas, me quedé viendo mi reflejo en la pantalla oscura de mi teléfono: Dios, no puedo decir que me viera mal o demacrada, de hecho estaba feliz.

"la persona que me gusta gusta de mi, estamos viviendo juntos, no puede ser mejor!"

Sin embargo al ver mi reflejo podía ver como algo no terminaba de encajar en mi, claro así me sentía. Los cabos sueltos me volvían loca.

Aunque por mucho tiempo apreciaba las que nada mi tiempo a solas en casa después de que pasara un par de horas ya me había aburrido, la casa estaba sola y aburrida, si mis padres en los alrededores las paredes color salmón y las cortinas que siempre me parecieron rosadas se veían opacas y sin chiste, mi hermano tampoco estaba...

Hice una pequeña maleta con las cosas que necesitaría y salí a coger el bus que me llevaba al barrio de Satoru. Era la primera vez que tomaba  ese bus y aunque tenía una pequeña idea de que ruta cursaba no sabía que este pasara por el barrio donde vivía Sarina, ahí estaba yo temblando en mi asiento de caucho color verde.

Al pasar frente a su casa sentí un escalofrío bajándome por la espada, volví la cabeza más de dos veces en lo que nos fuimos alejando, en lo que yo esperaba encontrármela viendo por la ventana, afilando un hacha o simplemente saliendo por la puerta. Me hice bolita en el asiento ¡Está era la oportunidad perfecta para hablar con ella y terminar de aclarar todo el asunto! Lo sabía pero no me movía. Me coloqué el gorro de la chaqueta y puse una mano dentro de la cesta de frutas (únicamente de manzanas verdes) que había comprado de camino al bus, mordia una hasta que caí en cuenta de que tenía una señora mayor al lado, esta me miraba disimuladamente con sus ojos rasgados su bolso carmesí su vestido blanco de flores, sus sandalias y su recogido de abuela.

- Quiere una manzana?- le pregunte lo más casual que pude, aunque esta ciudad no era lo más usual seguía siendo una ciudad y las personas no suelen hablarse entre sí - Estan buenas.

¿Porque soy una persona tan anormal?

La señora sonrío y con una voz suave como la seda declinó mi oferta:

-Aunque estoy segura de que están deliciosas- dijo, sus ojos eran un par de rejillas negras ahora, en eso pensé que si la mujer de casualidad era asiática quise preguntarle pero me dio vergüenza-  Te veía porque pareces angustiada por algo.

Ok, eso no me lo esperaba.

-¿A sí?- le devolví la pregunta fingiendo algo de demencia ¿Porque tenía que ser tan endemoniadamente transparente? Mire por la ventana y me di cuenta que nos había cogido un semáforo, seguíamos en el barrio de Sarina a pesar de haber dejado su casa atrás- Bien pues algo... Si...- ¿Se suponía que le contara a esa señora mi drama personal y mis sospechas sobre mi creciente brote psicótico? Ella solo me miraba con esa sonrisa afable que empezaba a ponerme algo nerviosa- Digamos que tengo un problema con una amiga.

- las amigas no dan problemas a niñas- dijo con un marcado asentó extranjero en lo que parecía negar con la cabeza- los chicos dan problemas a las chicas.

Esta mujer no conocía a Sarina.

-Claro bien, eso creí por mucho tiempo- dije acomodándome un poco en mi asiento- aunque el chico tiene que ver en el asunto ya no creo que sea él la raíz de mi problema.

A estas alturas ya no estaba segura si Sarina era realmente mi problema, mire a la señora meditando sobre quién sabe qué cosas, ella no entendería.

Igual que demonios.

- Es más creo que el problema soy yo- complemente- creo que me estoy volviendo loca.

-Niña no parece estar loca- dijo con la expresión seria- Tal vez niñas estar solo un poco enferma.

Yo solo le sonreía a la anciana random, fue dulce supongo, aunque cuando me volví a ver por la ventana me sentí más inquieta que nunca, dejábamos atrás el barrio de Sarina pero estábamos parándo en una parada de buses, la simple imagen de una chica rubia fue lo suficiente como para hacer que volviera a encogerme y hacerme bolita en mi saco, el cual por cierto caía en venta de que era de Satoru, era la muda que el me presto para hacer mis diligencias. Yo ya estaba sufriendo de un pequeño ataque de pánico, sin embargo intente disimular, no quería que la ancianos siguiera haciéndome preguntas, tome una manzana y la mordí de manera que está me ocultara algo el rostro.

Al poner atención en el perfil de la chica vi que no era Sarina y pude respirar.

El resto del trayecto del bus fue sufrir las secuelas del susto que me había pegado, me sentía nerviosa, la mano ame temblaban y tenía unas inmensas ganas de llorar, pero me negaba a llorar frente a la señora. Al llegar al paradero del barrio de Satoru le deje a la señora amable una manzana, ella sonrió pero no dijo nada más, yo fui prácticamente trotando hasta llegar el edificio "anunciarme" haciendo una rápida seña al sellador que parecía querer estar en cualquier otro lado que no fuera ese, subir por el asensor, al llegar al piso 12 Satoru me esperaba con la puerta abierta vestido con vaqueros, camiseta blanca y el cabello mojado, estaba cocinando al sartén lo que parecía ser una mezcla de verduras.

El levanto la miraba al verme llegar, sonrío pero volvió a las verduras. Disimulando un poco como me temblaban las piernas puse la cesta y mi maleta en la salita.

- Huele delicioso- dije en lo que me acercaba a él, abrazándolo por la espalda- ¿te aburriste de pedir domicilios todos los días?

Le sentí reír.

-Creí que hoy te gustaría algo diferente- dijo tomando poniendo una de sus manos sobre las mías- ¿Cómo te fue?

Yo solo lo abrace un poco más fuerte.

-Traje manzanas.

Satoru sin apagar el sartén se dio la vuelta sin desaser mi abrazo, dejándonos frente a frente, cogio mi cara entre sus manos y me miró repentinamente  serio.

-Pasó algo - dijo y no era pregunta, yo quería mantenerle la mirada pero no quería ponerme a llorar frente a él. Desvíe la mirada deshaciendo el abrazo pero él no me soltó- Tatsuko ¿qué ocurrió?

Tragué saliva, en lo que pensaba en que decir le mire de nuevo, su expresión no había cambiado en lo más mínimo, seguía siendo dulce pero la seriedad era la predominante, en lo que me mojaba los labios para contestar sonó nuevamente el xitofono.

-No vas a contestar? -pregunté en lo que Satoru juntaba las cejas.

-No vas a contestar?- me devolvió la pregunta, no sé si alguna vez hayan escuchado un citofono pero esas cosas suenan muy duro, su sonido se puede comparar con el de las ambulancias o yo qué sé- Rayos- dijo y si quítarme la mirada de encima me soltó y fue a contestar el comunicador infernal- ¿si Que sigan.

A Satoru solo pareció darle tiempo suficiente para apagar el sartén cuando entraron Carter, Malick y Azu al apartamento, venían con lo que parecía ser unas cajas de pizza y unas cervezas.

-Se acabo la luna de miel!- gritó Carter al llegar meneando las cervezas.

Y el es SatoruDonde viven las historias. Descúbrelo ahora