La hora de la verdad: Sarina vs Tatsuko

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La mañana del 30 de diciembre, el día en que partíamos de viaje, me despertó el sonido del teléfono fijo del apartamento de Satoru (el cual pagaba contra su voluntad ya que venía en paquetería con el internet) eran mis padres quienes llamaban por cobrar desde Shanghai, aunque en sus palabras me preguntaban por mi salud, como iba todo y si le había hachado un ojo q la casa en todo este tiempo pero a travez del teléfono y todos los miles de kilómetros que nos separaban sabía que realmente se estaban muriendo por preguntarme si estábamos siendo responsables, lo más parecido a esa pregunta que me hizo mi madre ir simplemente cuando me pregunto si Satoru se quejaba mucho de mis ronquidos.

Mis padres eran demasiado relajados.

Hablando de Satoru el se encontraba en su trabajo de verano, estaba haciendo el turno de la mañana en la biblioteca central, esa que nadie más que los colegios visita de vez en cuando. Salía muy temprano en la mañana y me dejaba el desayuno guardado en la nevera (aunque yo usualmente despertaba a hora del almuerzo) me dejaba siempre una nota diciendo que había salido y que volvería a tal o cual horas, siempre era cumplido... O bueno en los días que llevábamos juntos nunca se había retrasado a su promesa.

Yo deslice los dedos por la nota de esa vez, siempre escribía con mucha calma, su letra era cursiva pero no fea como la de la mayoría de los hombres, tenía sentido y a diferencia de mi escribía lindo. Me escribía porque sabía que no tenía celular y el odiaba la idea de hacerme usar el teléfono de su casa, sin embargo yo sabía bien que a él le gustaba dejarme notitas y bueno a mi también me encantaban sus notitas, sus detalles antes de dormir, su cara al dormir... Esa expresión meditabunda su suave respiración.

Dicen que el amor se da de diferentes maneras en la vida y que una persona no se enamora dos veces de la misma forma, sin embargo yo empezaba a verlo de otra forma: No sabía que era realmente amar a alguien. Igual e íbamos demasiado rápido, pero hacía tiempo había terminado de importar cuánto tiempo llevábamos juntos o si estábamos juntos juntos yo quería atesorar los sentimientos que tenía, hacer las cosas bien.

Busque entre mis cosas y me vestí con cuidado de no ponerme nada de él, ya que últimamente era eso lo que hacía todo el tiempo porque su ropa simplemente era más cool y cómoda que la mía. Tome la nota de Satoru y salí del edificio en camino a la parada de autobús.

No podía seguir haciendo las cosas a medias.

El viaje hasta el barrio de Sarina duro prácticamente lo mismo que la otra vez, solo que en lo que respecta a a mi psiquis era completamente diferente, la última vez estaba peleando para no partirme en dos debido a la ansiedad, esta vez me sentía como se siente un estudiante antes de exponer en ropa interior sobre física cuántica en chino sin ser chino. Una parte mi quería nunca llegar a casa de Sarina y otra simplemente andaba en otra cosa.

No quería perder a una amiga por un chico, así está chico fuera Satoru me gustara tanto (tantisisisimo) y fuera tan fácil y especial todo con el, por otro lado no quería dejar que los demás siguieran controlando mi vida, quería por una vez tomar decisión y hacer lo que realmente quería hacer... Que Sarina me odiara era un riesgo que estaba dispuesta a correr para poder avanzar.

Hacía solo un par de meses desde que no iba a casa de Sarina, sin embargo habían pasado tantas cosas que me
Parecieron años. La fachada estaba igual que siempre, las ventanas de los tres pasos de la casa cubiertas con cortinas todas del mismo color beige. A pesar de que ya la había visto mil veces y que ese día estaba haciendo muy buen tiempo la casa se veía espeluznante, reiteró estaba igual que siempre, pero había algo en su color oscuro, en su forma angosta y larguirucha (que hacía parecer a la casa una especie de torre sombría) que me daba mala espina, siempre me pareció un lugar sombrío y extraño pero nunca temo tanto como aquel día.

Y el es SatoruDonde viven las historias. Descúbrelo ahora