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Al amanecer...

Los embajadores comenzaron a temer de la Gente del Cielo, por lo tanto, le exigían a su Comandante que enviara las patrullas, tanto caninas como felinas. Al no tener otra opción, Tobias, Zak y Skyler emprendieron camino hacia el campamento de aquellas personas.

La verdad es que, ellos (Zak y Skyler) no querían arriesgar a toda la camada por algo tan insignificante. Les podría costar las propias vidas de los animales, y era algo con lo que no querían ni podrían lidiar. Zak estuvo dispuesto a acompañarles, ya que, es un excelente rastreador, y tiene habilidades de sanador. No se opusieron a la compañía de este, ya que, entre estos tres, desatarían una bomba en cualquier lugar a cualquier momento. Preferían eso antes de tener alguna baja, tanto de ellos como del resto.

Salieron de Tondc en dirección hacia el campamento. Skyler y Tobias tenían el rastro, mientras que Zak les cubría sus espalda utilizando su arco, en caso de emergencias. El aire estaba tenso, pero si hablaban, se distraerían o podrían encontrarlos, y no podían darse el lujo de descubrirlos, por lo menos no por ahora.

Estaban yendo por el camino correcto, cuando sintió otro rastro. Se detuvo, levantando su cuerpo e inhalando. Alzó la mano, y los tres se detuvieron. Tobias intentó oler lo mismo que su hermana, y lo hizo. Miró hacia el suelo, viendo que habían huellas de pisadas, pero no eran de ninguno de los presentes. Significaba una de dos cosas, o encontraron al grupo, o el grupo los encontró a ellos.

—¿Qué? ¿Qué ocurre? —preguntó Zak, viendo a sus dos hermanos.

—¿Captaste lo mismo que yo? —preguntó Skyler.

—Sí. Lo hice. —respondió Tobias. Le señaló el rastro a Skyler, notando que no era sólo un par de pies, sino por lo menos cuatro, tal vez cinco. Ella las notó y se agachó, pasando sus dedos por estas mismas.

Una corriente de viento se hizo presente, y eso causó que sintieran el olor mucho más fuerte. Olía a, bueno, no sabían como describirlo, porque ellos estaban acostumbrados al olor que desprendía la tierra, el olor de la naturaleza, no ese olor tan poco real, tan, tan, tan ficticio y peculiar, como si no existiera.

—¿De qué hablan, chicos? —preguntó Zak. Él no podía oler nada. Alzó un poco la voz, y ambos hermanos le callaron de inmediato, colocando sus dedos en la punta de sus labios.

Entre lenguaje de señas, informaron que, primero: guardara silencio; segundo, señalaron hacia arriba y entendió de inmediato. Cada uno se subió en un árbol distinto, pero aún así cerca, para que pudieran presenciar lo mismo. Zak miró hacia todos lados, cuando vio hacia delante, viendo un grupo de jóvenes gritar y exclamar a más no poder.

—Miren —habló Zak—. Gente del Cielo.

Veían como exclamaban y reían felices. Ninguno sabía porqué, pero estaban seguros de que esa felicidad no iba a durar mucho. Estuvieron algunos segundos mirándolos, intentando de esa manera, lograr reconocerlos de algún clan, pero parecían tan felices con todo a su alrededor, que ni siquiera podrían ser capaces de pertenecer a Floukru.

—Hazlo —ordenó Zak a su hermana.

Skyler cogió su lanza, dudando si apuntar a la cabeza, corazón o pulmones. Sin duda, con las tres opciones moriría. Pero, como alguna vez Lincoln le enseñó cuando pequeña, a veces era bueno tener el beneficio de la duda.

—Espera, ¿qué haces? —preguntó Tobias, deteniendo a ambos— Lincoln se enfadará.

—¿Te preocupa Lincoln pero no Lexa? —preguntó Zak, confundido, colgando su arco entre su pecho para que no estorbara.

—Lincoln es el hermano mayor —se encogió de hombros, como si fuera obvio—. Ni siquiera saben que existimos.

—Lo harán ahora —dijo Zak, quitándole la lanza a Skyler y la lanzó, al costado opuesto del corazón. Había fallado, y le dolía en el orgullo. Ignoró el incómodo momento donde ambos hermanos intentaron no reír por haber fallado, las lanzas nunca se le dieron bien a Zak—. Vámonos.

—¡Jasper!

Skyler y Tobias se quedaron callados casi por instinto. Zak jamás tomaba una decisión apresurada sin saber que sus hermanos estaban de acuerdo. Al parecer, él estaba igual de asustado que los embajadores. Algo raro, considerando que él nunca le temía a las amenazas.

Vieron como el grupo comenzó a correr, sin fijarse que pasaron justo debajo de ellos y tenían mucho más posibilidades de morir que las de ese chico. De hecho, incluso los pudiesen haberlos visto, pero estaban tan asustados y ensimismados en correr que ni siquiera fijaron si a sus lados había alguien que no fuese como ellos, del Cielo.

Zak ya había desaparecido, por lo tanto, los otros dos hicieron lo mismo.

Corrieron el sentido contrario del otro grupo, cruzando el río gracias a la misma liana que colgaba.

Skyler logró atrapar a Zak moviendo el cuerpo del muchacho, más bien arrastrándolo, mientras este gritaba y agonizaba.

—¿Qué crees que estás haciendo? —alzó la voz Skyler, viendo que su hermano tenía cero tacto contra el pobre chico moribundo.

—Salvando a mis Lobos, y a tus gatitos.

Pensó que iba a responder alguna tontería como: "matarlo", o... La verdad, esa era la única respuesta posible que Zak hubiese dicho.

—¿A qué te refieres?

Zak suspiró, sin querer lidiar con la testaruda de su hermana. La razón por la cual tenía por primera vez miedo, era porque una vez que vean aunque sea la cola de uno de sus lobos, no pensarían en nada más que cazarlo por el instinto de supervivencia y por no tener comida. Por eso mismo, él era el que debía controlar la amenaza.

—Si no hacíamos algo, Lexa enviaría a las manadas. Y creo que siendo Alfa, desearás arriesgarte tú primero.

Mantuvo silencio y se cruzó de brazos. Odiaba cuando tenía razón.

Entre los tres, colgaron el cuerpo del chico llamado Jasper justo en el tronco de un gran árbol en la mitad del bosque, mientras que sujetaban su cuerpo con cuerdas alrededor de todas las ramas. No fue para nada difícil, considerando lo delgado y liviano que era, pesaba lo mismo que una pluma.

Tobias se encargó de ir al lago y colocar una cataplasma en la herida de la lanza, la cual Zak sacó de un tirón sin tener ningún cuidado, causando un grito que pudo haber llamado a cualquier otro intruso en el bosque.

—¿Por qué no lo dejamos en el lago? —preguntó Tobias, bastante despreocupado si debemos mencionar, ya que estaba apoyado en la misma lanza que utilizaron para apuñalar al chico.

—No podemos dejar que se conviertan en el enemigo. Así que los asustaremos, para que ojalá se vayan y desaparezcan.

—¿Y tú crees que lo harán? —volvió a preguntar su hermano, con ironía.

—Tienen que hacerlo. Es la primera advertencia. Y ambos saben lo que tienen que hacer a la segunda. Ni siquiera deberíamos haberles advertido, y tampoco creo que lo sepan.

—¿Qué pasa si van a Sangedakru? ¿O Azgeda?

—Eso no estaría en nuestras manos. Y la verdad es que conociendo al idiota de Loghan y a su Reina Loca, jamás me ofrecería para ayudarlo aunque Lexa me ordenara.

Ninguno dijo nada ante las palabras de Zak. Porque exactamente, ninguno tenía un mejor plan para manejar a los intrusos que allanaron sus tierras.

¿Bajas la voz o te pinto un blanco en la espalda?

Escucharon esa voz a lo lejos. Levantaron la mirada al mismo tiempo.

—Están aquí.

𝑭𝑬𝑳𝑰𝑫𝑨𝑬: 𝑇𝐻𝐸 𝐻𝑈𝑁𝐷𝑅𝐸𝐷 | 𝐁.𝐁Donde viven las historias. Descúbrelo ahora