𝐅𝐄𝐋𝐈𝐃𝐀𝐄 | 𝚃𝙷𝙴 𝙷𝚄𝙽𝙳𝚁𝙴𝙳 𝙵𝙰𝙽𝙵𝙸𝙲𝚃𝙸𝙾𝙽
Tener más de un hijo en el Arca estaba totalmente prohibido, pero no era culpa de uno/a que fuesen gemelos... o gemelas, en este caso.
Lo que no te mata te hace fuerte, en este caso, si la...
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Ya cuando todos estaban afuera, los hermanos comenzaron a recorrer lo que quedaba de Polis. Era de noche. Conversaban alegremente, hasta que Diyoza hizo volar la fuente que estaba en el centro. Los hermanos se prepararon, acercándose, al igual que Skyler.
—Era una bonita fuente, pero eso ha sido solo a la mitad de potencia. Sé que la mayoría de ustedes están armados. Si alguno se mueve por un arma, verán lo que hace a máxima potencia en la carne humana. No es bonito.
Skyler dio pasos adelante, protegiendo a su familia y pueblo en el proceso. Porque ella sería la primera en matar a Diyoza y a todo su equipo si algo le sucedía a ellos.
Octavia vio su movimiento y se enfadó, caminando delante de ella, demostrando que ella era la persona que mandaba.
—Haz tu llamada —desafió. Al ver que Raven no respondía, Diyoza sonrió satisfecha—. El trato ha acabado, pero nadie tiene por qué salir herido.
Le preguntaron a Clarke por su madre, pero Octavia se rehusó. Intentaron dispararle, así que el resto sacó sus armas, al igual que el enemigo.
—Estoy aquí —dijo Abby—. No dispares. Iremos sin luchar.
—Apuesto a que lo harás, traidor —le dijo Octavia a Kane.
—¿"Iremos"? —preguntó Diyoza.
—Los dos. Esas son mis condiciones.
—Veo de dónde lo sacó tu hija. Llévalos a ambos.
—Mamá, ¿qué estás haciendo? —le preguntó Clarke.
—Te quiero, Clarke.
—De acuerdo, entonces. Aquí están mis términos —habló Diyoza—. El valle es nuestro. Cualquiera que intente llegar allí se encontrará con una fuerza abrumadora. Mientras se queden aquí, no tendremos problema. ¿Es eso un problema?
—¿Qué pasa con Raven y Murphy?
—Por ahora, como seguro. Vámonos.
—¡Espera! —gritó Skyler, sobrepasando a Octavia, quedando frente a Diyoza. La gente de ésta misma alzó sus armas, para ver si se arrepentía, pero no lo hizo. Cuando ellos alzaron sus armas, también lo hicieron el resto de los terrestres, protegiendo a su Comandante.
—Te crees muy valiente para venir hacia mí.
—¿Quieres matarme? —preguntó, alzando la voz— Adelante, hazlo. Nadie los detendrá de matarte y a los otros.
Diyoza apretó su puño, enfadada.
—Le estás declarando la guerra a los últimos sobrevivientes de la Tierra. ¿De verdad quieres cometer ese error?
