Mudanza

6.6K 351 59
                                    

Dylan

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Dylan

He pasado las últimas semanas empacando, ya que a mí madre se le ocurrió la brillante idea de mudarnos, según ella necesitamos un cambio de ambiente, pero para mí eso significa una perdición y una locura.

Hemos estado viviendo en esta casa desde que tengo memoria, así que no me parece buena idea irnos a vivir a otro lado.

—¡Dylan! ¡Apúrate! —grita— ¡Que el camión ya está terminado de cargar todo!

Mierda, es hora de despedirme. Justo en este momento estoy en la que fue mi habitación por 19 casi 20 años y no sé cómo sentirme al respecto.

—Bueno —empiezo a hablar— Creo que es momento de decirle adiós a esta habitación que conoce bien mis momentos felices, de travesuras —sonrío al recordar algunas de ellas— Mis encuentros con chicas —se me hace más grande la sonrisa y al mismo tiempo niego con la cabeza— Mis momentos de soledad, de tristeza, mis momentos de rebeldía —me pongo serio al recordar los momentos en que me comporté como un hijo de puta con mi madre— Me siento realmente agradecido con estas cuatro paredes.

Me sincero y al mismo tiempo me pongo a pensar que parezco un idiota al estar haciendo esto. Pero ya que, todos nos encariñamos con algo ¿O no?

Alguien entra a la habitación y me abraza por la espalda, inmediatamente mi cuerpo se tensa.

Cuando logro ver parte del vestido de flores que me encanta me relajo al saber que ella es la única mujer que en verdad me ama, a pesar de todo.

—Sé que es muy difícil esto Dylan, pero vas a poder sobrellevarlo.

Mi madre tiene razón, pero aun así no puedo dejar de sentir ese vacío en mi pecho. Parezco una nena al comportarme así.

Niego y sonrío de lado.

—Si lo sé ¿Nos vamos? —me volteo y miro que está tratando de reprimir las lágrimas.

No sé de dónde sale este acto, pero la abrazo. Porque sé que a ella le afecta más que a mí, en cuanto mis brazos la rodean empieza a sollozar.

—¡Shh! Tranquila, todo va a estar bien, no es necesario que te pongas así —susurro haciendo que se relaje en seguida.

—Lo s-sé —gimotea— Simplemente voy a extrañar este lugar —trata de sonreírme, pero lo único que le sale es una mueca.

En cuanto noto que está más tranquila la aparto y la miro a la cara.

—¿Lista? —pregunto y asiente— Entonces, creo que ya es hora de irnos —trato de sonar un poco entusiasmado para no hacerla sentir peor, y creo que lo logré, ya que me regala una sonrisa digna de una revista.

Al bajar veo a mi único amigo Santiago recostado en el marco de la puerta de entrada. Me ve y me sonríe burlón, estoy seguro de que escuchó nuestra conversación.

El imbécil de mi vecinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora