Verdaderas amistades

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Alto, Hay un capítulo antes que este!

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Alto, Hay un capítulo antes que este!

Dylan

Antes de separarme de sus jugosos labios los muerdo, para después sonreír como tonto.

Eso es lo que me hace ser April Rodríguez.

Un tonto y loco enamorado.

Sus ojos color avellana me observan detenidamente con ese brillo hermoso que adquirió en estos últimos días. Solo espero que duren así por mucho tiempo más.

Ya nada de pasados tormentosos, ni mucho menos tipos locos tratando de secuestrarla.

Eso se acabó. A partir de este momento habrá un nuevo comienzo.

Nuestro comienzo, si ella así lo quiere.

De lo contrario me haré a un lado para que ella pueda sanar sus propias heridas, y yo hacer lo mismo con las mías.

Suspiro resignado.

Muy dentro de mí espero que ella quiera sanarlas junto a las mías. Porque yo solo no podré ser capaz de enfrentar a mi padre.

Si, después de ocho años volveré a verlo. Y no porque yo así lo desee, si no que el pobre está pasando sus últimos días postrado en una camilla de un hospital.

Y su último deseo fue verme...

Cuando mi madre me lo contó la única reacción que tuvo de mi parte fue una sonrisa, sonrisa que no pude borrar por el resto de ese día.

Ella siguió insistiendo en ir a verlo, pero siempre obtuvo la misma respuesta.

Un rotundo no.

Pensaran que soy un jodido hijo de puta y bla, bla, bla.

Pero no puedo olvidar de la noche a la mañana el daño que nos causó. Él era todo para nosotros, y no le importó eso. Nunca le importamos.

¿Y ahora por qué debe de importarme él?

Suspiro derrotado y me desarreglo el cabello, frustrado.

Él no me importa, pero si la chica que esta frente a mí, y conozco tanto a mi madre que sé que ella hubiera ido con April para pedirle ayuda y así convencerme en ir. Y como estamos hablando de mi salvaje sé que se hubiera prestado a ese tonto juego.

Así que para ahorrar tanta mierda le di el gusto a mi madre. Y mañana iré a verlo, de solo imaginarme ese "reencuentro" la bilis se me sube.

Mi salvaje se pega más a mi cuerpo haciendo que deje de lado mis pensamientos.

—¿Estas bien? —asiento.

—Mejor que nunca.

Con un brazo le rodeo la cintura pegándola aún más a mi cuerpo.

Paso los dedos de mi otra mano por su brazo hasta llegar a su mejilla, haciendo que se le erice la piel en el transcurso.

Acerco mi rostro y rozo nuestros labios.

El imbécil de mi vecinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora