No quiero perderla

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Dylan

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Dylan

Lluvia, sombras, borroso.

El cuerpo me duele, siento como si me hubiera tirado un maldito camión. Trato de levantarme, pero no lo consigo. Al contrario, me voy de cara hacia el suelo.

La ropa la llevo sucia y rota, la cabeza me palpita y me duele demasiado. Me llevo las manos hacia arriba y la agarro fuerte tratando de detener el dolor, pero no lo consigo.

Bajo las manos al sentir como algo me chorrea, es rojo... es sangre.

¿Cómo me golpeé?

Escucho un grito desgarrador cerca de donde estoy. Volteo hacia todos los lados tratando de comprender algo.

—¡Dylan!

Esa voz es como una bofetada en mi cara.

«Es April» reconozco.

La respiración se me dificulta y el cuerpo se me tensa.

—¡Ayuda!

Vuelve a gritar, corro hacia donde creo que proviene la voz.

Un rayo cae y la lluvia se intensifica si eso es posible.

—¡Dylan, por favor!

Doy tres pasos más y me quedo de piedra al observarla. La sangre me hierve y la ira me ciega.

April está tirada y sobre ella está un tipo.

Camino hacia ellos, pero alguien más me detiene y se me abalanza.

Rodamos sobre el suelo, trato de quitármelo de encima, pero el muy maldito es fuerte y no me lo permite.

Los gritos de April siguen resonando enfureciéndome en seguida y ese es el detonante para que voltee los papeles.

El tipo se queda abajo y yo aprovecho a darle no solo uno, sino que varios golpes en la cara hasta dejarlo irreconocible.

Cuando veo que ya no puede hacer nada me levanto y voy por el que le está haciendo daño a mi salvaje.

—¡Dylan! ¡cuidado! grita, pero ya es tarde. El sonido del disparo se escucha por todo el lugar paralizándome inmediatamente.

Bajo la vista hacia mi abdomen y veo la gran mancha color carmesí que se va extendiendo por toda mi camisa.

Dos, tres disparos y la visión se me empieza a poner borrosa.

—¡Dylan!

El llanto de April se mezcla con el ruido de la lluvia. Caigo de rodillas con un dolor intenso en el lado izquierdo de mi pecho.

Trato de arrastrarme y acercarme, pero las pocas fuerzas que tengo me lo impiden.

—Salvaje... yo...

El imbécil de mi vecinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora