Ojos color avellana

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Dylan

Estoy saliendo de la casa para ir a ver dónde se metió Santiago, según él iba a ir a comprar algo para comer, pero no ha regresado. Estoy a punto de sacar el celular de mi bolsillo cuando levanto la vista y la veo.

Una chica linda que me devora con la mirada, sonrío fanfarrón y hago lo mismo que ella.

La examino de pies a cabeza, lleva puesto unas botas negras altas, pantalón negro que le llega a la cintura, una blusa café que le queda perfectamente bien, cabello café hasta la cintura, piel algo bronceada, estatura mediana, si no estoy mal su cabeza me estaría llegando a los hombros. La repaso completa y me doy cuenta de que tiene un cuerpo que cualquier mujer envidiaría.

Perfecto.

Subo a su cuello y ¡Dios! ese cuello está listo para que yo lo saboree y lo muerda.

¿Qué me está pasando? Dejo de pensar en su cuello y la sigo examinando.

Me remojo los labios al ver que tiene unos labios carnosos de infarto, una nariz respingada, y unos ojos color...

¿Avellana? Sí, ojos color avellana que me dejan hechizado.

Sus ojos se encuentran con los míos y un leve rubor se extiende en sus mejillas. Ladeo una sonrisa, no es por ser arrogante, pero ese es el efecto que tengo en las chicas. Y sé que ella no será la excepción.

¿Quién será esa chica?

Levanto la mano saludándola, pero lo único que hace es apartar la vista.

Frunzo el ceño al no comprender nada. Entonces se da media vuelta y en el momento en que se voltea me quedo embelesado con su culo.

Rio bajo al imaginar lo que haré más adelante con el.

Recorro la vista por todo el lugar y me doy cuenta del carro que se encuentra frente a la casa. Carro que no estaba cuando venimos, un Volkswagen azul.

Creo que no está nada mal habernos venido a vivir aquí.

Mi celular vibra sacándome de mis pensamientos lujuriosos.

Veo el remitente y es nada más ni nada menos que Santiago, deslizo el dedo y hablo antes de él.

—¿En dónde estás? ¡¿Por qué no te apuras?!

—Tranquilo primor, deja tu mal humor de lado y háblame bien, guapo —ruedo los ojos

—Amigo mío ¿Por qué no has venido? —suelta una risa.

—Así está mejor, bueno a lo que iba, no he llegado porque hay un tráfico terrible en esta zona —sabía que no todo estaba bien en este lugar— Así que me voy a tardar más o menos unas cuatro horas —¿Qué? ¡Maldición!— ¿Dylan, estas ahí?

—Sí, aquí estoy —me paso la mano por el cabello— ¿Pero estas seguro que hay un tráfico terrible o solo es una excusa para irte de cacería? —suspira derrotado.

El imbécil de mi vecinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora