Invitándome a pecar

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April

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April

Una semana, una jodida semana ha pasado desde que me besé con Dylan, he estado tratando de evitarlo durante estos días y lo he logrado, pero el día de enfrentarlo ha llegado. Hoy tenemos que entregar el trabajo, por lo tanto tengo que verlo.

De solo pensarlo se instala un cosquilleo en mi estómago, no sé cómo actuar ahora, tampoco sé si podré verlo de nuevo a los ojos.

En el transcurso de este tiempo no hay un solo día en que no deje de pensar en ese momento; en sus labios suaves y a la vez rudos moviéndose con ímpetu sobre los míos, en sus manos cálidas aferrándose a mi cadera, la sensación de tener enterradas mis manos en su cabello, o en su cuerpo pegado al mío encajando perfectamente. Ni hablar de la forma en cómo reaccionó ante mi toque y en la sensación que sentí al tener su erección clavada en mi estómago.

No negaré que me gustaría repetir lo que hicimos, nunca nadie había despertado mi apetito sexual, inclusive lo evitaba a toda costa, pero con él es imposible no hacerlo. Con una mirada suya basta con que quiera entregarme sin importar las consecuencias.

Sin embargo, ahorita no quiero una relación, siento que todavía no estoy preparada para una. Y si se llega a dar no creo que sea con Dylan, él es un chico de solo ligues y a mí no me gustaría ser una más. Pero eso no quiere decir que no vaya a haber una tensión sexual entre él y yo después de lo sucedido.

Y lo digo porque acabo de entrar al salón en donde justamente solo nos encontramos nosotros dos y ya mis pensamientos van hacia ese punto.

Moverme se me hace una tarea imposible, su mirada intensa no deja de acecharme. Paso mi lengua por mi labio inferior y como si se tratara de un imán y un metal su mirada viaja a ese lugar.

Me hago pequeña al ver como se aproxima de manera lenta y escalofriante, trato de mover los pies, pero estos simplemente no me funcionan, es como si me hubieran plantado en este mismo lugar. Mis vellos de la nuca se erizan cuando está a menos de seis pasos, no confió en mí en este momento, él podría hacerme lo que quisiera y yo no pondría resistencia. Todo mi cuerpo lo aclama y lo desea.

Los labios empiezan a picarme al igual que otras zonas de mi cuerpo. Un paso más y estoy perdida...

Murmullos empiezan a escucharse.

Agradezco internamente cuando un grupo de chicos entran haciendo que mi vecino deje de caminar, tensa la mandíbula y regresa a su lugar.

Saco el aire que no sabía que estaba reteniendo.

No sé si acercarme y sentarme a la par, pero aguantarme las consecuencias, o buscar otro lugar en donde me sienta segura.

Bufo al recordar que tenemos que arreglar el trabajo, camino con piernas temblorosas hacia él y éste sonríe de lado. Trago sonoramente.

«Tú puedes hacerlo April» me repito una y otra vez.

Cierro los ojos cuando su fragancia llega a mis fosas nasales ¿Por qué justamente hoy tenía que oler jodidamente bien? Aunque siempre huele bien.

El imbécil de mi vecinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora