Capítulo 2

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—¡Date prisa, vamos justas de tiempo! ¿Acaso no ves la hora qué es?, aún tenemos que facturar las maletas, ¿lo tienes todo?

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—¡Date prisa, vamos justas de tiempo! ¿Acaso no ves la hora qué es?, aún tenemos que facturar las maletas, ¿lo tienes todo?

—Sí, Pandita, lo tengo todo, creo que no se me olvida nada —confiesa, mirando todas sus maletas.

Mi hermana como siempre no ha dejado nada atrás, yo en cambio, solo he traído unas pocas cosas.

No he querido hacerlo, una parte de mi no quiere desprenderse de la casa de mis abuelos.

De nuestros recuerdos.

—¡Dios qué difícil es esto!, no puedo terminar de creerme por lo que estamos pasando, me siento tan vacía —admite con lágrimas en sus ojos—. Este dolor en el pecho es tan fuerte, Sorcha. Siento como mi alma se ha ido agrietando lentamente con el paso de las horas. La pena no me deja ver con claridad, es como si estuviese en un sueño del que no logro despertar.

—Lo sé, entiendo perfectamente lo que sientes porque yo estoy igual de vacía sin ella —confieso apretando sus manos.

—¿No hemos quedado solas?, ¿se ha ido y no volverá? ¿No la volveremos a ver nunca más? —pregunta mi hermana llena de angustia.

—Se ha ido, pero nos dejó lo mejor, nos crió y lo hizo con todo su amor, el mejor amor que una pudo tener, ella fue grande para nosotras, no la recuerdes con esa tristeza, no se lo merece, —manifiesto como puedo mis sentimientos, intento qué ella no piense en la muerte de nuestra abuela.

—Tenemos que empezar de cero, recordar los bonitos momentos que nos dejó, son muchos, y todos son buenos recuerdos. Vamos a vivir con lo que nos enseñó, hacer que se sienta orgullosa dónde quiera que esté —vuelvo a hablarle en el mismo tono, quiero que no se quede con los malos recuerdos de su enfermedad.

—Tengo tanto miedo, Sorcha, sé que ahora nos tenemos la una a la otra, pero se ha ido una parte de nosotras con ella. ¿Qué va a ser de mi y de ti?

—Tranquila, estaremos bien con Alma, volveremos a retomar nuestras vidas. Me gustaría poder hacer algo para que te sintieras mejor, ella querría que siguiéramos con nuestras vidas, no podemos ser egoístas. Por desgracia nadie vive eternamente, pero ella siempre vivirá en nuestros corazones, somos parte de ella. No te atormentes más, vivió feliz y nos crió muy bien, no me lo pongas difícil, ya no sé cómo consolarte. Yo también lo paso mal, y no me gusta verte triste.

—Tienes razón, pero es que mi corazón no se siente así ahora mismo, intentaré recordar solo lo bueno como dices, aunque es demasiado difícil —me advierte bajando su mirada.

—¿Crees qué no me siento mal por perderla?, lo hago, Ana. No podemos dejar que la pena nos siga matando. Sabes que esa enfermedad es una perra, y aunque me duela decirte esto, más de una vez deseé que se fuera. Lo hice para que no sufriera más, para que el miedo saliera de mi, solo por unos segundos.

Los ojos de mi hermana están llenos de lágrimas, he sido dura con ella.

Pero tengo que hacerlo, quiero que no sufra más, no como lo hago yo.

Entre Luces y TinieblasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora