Capítulo 11

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Llego a casa y no hay nadie para mi suerte, me quito los zapatos, el vestido y me voy directa a la ducha

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Llego a casa y no hay nadie para mi suerte, me quito los zapatos, el vestido y me voy directa a la ducha.

"¡Mierda, mierda, mierda! ¿Qué coño he hecho?", me digo a mi misma, mientras el agua sale helada y pego un grito.

—No has perdido el tiempo, muñeca, a la primera de cambio te has ido con otro, hueles a él por mucho que te quieras duchar.

—Pero... ¡Qué cojones haces aquí!

Me quedo muerta cuando lo veo en el cuarto de baño.

—He venido a ver si la pequeña cínica estaba bien, la peineta que me dedicaste me hizo mucha gracia, una pena qué el taxi ya había arrancado. Entonces pensé... ¿Por qué no ir a su casa y meterme su dedo en la boca?

Mack está apoyado en el marco de la puerta con los brazos cruzados, su pose es demasiado sexy para mi gusto ahora mismo. Sigue siendo un dios con esos brazos llenos de músculos y esos ojos violetas que te quitan el aliento. Odio que sea tan perfecto, está irresistiblemente guapo, me encanta ese pelo rubio que tiene.

"Concéntrate, Sorcha. ¡Joder! No dejes que te distraiga, es lo que quiere", digo para mis adentros.

—¡Fuera de mi casa, no tienes derecho a estar aquí!

Cojo la toalla y me cubro con ella.

—No hace falta que te tapes, todo lo que hay debajo de esa toalla lo he probado —afirma, señalando con su dedo todo mi cuerpo.

—Lo has probado, pero no dejaré qué lo vuelvas a hacer más.

Acaba de ocultar su sonrisa, siempre lo hace.

—¿Pero si dejas qué un chucho de mierda lo pruebe, Sorcha? No me gusta que toquen lo que es mío y ya me estoy cansando de repetirlo —me advierte con un tono de voz que no me gusta nada.

—¿Lo que es tuyo? Estás muy mal de la cabeza. Yo no soy de tu propiedad, y me voy con quién quiera. No lo vuelvas a llamar así, ni siquiera lo conoces. ¿Dónde has dejado a tu amiga?, ¿ya te has cansado de ella? Has sido bastante rápido esta vez, ¿no crees?

—¿Celosa de Jennifer? —pregunta, levantando una de sus celas.

—¡Pero si te acuerdas de su nombre! Esto sí que tiene qué ser un logro para ti, el acostarte con tantas mujeres y recordar sus nombres.

—No empieces, no vayas por ahí —me amenaza, acercándose lentamente hacia a mi.

—¡Estás jodido, tío! No vuelvas a meterte en mi vida nunca más, lárgate de mi casa —lo desafío con mi mirada.

—¿Crees qué no conozco al guaperas de tu jefe? Cuando se canse de su nuevo trofeo te dejará tirada. No pensé qué fueras tan estúpida y fueras a caer tan bajo. ¿Irte con tu jefe? Ja, ja, ja, creía que eras una persona más correcta. No sé, eso de buscar a tu caballero con armadura, ¿es lo qué decías antes, verdad? No soy de acostarme con el primero que venga, le decías a Alma y a tu hermana. Te vendes muy bien con tus juegos de mojigata, y luego resulta que la chica es todo lo contrario. ¿Cuándo cambiaste?, ¿siempre has sido así?

Es un maldito cínico y se está burlando de mi.

—¿Qué sabes tú de mi?, ¿acaso eres mejor que él? ¿Crees qué me importa lo que digas o pienses de mi? Tú hiciste lo mismo conmigo, ¿te lo tengo qué recordar? ¿Crees qué puedes venir a mi casa y darme clases de moralidad? Eres el menos indicado.

—Me pones mucho cuando te enfadas, no sabes hasta qué punto lo haces, pero creo que podría hacerte cambiar de opinión, bajarte esos humos que tienes.

—¿Alguna vez te han dicho qué eres un idiota sin escrúpulos? ¡Vete de mi casa! No voy a seguir discutiendo contigo, no quiero volver a verte por si aún te quedan dudas.

—¡Cuidado, Sorcha! No hagas qué me enfade más de lo que estoy ahora mismo, podría quitarte esa toalla que envuelve todo lo qué es mío y hacerte el amor hasta que gritases mi nombre. Voy a demostrarte que soy el único que te hago venir y sentir, que tocas el cielo, recordarte quién es el que te vuelve loca. Te haré olvidar sus manos sobre tu cuerpo y volverás a saber quién manda en ti —me intimida éste.

Su agarre en mis brazos me hacen daño, pero no le tengo miedo, sé que no me hará nada.
Nos desafiamos con nuestras miradas, ésta vez no voy a dejarme nada atrás, me ha hecho daño y yo se lo devolveré con la misma moneda.

Me pego más a su cara, casi rozando sus labios y saco toda la rabia que llevo dentro de mi a causa de todos estos días. En ningún momento parpadea, su mirada sigue fija en la mía, está esperando a que le conteste. Sabe lo que le voy a decir, lo sé porque me ha leído la mente.

—¿Crees qué olvidaré sus besos, así, sin más?, ¿a sus manos tocándome, rozando mis pechos, sus mordidas por toda mi piel, sus dedos entre mis piernas, cómo nos hemos deseado esta noche? ¿El fuego qué crea en mi y cómo hace que arda todo mi ser cada vez que me toca? —escupo todas esas palabras con ira en mis ojos.

—¿Me estás desafiando? ¡Mide bien tus malditas palabras! —grita bastante enfadado.

Sus ojos se han vuelto negros, acaba de enseñarme sus colmillos y eso si que me asusta, no lo había visto nunca de esa manera.

—¡Fuera de mi vista, lárgate y no vuelvas más, eres un error que no volveré a cometer en mi vida, nunca volveré a estar contigo! ¿Cómo te atreves siquiera a amenazarme? —grito enfurecida al ver esa mirada amenazante.

Sus ojos vuelven a ser violetas, me ha soltado. Esta vez su mirada es diferente, veo arrepentimiento y tristeza en ella.

—Espero que te haya gustado el café, pequeña cínica... una última cosa, cuida ese vocabulario.

Se ha ido, y yo no puedo soportar la tensión que crea en mi y en mi cuerpo. Mis ojos se llenan de lágrimas que empiezan a rodar por mis mejillas, siento cómo queman lentamente a mi piel. Me deslizo por la pared hasta quedarme sentada en el frío piso del baño, me abrazo muy fuerte y empiezo a sollozar.

"¿Me preparaba el café todas las mañanas?" Muy bueno Mack, eso ha sido un golpe muy bajo. Nunca pensé qué alguien pudiera sacar lo peor de mi, pero él lo hace.

Siento estallar algo dentro de mi alma. Todo con Mack me confunde, no sé lo que quiere de mi, y eso me está volviendo loca. No puedo estar con él, me destrozará, nunca podré volver a ser la misma.

Daría lo que fuera, vendería mi alma al diablo si eso fuese posible por tenerte aquí, en estos momentos, abuela... Tú sabrías consolarme, me darías todo tu cariño y ese amor incondicional al que tanto echo de menos.

Tú sabrías guiarme, decirme qué camino escoger. Estoy tan cansada, agotada y enfadada con la vida. Nada de lo que hago sale bien, ¿por qué?, nunca he hecho daño a nadie. Quería empezar de cero y esto es lo que encuentro aquí, seres de mierda que te hacen la vida imposible.

"¿Dónde estás, dónde está mi Dios?, ¿dónde te escondes? ¿Por qué no haces nada bueno conmigo y con mi vida?" Lloro en silencio.

No tengo la menor idea de cuántas horas llevo sentada en este cuarto de baño, me duelen los ojos de tanto llorar. Sigo sin poder controlar mis lágrimas, ellas saben cuál es su camino: terminar en mis mejillas, esto ya se ha convertido en un ritual.

La casa sigue en silencio, sigo estando sola. Mi hermana no ha llegado y Alma tampoco. El frío se ha calado en mis huesos, ya no siento nada, este dolor que tengo dentro de mi es más fuerte que cualquier otra cosa.

El vacío invade a todo mi ser, ha llegado silencioso como el aire que respiro, noto cómo va entrando poco a poco, y cuando quieres darte cuenta, ahí está, en todo su esplendor...

Tristeza, eso es lo que siento, solo eso. Ojalá estuvieras aquí conmigo, abuela, no sabes cuánto te necesito, no puedes imaginar el vacío qué has dejado en mi. No creo que pueda volver a ser la misma si no estás conmigo, ayúdame, necesito que me guíes, hazlo... dónde quiera que estés.

Entre Luces y TinieblasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora