Tras el intercambio de Alan, el hermano de Alexa, llega un nuevo chico a vivir con su familia. Isaac, un joven totalmente apuesto, pero un completo idiota rodeado de problemas. Alexa e Isaac, dos personas muy diferentes, pero con un sentimiento en c...
¡Dante me había besado! Definitivamente se había confundido. Jamás pensé en que le había dado a entender que quería algo más que una amistad. Sólo estaba intentando ser amable y dulce, como lo sería con cualquier amiga o amigo, pero él creyó lo contrario y me besó. ¿Cómo fue el beso? ¡Malo! Así de simple. Y es que no sabía si es que era porque no estaba preparada, o porque no eran los labios de Isaac. Caminaba por las calles, bajo la noche estrellada, pensando en todo lo que me había pasado desde que Alan se fue. Increíblemente mi vida había cambiado. Apenas Alan se fue a Brasil, llegó Isaac a hacerme la mujer más feliz del mundo. Luego, mi padre le fue infiel a mamá y se separaron. Nos veamos con Isaac, pero luego el muy idiota se acostó con Fiorella. Después, solucionamos el conflicto, pero discutí mal con Em, logrando que no me quiera ver la cara ni la más mínima célula de mi cuerpo. Luego, cuando al fin formalizamos con Isaac, me fue infiel con la misma idiota con la cual se acostó luego de besarnos. ¿Y es que mi segundo nombre era Idiota? Efectivamente. Y el tercero era "En extremo". Mientras caminaba, jugaba con mis manos, y mi mente pensaba y pensaba en un nombre. Isaac. Y es que algo pasa cuando lo escucho hablar. Me vuelve a acelerar el corazón, me vuelve a helar la sangre, me vuelve a poner nerviosa. Cuando lo escucho decir mi nombre, siento como un sentimiento extraño invade todo mi cuerpo. Cuando estoy en mi cama, en silencio y escucho como suenan los tablones de la escalera y escucho sus pasos en su cuarto, me sonrojo inmediatamente. Levanté mi vista por un momento y me senté en una de las bancas de la calle. Hacía frío, pero no me importaba. Que increíble como algo que supuestamente es asombroso, deja de serlo porque no es con la persona indicada. A cualquier chica le gustaría salir con un chico dulce, amable, apuesto, y que encima te besara. ¿Pero cuál es el problema? El problema es que no era él. Isaac no era quien estaba juntando sus labios con los míos. Isaac no era quien tenía su mano en mi cintura. Incluso, cuando Dante hizo eso, no sentí la descarga que siempre me daba al sentir la mano de Isaac. Cuando sentía su piel junto a la mía, mis pelos se ponían de punta. Alcé mi vista y miré por unos minutos al cielo. Un cielo estrellado. Entonces, de pronto vi como una estrella destellaba más que las otras, e inmediatamente pensé en él. Y es que esa era la metáfora perfecta. ¡La mejor comparación de todas! Él era esa estrella. Esa estrella que brillaba más que todo el resto. Fuese donde fuese iba a pensar en él, y es que parecía que íbamos a estar juntos para siempre, y quizás no ese "juntos", quizás en la mente del otro todo el tiempo, pero... ¡Que tortura más grande! ¿Qué sentido tiene la vida sin tener al amor de tu vida en ella? Me pregunto. Me levanté de la banca y seguí caminando con la cabeza agachada. Seguía pensando en que mis mejores planes eran con Isaac al lado, y eso me daba rabia. Mi razonamiento me decía que debía olvidarlo, que me había sido infiel y que algo así no lo podía perdonar, pero mis sentimientos decían otra cosa completamente opuestas. ¿Y qué debía hacer? ¿Debía seguir el paradigma del romanticismo o qué? Fue ahí en donde le pedí al destino una señal. Alcé mi vista y vi a Isaac, sentado en la calle, con sus codos apoyados en sus rodillas y con su mirada baja.
Esa era la señal que había pedido...
Cuando me iba a acercar, miré su mano y me di cuenta de que tenía todos los nudillos hinchados, morados. Tenía sangre en toda la mano y un poco en el jeans, pero parecía no importarle.
-Isaac...-dije casi en un susurro.
Fue increíble como Isaac se quedó intacto por unos segundos, y se volteó incrédulo. No podía creer que yo, Alexa Smith, estaba allí parada, viéndolo. Me miró sorprendido, sin palabras. Se levantó inmediatamente y se limpió la mano. Le hice un gesto, mirando a su mano, indicándole que ya había notado su herida, y me miró con cara triste.
-No hables, por favor...-rogó apenado.
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