Capítulo 34

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Danna sintió un fuerte golpe en el corazón, tan fuerte que cayó al suelo. Inmediatamente Konix, quien había estado caminando por ese pasillo, llegó a su lado para ayudarla a levantarse, pero el dolor seguía ahí.

—¿Estás bien Danna? ¿Qué pasó? —Los ojos cristalinos del descendiente la miraron preocupados, pero ella no sabía que responder. No se había lastimado de ninguna forma y el veneno de los dardos nekronianos había dejado su sistema ya hace mucho tiempo.

—No... No lo sé. —Sus ojos se abrieron como platos al descubrir cuál podía ser la razón. Sintió náuseas e hizo a Konix a un lado, para salir corriendo hacia los jardines más cercanos.

—¡Danna espera! —los gritos de su amigo se escuchaban muy lejanos, por lo que no se detuvo. Finalmente llegó al valle de las rosas, o en otras palabras "el jardín trasero" y vomitó en la primera planta que vio, la cual resultó ser una rosa plateada.

Escuchó a la rosa quejarse por lo que estaba haciendo, pero a Danna no le importó, después lidiaría con ella. No pasó mucho tiempo en el que estuvo vaciando sus intestinos, para sentir la amigable mano de Konix sobre su espalda, dándole el apoyo que necesitaba. Una vez que terminó se sintió mucho mejor y el dolor había desparecido excepto por un tenue residuo que no hacía más que meter miedo en su corazón.

—Ahora si, debes calmarte y explicarme que está pasando. —Konix se sentó a su lado y puso sus manos sobre las de ella, intentando tranquilizarla, lo cual le pareció curioso notando el contraste que hacia la piel morena del descendiente con la suya que era mil veces más oscura.

—Está bien. —respiró profundamente antes de soltar la cruel verdad —Creo que algo le pasó a Ingrid. —Inmediatamente los ojos del descendiente se oscurecieron sabiendo lo serio que era el asunto, lo cual parecía imposible ya que sus ojos eran prácticamente blancos. Konix era una de las pocas personas a las que le había admitido como se sentía sobre Ingrid, por lo que era capaz de comprender el nivel de su preocupación. —Cuando me caí, fue porque sentí un fuerte dolor en mi pecho, como si me hubieran destrozado el corazón y no puedo evitar pensar que está relacionado con ella.

—No puede ser. Ella está con Angela, una de las descendientes más poderosas de la Academia, jamás permitiría que algo le pasara. —Danna asintió recordando la noche que su amiga y la guerrera escaparon junto al resto de descendientes.

Era de noche cuando todos en la enfermería estaban dormidos excepto ella, quien se había quedado leyendo un libro sobre cómo enseñarle a las plantas a cantar, cuando de repente dos figuras encapuchados habían entrado cubiertas por la oscuridad del salón. Danna había sabido identificarlas antes de que se quitaran las capuchas y se acercaran a ella, después de todo ambas tenían rasgos muy distintivos, en especial Angela con esos ojos morados. Recordó cómo su rostro se marcó de horror cuando Ingrid le dijo que se iría con Angela en una misión a un lugar del que nunca se aprendió el nombre y que se irían ese mismo día. Recordó cómo lloró y le rogó que no fuera, pero finalmente ambas la lograron convencer cuando Ingrid le prometió que volvería con ella en menos tiempo del que creía y Angela le prometió que cuidaría de Ingrid y se aseguraría de que no le pasara nada.

—Solo espero que ambas cumplan su promesa. —soltó un suspiro, para luego sonreírle al descendiente.

—Ahora ven levántate, tienes que despejar tu mente de malos pensamientos, así que vamos a entrenar un rato con Ara y Kova. —La descendiente del dragón de las flores asintió, sabiendo que necesitaba pensar en otra cosa si no quería perder la cordura.

***

El campo de entrenamiento estaba prácticamente vacío. Solo había: unos jóvenes utilizando el arco, un descendiente de cabello verde intentado alzar pesas de 60kg y  una agotada Ara luchando contra un sonriente Kova.

El Secreto de los DragonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora