Capítulo 38

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Una sensación vacía recorría el cuerpo de Jake, sus ojos, fijos en el cadaver frente a él. Ya hace varios minutos Ingrid había dado su último suspiro y él se había quedado inmóvil, formulando un plan para lucir inocente ante quienes decían ser sus amigos.
El descendiente del dragón de las sombras decidió que primero notificaría a la Academia de la muerte de Ingrid, luego les diría al resto del grupo la terrible noticia, antes de que sospecharan que él tuvo algo que ver. En especial ese tal enano.

Justo cuando iba a empezar el hechizo para comunicarse con la Academia, un desproporcionado rayo de dolor atravesó su corazón. Jake cayó de rodillas, sudando y con sus manos, empezó a aplicar presión sobre su pecho. Algo no estaba bien. Miró a su alrededor jadeando, pero no había nadie a su alrededor, nadie que lo pudiera haber atacado; además, el dolor que experimentaba no era de ese tipo. No era el dolor de una herida física, ni el de un hechizo de tormento, simplemente era un sufrimiento inexplicable. Sintiéndose débil, se levantó y tomó un respiro, luego reflexionó unos segundos hasta llegar a una horrible conclusión. Algo le pasó a Angela.

Un gran temor empezó a recorrerlo por dentro, como consecuencia, se sumió en las sombras y dejó que la oscuridad, cálida y acogedora (contrario a lo que muchos creen), lo tomara en sus brazos y lo llevara hacia el destino que el escogiera. Tenía que llegar a Angela lo antes posible, necesitaba verla y asegurarse de que estuviera bien.

Los efectos secundarios de viajar entre las sombras era algo a lo que Jake ya estaba bastante acostumbrado, pero esta vez se sentía justo igual como la primera vez que utilizó ese medio de transportación. Sentía que su piel se estaba desprendiendo de su cara por la velocidad a la que iba y estaba tan mareado que tuvo que aguantarse las ganas de vomitar al menos hasta detenerse. Recordar la primera vez que aprendió a viajar por medio de las sombras, lo llevó a recordar una promesa que había hecho hace varios años y que debía cumplir.

Fue cuando tenía trece años, ya había empezado a trabajar en su misión como espía en la Academia, pero viajar de vuelta a la base para reportarle a Dauntan, se había vuelto una molestia. Él no solo tenía que inventar excusas realmente creíbles para que lo dejaran irse, sino que le tomaba varios días ir y devolverse.

Así que una de esas veces que fue al castillo de Dauntan para entregar información nueva, también pidió una solución a su problema. Dauntan lo único que le dijo fue que visitara al dragón de las sombras, algo que nunca antes lo había dejado hacer. Emocionado de por fin ver a un dragón real, por conocer al dragón de quien descendía, fue en su búsqueda, pero cuando estuvo frente a él, comprendió por qué siempre se mantenía oculto y nunca salía de su cueva. El dragón de las sombras estaba débil y no parecía capaz de luchar. Era como si su vida estuviera pendiendo de un hilo, como si no le quedara mucho tiempo, y efectivamente Jake tenía razón.

El dragón de las sombras le enseñó a Jake una serie de hechizos oscuros, poderosos y olvidados, y le ayudó a comprender la naturaleza de sus poderes, explicándole que por ser su descendiente era capaz de controlar la oscuridad. Pero no solo controlarla sino volverse parte de ella, e incluso llegar al punto de ser capaz de viajar por medio de ella. Jake pasó meses enteros junto al dragón de las sombras, entrenado, aprendiendo de él, pero también viendo cómo se debilitaba cada vez más. Un día el dragón obligó a Jake a hacerle una promesa muy extraña, lo obligó a prometer que encontraría la llave de la necromancia y que se la traería, en ese momento no había entendido por qué el dragón querría esa llave pero accedió a sus deseos. Al día siguiente falleció, pero su muerte se mantuvo en secreto, Dauntan le prohibió a Jake decir una sola palabra o buscar la llave, nadie podía saber que el dragón ya no estaba de su lado. No podían mostrar signos de debilidad.

El Secreto de los DragonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora