Capítulo 36 (parte1)

15.7K 1.3K 262
                                    

Angela parecía un felino entre las sombras, moviéndose veloz y sigilosamente a través de ellas. Era afortunada de que la pequeña criatura de hielo que había creado, fuera capaz de encontrar una entrada discreta a la oscura cueva; alejada de los furiosos soldados que estaban buscando su forma de entrar. Su objetivo siendo el mismo que el de la descendiente, obtener la llave de la necromancia resguardada por el dragón de fuego.

Había perdido la cuenta de cuántos giros había dado y por cuantos agujeros se había metido, pero no le preocupaba mientras pudiera ver la paloma de cristal que la estaba guiando. Finalmente llegó a un pasadizo abierto, lo suficiente familiar al que había cruzado con sus amigos, como para indicarle que era el correcto. Estando ahí recordó el miedo en su corazón cuando el monstruo de fuego estaba frente a ella, las heridas de quemaduras ya no estaban en su cuerpo, gracias a Adam, pero un escalofrío la recorrió al saber que esta vez él no estaba para sanarla. Aunque de todas formas, no es como si estuviera planeando regresar con vida.

La descendiente de cabello blanco fijó su decidida mirada al frente, notó que había una inmensa fuente de poder que provenía de "algo" ubicado al fondo de las paredes de piedra. Siguió la fuente sin tomar precauciones, como una polilla persiguiendo la brillante luz de una lámpara destinada a acabar con su vida.

Cuando estuvo a una distancia de cien metros, supo que el objeto que emanaba tan inmenso poder, era nada más que la llave de la necromancia. Angela no sabía que estaba esperando ver cuando la encontrara, pero definitivamente no se imaginaba que la llave que había venido a buscar, (por la que sacrificaría su vida), tuviera la forma de un bate de béisbol.

Amaba ver ese deporte en Terragard, pero se le escapó una sonrisa al imaginarse a un poderoso soldado como Master Blake, meciendo un bate en círculos para revivir a los muertos.

El chirrido de su paloma la sacó de sus pensamientos, la criatura de hielo tenía razón, ella tenía que concentrarse. Borró la imagen del maestro de su mente y con cuidado, tomó unos cuantos pasos hacia el... bate, hasta que se dio cuenta de que algo estaba muy mal. No había dragón.

Miró desesperadamente a su alrededor, pero no había nada parecido al horrible monstruo de fuego, solo oscuridad y un viento helado que no podía sentir. La cueva era enorme, pero no parecía que hubiera un lugar lo suficientemente grande para esconder un dragón. Se dio la vuelta para procurar que no estuviera detrás de ella y casi le da un infarto cuando siente algo chocar con su espalda.

—Es solo un piedra... —murmuró para si misma, una vez que vio el objeto con claridad. Miró todas las paredes de la cueva una última vez, antes de seguir caminando hacia la fuente de energía frente a ella. —Bueno si no hay dragón, supongo que puedo tomar esto —extendió su mano hacia el bate y tiró de el, pero este no cedió. Estaba atorado.

De repente una deslumbrante luz de materializó sobre el bate, moviéndose hasta transformarse en letras. No era el idioma humano ni el elfico, era el de los dragones. Ángela sonrió, orgullosa de haber estado practicando Akjishodra todas las noches, sabía que le iba a servir de algo. Tradujo el texto con un poco de lentitud pero a la perfección.

"Solo un descendiente de dragón digno, será capaz de emplear el poder de los muertos. Solo quien no le tema a la muerte, puede decidir quien vive. Pero a la vez solo quien ama la vida es capaz de decidir quien muere."

—Así que no cualquiera puede agarrar este bate... —La descendiente puso ambas manos sobre la llave, sabiendo lo que tenía que hacer para adquirirla. Cerró los ojos adentrándose en los confines de su mente, buscando las memorias de su pasado. Recordó toda la muerte, la miseria, el sufrimiento, pero también la alegria, la esperanza y a sus amigos que la esperaban.

El Secreto de los DragonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora