Capítulo 36

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La consciencia le iba y venía como el oleaje del indomable océano acercándose y retirándose de las suaves arenas de la playa. Notaba el mullido colchón tras su espalda, al igual que unas sábanas suaves que llegaban a taparla hasta por debajo de la barbilla, su tacto era frío contra su ardiente cuerpo, notaba su respiración pesada como si con cada exhalación a su cuerpo le fuese más difícil tomar la siguiente bocanada de aire. No podía abrir los ojos ya que se encontraba demasiado agotada como para llevar a cabo esa tarea, pero aún así podía sentir movimiento a su alrededor al igual que algunos murmullos.

-Le está subiendo la fiebre...- consiguió entender sin poder identificar la procedencia de la voz-.

-Parece que la medicación no está haciendo efecto...

Tienes que hacer algo!-pareció sonar más alarmada que antes-.

Una vez más se dejó envolver por la oscuridad, dejando de lado las voces y adentrándose en su propia mente.

Abrió sus castaños ojos súbitamente. Se encontraba en una posición extraña, tenía las rodillas contra su pecho. El espacio contra el que se encontraba era bastante reducido, no podía vislumbrar mucho ya que estaba sumido en la oscuridad. Pudo notar que algo colgaba a escasos centímetros de su cabeza, elevó sus delgados dedos hasta tocar una prenda suave que olía a lavanda.

-Este olor...- pensó para sí abrumada por el familiar olor-.

Al descender la mano comprobó que ésta era más pequeña de lo que ella recordaba. Tras ella pudo ver una pequeña ranura que filtraba parte de la luz que daba al exterior. Cerró los ojos rápidamente al ser cegada por la luz del exterior que había entrado en contacto con sus ojos acompañado con el chirrido de la madera.

-¡Te encontré, Val!- escuchó una voz algo chillona pero a la vez dulce-.

Parpadeó varias veces hasta que sus ojos se acostumbraron a la repentina claridad. Miró a su alrededor y comprobó que se encontraba en el interior de un estrecho armario que parecía pertenecer a la habitación de un chico. Las paredes de la misma estaban pintadas en un tono azul marino. En frente había una cama cuyas sábanas estaban algo revueltas como si alguien se acabase de despertar, en las paredes pudo ver una serie de pósteres de varios deportes como fútbol americano y baloncesto.

-¿Piensas quedarte ahí todo el día?- volvió a repetir la misma voz de forma divertida-.

Por una vez Valeria dirigió la vista hacia la persona que le estaba hablando. Al hacerlo el corazón le dio un vuelco. Era tan joven, su cabello era tan rubio como recordaba formando graciosos bucles en las puntas, sus grandes ojos azules la miraban curiosa, entrecerró los ojos haciendo que sus espesas pestañas negras no dejasen ver ese bello color del todo. Sonrió haciendo que sus mejillas rellenitas se marcasen más.

-Estás muy despistada, Val- respondió medio riendo-.

Valeria salió del armario trastabillando, se agachó para estar a la misma altura de la niña. La observó con los ojos como platos, no era posible.

-Cynthia...- consiguió pronunciar-.

-Valeria...- la imitó inclinando ligeramente la cabeza sin poder ocultar una sonrisa-.

Fear Of The DarkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora