Capítulo 1 "Feliz Cumpleaños"

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—Hola —me dedicó una sonrisa tan tierna, tan lejana, de pronto el mundo se giró al contrarió de las manecillas del reloj. Estaba al otro lado del mundo sin importar en dónde se encontraba en realidad, volvimos por un par de minutos a los viejos tiempos, cuando la miraba aquella tarde por primera vez con su cabello moviéndose al compás de la canción Verano de Vivaldi, como si con aquel movimiento pudiera darle un nuevo sentido a la vida, al tiempo y en cada paso conquistará alguna porción del mundo. Tan segura de ella, de su caminar profundo perforando el concreto que pisaba sin saberlo, dejando un rastro confuso de quien era en realidad y quizá desde ese momento comencé a amar la simplicidad de su persona, cada detalle de ella parecía brillar por su propia cuenta, sus ojos verdes no necesitaban de nada especial para gritar por tu atención, esa sonrisa discreta capaz de perforar tu corazón, ella era como una escultura digna de admirarse.

—Hola —deseaba correr a ella, besarla, sentirla real y no como un espejismo originado por mi soledad tras su partida, pero me quedé completamente inmóvil.

El silencio se adueñó del espacio entre ambos, nuestras miradas se perdieron en un infinito profundo, era como un sueño a punto de desvanecerse en cualquier pestañeo.

—Gracias —murmuró señalando con la punta de su barbilla el pastel entre mis manos con la vela derritiéndose a cada segundo.

—Por nada.

Dio pasos trémulos en mi dirección giró la mirada al suelo y quedando a un par de centímetros de mí apagó el fuego de un soplido. Dejé la rebanada de pastel entre sus manos sin agregar nada, ella atinó a dejarlo sobre la mesa de cristal.

—No deberías estar aquí.

—No me he perdido tu cumpleaños desde que te conozco, no quería hacerlo ahora.

—Tampoco deberías aferrarte a eso.

No la perdí de vista en ningún momento, le miraba con detalle sin esperar respuesta de su parte porque después de todo así era el amor, un acto de fe, ponias todo de tu parte esperando a obtener al menos un poco de vuelta.

—Es complicado dejar las costumbres cuando no estás dispuesto a hacerlo.

—No deberías estar aquí —repitió con cierta agonía—. Alguien puede verte, eso no parece conveniente.

—Te conozco —le respondí ignorando su comentario anterior—, no debes tener grandes planes para el día de hoy, ¿o sí?

—Michael —respondió negando, casi advirtiendo mi proposición. Ella lo sabía, estaba dispuesto a quedarme a su lado en silencio mientras dedicaba cada minuto de ese día a mirar el mundo.

—Lisa...

—Nunca te lo dije —admitió tomando una silla de la mesa—, pero me agrada cuando dices de mi nombre de esa manera.

—  ¿Cómo?

—Como si pudieras resolver cualquier problema.

Me arrebató las palabras, no puede responder a ese argumento, en cambio me senté frente a ella deslizando una cuchara  a su lado, el pastel era su favorito, al menos debía concederme ese pequeño detalle, el pastel de cumpleaños.

—Deseaba darte un regalo exuberante, entonces recordé esto, no costó miles de dólares, pero es por si alguien más lo olvida —esa alusión a Oliver solamente le hizo removerse en la silla, sus ojos verdes se cayeron sobre la cuchara.

Verla tomarla fue como escuchar un poema de Shakespeare ser recitado por él mismo. El dorso de su mano se extendió lentamente mientras sus dedos largos y finos sostenían el mango de plástico con un elegancia casi indescriptible, adornando esas manos blancas tan pulcras con las uñas no muy largas completamente limpias con un poco de barniz blanco en la punta adornando el rosado de su cutícula, con la otra mano retiró la vela derretida casi por completo, observó con cierto aire de melancolía, respiró con cuidado y entonces tomo un trozo de pastel, lo coloco en el interior de su boca antes de abrazar la cuchara con sus labios justo en donde anhelaba llegar. 

Una sonrisa se dibujo en su rostro por un par de segundos, tomaba un nuevo trozo dejando un poco de betún en la comisura de sus labios, la expresión de felicidad en su rostro estaba empañada por el color opaco de sus ojos delatando tal vez toda la desolación a la que estaba sometida desde nuestra separación. 

— ¿Hice una buena elección? —me atrevía a perturbar la paz del aura con el propósito de escuchar su melodiosa voz al menos una vez más.

—Sí, es muy bueno —se mordió el labio inferior podando su mirada sobre la mía.

Era como ver el sol de cerca, apenas podía creerlo, el color de mis mejillas se transformo rápidamente. 

—Deberías probarlo —tendió la cuchara en mi dirección y no pude contenerme más. La única manera de de reaccionar a su alrededor era con urgencia. Me levante de la silla tomando la cuchara tomando un trozo pequeño di un par de pasos hasta encontrarme pegado a su espalda sintiendo su respiración apresurada y notando cada esfuerzo por hacerla regular, acerque el bocado a sus labios marcando un rastro de betún, abrió la boca y tomo el bocado —. No hablaba de eso —murmuró.

—Lo sé —me acerque un poco más—, pero deseaba probarlo de tus labios —le tome la barbilla con un cuidado casi enfermizo, estaba desesperado, no obstante cada movimiento se hizo con precisión hasta lograr besarle. 

Sus labios se unieron con los míos, su aliento se volvió uno con él mío descartando la posibilidad de separarnos, las caricias no fueron suficientes, me abrazó por el cuello suspirando cuando tenía oportunidad, nuestros labio se movieron en armonía se conocían tan bien y ese tiempo sin estar juntos se afecto tanto como a nosotros, le acaricie la mejilla una y otra vez mientras mi otra mano descansaba en su espalda para acercarla más a mí. La extrañaba tanto. 

Un par golpes en la puerta interrumpieron nuestro encuentro, ella se sobresalto un poco dejando la silla y a mí en un segundo plano.

— ¿Sí? 

—Me preguntaba si necesitaban algo —dijo la secretaria de vicepresidencia al otro lado de la puerta.

—Estamos bien —le respondió Lisa entre abriendo la puerta para dedicarle una sonrisa—, gracias.

—De acuerdo, si necesitan algo no duden en llamarme.

—Claro. 

Me quede en silencio tomando aire, espere a verla cerrar la puerta y entonces me acerque de nuevo, pero está vez puso distancia entre nosotros. 

— ¿Qué ocurre? 

—No está bien.

—Lo está, te amo, me amas, no puedo estar lejos de ti, ya no.

—Yo, debo volver a trabajar y tú debes irte —le dijo tomando la manija de nuevo entre sus temblorosas manos. 

—Espera.

—No puedo. 

—Quieres hacerlo, lo sabes. No voy a irme de aquí si tú no estás a mi lado de nuevo.

—Michael, por favor... no me hagas esto.

—Quiero hacerte feliz, esa es mi única meta en la vida, no tengo otro propósito si no estás conmigo. 

Me acarició la mejilla como una nueva despedida, le tomé la mano antes de volver a perderme en el verde de sus iris.

—Voy a encontrarte, puedes salir de aquí e ir a mi hotel o puedes ir a tu casa y no voy a descansar hasta encontrarte. 

—Entonces concédeme eso, una pequeña ventaja sobre ti —suplicó.

—Bien, te voy a encontrar —le di un último beso mientras caminaba en retroceso para dejarla seguir con el trabajo—. No olvides el pastel—le sugerí suspirando.

Verla regresar por el me implanto una pequeña esperanza.

—Feliz Cumpleaños, amor —le dije mientras retomaba su camino a la puerta, se detuvo por unos segundos, no pronunció palabra alguna, pero Lisa decía mucho en cada silencio.    

Soñando Sobre Tu PielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora