El Siny se encontraba frente a nosotros, glorioso, enorme, con un montón de recuerdos entre sus pasillos y la escotilla, la fila se desplegaba frente a nosotros con un sin fin de personas esperando por encontrarse con alguien más dentro de esa armadura de hierro.
El tiempo en el Siny siempre parecía detenerse y avanzar tan lento como la marea, los días dentro de ese barco parecían lejanos, como si viajaras a un tiempo diferente al resto del mundo, tal vez por eso volver era parte de sentirse dentro de un sueño, quizá ahí radicaba la magia de mi relación con él, en soñar, en viajar a un tiempo diferente al resto del mundo, nuestra relación era como vivir en un barco a mitad del mar.
—Bienvenidos al Siny —el hombre frente a nosotros me despertó mientras esperaba a ver mi boleto de abordaje.
—Gracias —murmuré e interrumpiendo su siguiente argumento—, ¿Puede indicarme cuál es mi camarote?
—Claro —me dedicó una sonrisa. Miró con cuidado mi boleto de abordaje y mientras el botones tomaba mi equipaje dudo un poco logrando ponerme nerviosa—. El camarote número 19.
—Gracias —intenté no caminar demasiado rápido hasta escuchar cuál sería el paradero de Michael. En mi mente se repasaba una y otra vez aquella escena en la cual se encontraba ocultando su cuerpo desnudo bajo una toalla atada a su cintura, en ese momento sospechaba de lo peligroso que podía ser estar a su lado, para ese momento estaba segura del peligro. El botones camino inseguro esperando a verme seguir su paso, y la voz del hombre en el recibidor no me dio pista alguna sobre su paradero obligándome a caminar tras la persona frente a mí.
—Por aquí, señorita —pronunció con amabilidad mirando sobre mi hombro si continuaba a sus espaldas.
Los pasillos se extendieron en mi panorama, recordé cuántas veces esos pasillos me parecieron la mejor aventura de mi vida, cuando ahora era un sueño esperando a disolverse.
—Esperamos que disfrute su estadía en el Siny, bienvenida.
Abrió la puerta del camarote, dejó mi equipaje al interior de este y me cedió el paso esperando por una propina antes de irse. Con media sonrisa dejé un par de billetes en su mano recibiendo la misma media sonrisa de vuelta.
Con la puerta cerrada solamente me quedaba inspeccionar el lugar, estaba sola, lo sabía, pero no paraba de sentir la misma curiosidad de la primera vez.
Pronto me sentí una niña de nuevo, me senté a la mitad de la habitación mirando la nada, mi padre volvió a mi mente, sus ojos azules llenos de un brillo misterioso mientras me reflejaba en sus pupilas, él fue el primer hombre a quien amé, el primer hombre a quien no pude dejar ir. Era complicado no pensar en mi padre, no desear volver a dormir entre sus brazos o correr por el jardín jugando...
—Te amo, cariño.
—No te vayas —me aferré a su mano.
—No será un viaje tan largo, solamente son un par de días, voy a volver antes de la primera nevada, lo prometo —me acarició la mejilla intentando tranquilizarme lo suficiente para no verme llorar.
Él nunca me habría dejado al verme llorar, nunca me daría la segunda posición en su vida. Tal vez nunca estuve realmente consciente de cuanto me amaba y quizá no era capaz de comprobarlo, pero me amaba, o al menos yo lo amaba demasiado a él.
Aquel viaje no se demoraba, busco la manera más rápida de volver a casa, pero a pesar de eso la primera nevada se adelantó, hubo una tormenta de nieve deteniendo su viaje, bloqueando los caminos y finalmente pudo volver a casa luego de 4 días, luego de la primera nevada rompiendo su palabra. Yo parecía no comprender demasiado, al menos para muchas personas, sin embargo aquella vez pude comprender algo verdaderamente trascendental, a veces las personas faltaban a su palabra por fuerzas mayores, en aquellos tiempos parecía ridículo explicarle a una niña de 8 años cómo su padre se había retrasado precisamente por la primera nevada que se había adelantado, y nadie se tomó la molestia de disipar mis dudas, de aclarar mi lección aprendida, todos se olvidaron del asunto en un parpadeo cuando me quedé marcada por esa pequeña experiencia.
Michael también había faltado a su palabra, a él también lo detuvo la nieve en aquella Navidad en donde pudimos beber una copa de vino blanco celebrando nuestro compromiso. Todo hubiera cambiado esa noche, nuestro destino dependía solamente de un par de horas, en las cuales se había perdido.
—Lo lamento —dijo en cuanto me estrecho entre sus brazos—. El viaje se alargó un poco, pero siempre podemos volver al patio para hacer ángeles de nieve, ¿Te gustaría, Lisa?
Asentí antes de mirar aquellos ojos azules de nuevo, no había pedido perdón, solamente me dió una excusa.
—Entonces vamos, la nieve no se quedará hasta junio —me tomó de la mano corriendo conmigo al exterior volviendo ese manto de blancura el mejor de todos los juguetes.
Nadie podía adivinar cuanto había amado ese pequeño momento, mi padre jugando en la nieve mientras mamá nos observaba con una taza caliente de chocolate en el marco de la puerta. Ella también lo amaba y nunca pensó en pedirle perdón por no ser tan fuerte como lo pensaba, por mantener su mente clara, por recordar su sonrisa en lugar de buscar otra manera de atenuar el estrés y la presión, le debía una disculpa a mi madre por todas esas noches en vela esperando por su regreso sin importar el cansancio, por cuidar de mí todo el tiempo sin descanso alguno, por no advertirle que esa sería nuestra última nevada juntos, nuestros últimos ángeles de nieve, su última taza de chocolate en tranquilidad mirando a la pequeña Lisa reír a carcajadas en lugar de sentarse completamente sola en la nieve a esperar volver a un fantasma.
¿Quién podría advertirle sobre su partida? Nadie le dijo que a pesar de extrañar a ese hombre de ojos azules más de lo humanamente posible continuaría en pie cargando con la cruz de su ausencia. Mi madre, mi amada Priscilla era una mujer fuerte, a quien nadie pidió perdón, y por primera vez no debía resignarme a pasar por lo mismo pues desde aquel atardecer Michael prometió pedir perdón por sus fallas.
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Soñando Sobre Tu Piel
FanfictionLas páginas del libro se llenaron poco a poco, eran mis recuerdos, sus risas, cada vacío de su presencia era reemplazado por palabras, esas flotando a mi alrededor, me ayudaron a sobre llevar su ausencia, pero no quería pasar toda la vida acompañado...