Capítulo 9 "Mirarme en sus ojos"

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Estaba nerviosa, no podía evitarlo, ver el camino desvanecerse mientras llegaba al aeropuerto para viajar por horas hasta llegar al Caribe Mexicano con la única tarea de "tomar un descanso". Y ojalá salir de Canadá no significará un verdadero peligro, ojalá el sueño de tener paz pudiera volverse realidad.

—Podría buscar la manera de ir contigo —dijo Oliver con el auto aparcado a la salida del aeropuerto.

—Puedo cuidarme sola —le miré intentando darle un poco de tranquilidad. No lo quería a mi lado porque de alguna manera conservaba la ilusión de encontrarme con él sin Cressy a su lado, quería tener una charla como el día de mi cumpleaños antes de intentar matar todos mis sentimientos por él—. Un mes no es tanto como piensas.

—Tampoco es un parpadeo.

—Supongo que no.

Sus ojos azules se centraron al otro lado de la ventana y suspiró bajando la mirada. Era hora de partir, alejarme del hielo para volver a la misma historia con un inicio a mitad del mar, le vi descender del auto sin experimentar sentimiento alguno, por un momento sentí la culpa tomando mi cuello con fuerza, esa despedida era la menos dolorosa de todas. Las despedidas nunca me causaron un sentimiento diferente al dolor, incluso mi despedida con Danny dolió como un puñal atravesando mi brazo, pero en ese momento Oliver no inspiró nada, no estaba nerviosa, no iba a mirar sobre mi hombro hasta obtener una última mirada suya, era tan extraño, ¿Cómo podía estar tan indiferente ante sus ojos azules suplicando por mí estadía? 

Terminé por tomar mi equipaje revisando a simple vista si todo estaba en su lugar.

— ¿Lista?

—Lista —respondí cruzando la puerta con él tomando mi muñeca como si pudiera perderme.

Ninguno se atrevió a pronunciar palabra alguna en aquella pequeña despedida, pasamos por seguridad sin problema alguno y solamente esperaba por abordar el avión.

—Ten cuidado —murmuró dejando mi muñeca para comenzar a jugar con mis dedos—. Sí el barco va a hundirse procura estar en uno de los botes de salva.

—El barco no te asusta.

—No, Jackson lo hace —se encogió en los hombros—. No puedes culparme del todo. Una mujer que juraba amarme con la misma intensidad de mil soles me dejó por una aventura con él, no es fácil recuperarse de algo así.

—Lo entiendo —respondí con la culpa golpeando mi pecho—. Todo va a estar bien.

No podía estar segura de eso, solamente quería mantener mi promesa de no hacerle daño.

—Dejo todo en tus manos —asentí sin mostrar expresión alguna, me estrecho entre sus brazos y su aliento recorrió el borde de mis rostro, sus labios se quedaron a centímetros de los míos, no podía mirarlo, no podía retirarme, solamente estaba ahí esperando por culminar todo en un beso sin desearlo. Sus labios comenzaron a invadirme con firmeza respire profundo apenas dejando el espacio para corresponder la culpa me estaba consumiendo, lo estaba engañando, estaba engañando a Michael dejando a alguien más juntar su aliento como el mío. 

—Pasajeros con destino a Sattle vuelo 8691, favor de abordar por la puerta 3 —la voz al otro lado del micrófono nos aparto.

—Debo irme —me apresuré a decir sin esperar tener una respuesta de su parte tomé la valija entre mis manos, me aferré a ella como si pudiera protegerme de mis malas decisiones hasta ese momento. Le di una última mirada a Oliver intentando sonreír, se despidió con la mano y finalmente tomé el vuelo.

No tenía mucho tiempo para pensar, tampoco el suficiente para formar la idea de cómo sería reflejarse de nuevo en sus ojos sin convocar a mis memorias esperando por continuar nuestra historia. Aunque no importaba cuanto pudiera pensar, no importaba cuántos planes armará en mi mente porque todas mis intenciones terminaban destruirse cuando estaba cerca.

Caminé por lo largo del pasillo mirando el número de los asiento sin mucha atención, para cuándo di con el mío la ventanilla me llamaba para llorar sin lágrimas por nuestro reencuentro y tal vez otro adiós. ¿Cuántas veces debía despedirme de él para por fin alejarme? ¿Cuántas veces debía pensarle para por fin olvidarlo?

—Siempre pensado demasiado —escuché a alguien murmurar en mi oído derecho cuando mis ojos se perdieron en la ventanilla—. Me pregunto si meditar tanto servirá de algo, después de todo los sueños se construyen de pensamientos, de murmullos.

Me quedé muy quieta. Escuchar su voz no era posible. Él no había viajado solamente para estar en el mismo avión. Él podía esperarme en el barco.

—Ella siempre pensaba demasiado, incluso cuando no miraba la nada podía estar seguro de algo, ella siempre estaba pensando. No estaba seguro si pensaba en mí, pero...

—Ya basta —respondí interrumpiendo su prosa.

—... Nada era capaz de matar mis esperanzas, porque sin importar cuántas veces podías dar por muerto un sueño, en algún punto volvías a pensar en él.

Guardó silencio. El personal abordo comenzó a dar las indicaciones y en ningún momento me atreví a retirar las pupilas de la ventanilla, casi pude memorizar el panorama, no estaba lista para enfrentarlo y salir victoriosa, después de todo nunca pude salir victoriosa de sus asaltos.

—Mírame —pidió en un susurro sin presión alguna.

—No quiero hacerlo, no quiero defraudarme de nuevo cayendo en tu juego para quedarme sola.

—No pienso dejarte sola. 

—Ya es tarde para eso —refuté—. Ya he pasado noches enteras preguntándome por ti, intentando entender mi error sin llegar a ninguna conclusión, y no debería preguntarme por mis errores cuando fui la víctima.

—Lo sé. No mereces llorar, no mereces el insomnio y tampoco alejarte de tu hogar por alguien incapaz de mantenerse firme en su palabra. Sé cuanto significa este viaje, es un "ahora o nunca", ¿cierto? 

—No. Este viaje es una costumbre, la costumbre de despedirnos, la costumbre de caer el uno por el otro, la costumbre de prometer algo sin sentido, este viaje es un ciclo sin fin —bajé la mirada consciente de mi siguiente trayectoria—. Es difícil perder las costumbres, es difícil afrontar la perdida de alguien a quien se ama —le miré a los ojos reflejándome en  aquellos cristales marrones empañados por una fina capa de lágrimas, me dedico media sonrisa.

El avión comenzó su despegue, los aires de Canadá se quedaban atrás junto a un par de ojos azules mientras mi camino transcurría entre el marrón de la mirada penetrante de Michael, esas miradas cargadas de sentimiento, reflejarme en sus pupilas era como soñar, y eso estábamos haciendo, siempre estábamos soñando  sin percatarnos de la realidad, mirarme en sus ojos no era seguro porque los sueños se esfuman y el resentimiento de la realidad nos abraza. 

Soñando Sobre Tu PielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora