Capítulo 3 "Desvanecerse"

166 10 4
                                    

Se fue cuando menos lo note, mis pupilas apenas podían distinguir entre toda la luz filtrándose por las ventanas y rebotando en las paredes blancas. El silencio me hablo de su ausencia sin suavizar el asunto, pero así eran las cosas, era un hombre casado y no podía disponer de todo su tiempo, al menos me quedaba el consuelo de saber cuanto lo amaba sin importar el dolor. Se desvanecioen el aire sin decir adiós, sin dejar explicación alguna en el aire, solamente su ausencia.

¿Lisa? —escuché tras la puerta luego  y al instante reconocí la voz con una ligera decepción—, ¿estás ahí?

—Sí, aquí estoy. Acabó de despertar.

Lamento despertarte, ¿estás bien?

—Sí, ayer dormí un poco tarde, es todo. ¿Qué tal el viaje?

Bien, me siento muy entusiasmado, ¿quieres salir comer o algo parecido?

—En realidad estoy algo cansada, mi dia en la editorial fue largo, pero gracias.

—De acuerdo.

El silencio volvió a mis oídos, mientras sus pasos se alejaban de mi por lo largo del pasilo. Me quedé mirando la nada, las esporas de polvo flotaron frente a mi ventana, en esos momentos deseaba poder escribir, tomar una pluma con papel mientras cada suspiro dictaba una palabra nueva componiendo desde un poema hasta una canción, pero por desgracia no tenía la cualidad de Michael, no era quien para convertir ese sentimiento de melancolía en una obra maestra. Todos los artistas eran capaces de transformar una roca en un objeto de admiración. Con cierta melancolía me puse de pie, sin preocuparme por mi ropa y salí de mi habitación, el pasillo tan desierto me recordaba a la pequeña aventura entre mis ojos y los suyos.

— ¿Estás bien? —Preguntó con el abrigo puesto.

—Sí, yo lo lamento, no quería rechazarte de esa manera, solamente me sentí...

Tan vacía e incapaz de dar un paso más en dirección a otro lugar que no fueran sus brazos.

¿Cansada?

—Sí —respondí dejando aquella mirada taciturna en el suelo del pasillo—. Sí, quiero ir a comer contigo.

—Bien, vamos.

Casi le vi extender la mano en mi dirección, pero no lo hizo, y por suerte no me vi en la necesidad de ignorar esa mano estirada. Suspire al entrar en el auto, por alguna razón la melancolía tanto como la soledad me atraparon, Canadá, mi querida Canadá era el lugar perfecto para fingir estar bien.

— ¿Hiciste algo interesante en mi ausencia?

—Soy el alma de cada fiesta en Canadá, lo sabes —hablé en un tono más amigable.

—Ah sí, lo supongo cuando llegas tarde cada noche.

— ¿Lo notaste? Quería ser discreta, lamento despertarte.

Soltó una risa que me hizo sentir mejor, de alguna manera el verle con cierta alegría en los ojos me reconfortaba.

— ¿De verdad estás bien?

—No, es extraño estar lejos de casa.

— ¿Memphis?

—Sí, estando en Montana sentía la cercanía de mi madre, ahora no.

—Debe ser complicado, ¿Nunca habías estado tan lejos de casa?

—Sí. No. Nunca había estado tan lejos de mi madre —me encogí en los hombros mirando por la ventana como el paisaje pasaba por el espejillo del costado derecho.

—Me gustaría entenderte —suspiró con cierta pezades—. Soy parte de los chicos con una relación elemental con sus padres, nada muy profundo y tampoco muy superficial.

—Mi relación con mi madre no siempre fue buena —me atreví a admitir pensando en quien sabía aquella historia completa—. Pasamos por malos momentos e incluso dejé de hablar con ella por un tiempo, pero es mi madre, mi única familia y no puedo evitar extrañaría.

—Deberías invitarla a venir —sugirió.

—Sí, quizá algún día.

—Me agradaría conocerla, debe ser muy agradable.

—Lo es.

— ¿Qué ocurrió con tu padre?

Su pregunta me tomó por sorpresa y forzando mi rostro tanto como mi respiración para no sentir que las lágrimas abandonaban mis ojos.

—Murió —lo dije sin suavizar la noticia o intentar otra manera de decirlo.

—Lo... Yo, en realidad... Yo... —tartamudeó un poco—. Lo siento.

—Está bien, fue cuando era pequeña.

Oh —soltó deteniendo el auto en una luz roja, me miró con detenimiento—. Yo no te conozco —dijo bajando la mirada ligeramente avergonzado—. Debería conocerte mejor si vives conmigo, ¿No lo crees?

—Es raro vivir con un extraño, ¿no?

—Bastante.

—Tampoco te conozco demasiado, ¿Quién es en realidad Oliver?

Aquello sonaba como el nombre de un biografía de cualquier estrella en Hollywood, estaba dispuesta a conocer a mi compañero, pero definitivamente eso no era solo una lección sobre alguien con quien vivías.

—Me gustaría conocerte, de verdad.

—No es nada de otro mundo —le respondí ligeramente sonrojada.

—Debe serlo, eres fantástica, si me sentí fascinado por ti con mirarte concentrada en la computadora, adentrarme en tu mundo debe ser una experiencia maravillosa.

Aquella admiración en sus ojos, me hizo sonreír mientras le miraba y me veía en aquellos ojos azules, esos ojos.

—Prometo ser una buena guía en este mundo tan extraño.

—Único —murmuró corrigiendo antes de tomar mi rostro por mi barbilla entre su dedo índice y pulgar—. Hace sentir feliz tener una guía tanto como un mundo nuevo por conocer, tengo un presentimiento sobre esto.

Asentí con una sonrisa robada. Ver feliz a alguien casi siempre era contagioso, y tenerlo a mi alrededor con tanta alegría desbordandose por las mañanas, el optimismo, las sonrisas, todo era contagioso, tal vez de esa manera seria capaz de sentir al menos un poco de felicidad por su causa.

— ¿Feliz?

—Sí, feliz —terminó de conducir aparcando en el estacionamiento del restaurante. Bajó del auto abriéndome la puerta con delicadeza antes de ayudarme a descender—. El lugar va a gustarte mucho, la comida es deliciosa y su pan francés es el mejor.

—Pareces conocer Canadá con mucho detalle.

—Cada año desde mi uso de memoria he visitado el lugar, asistí a la preparatoria en Okanagan y siempre he estado cerca.

— ¿Naciste en Canadá?

—No —negó con media sonrisa abriendo la puerta del lugar—. Mi padre nació en Canadá, cuando era pequeño viajo a Estados Unidos por el trabajo de mi abuelo, perol final después de conocer a mi madre decidió volver. Viajaban cada año desde entonces, cuando nací dejaron de hacerlo, al cumplir 15 volvimos a vivir aquí por un tiempo y cuando la universidad llegó a mi vida fui de nuevo a mis raíces.

—Interesante —me ayudo a sentarme contando un par de cosas más sobre su vida. Sin darme cuenta estaba inmersa en una conversación con él sobre nuestras cosas favoritas, cambios en la vida, algunas cosas de los universidad, sus viajes por el mundo, complicaciones en su familia tanto como su relación con ellos.

En ese momento pude notar como la melancolía se desvanecio con tranquilidad, la ausencia de Michael se volvió un fantasma encerrado en alguna parte de mi ser, la felicidad no parecía una verdadera emoción para mí, pero si no podía sentir aquello por mí misma entonces lo haría a través de él.

Soñando Sobre Tu PielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora