Las horas se quedaron en pausa cuando el avión llegó a Montana, mis heridas recién abiertas dolieron de nuevo, la sonrisa de Michael no apareció de nuevo, pero incluso en silencios ambos estábamos juntos, inmersos el uno en el otro.
—Cressy se siente muy confundida, quería hablar contigo hace un par de días, ahora no puedo asegurar si te reconocerá o no, pero busca no alterarla, ¿Bien?
—Claro, haré mi mayor esfuerzo —asentí buscando un taxi vacío.
—Tal vez después de eso podamos hablar un poco —casi susurró cuando el automóvil se paró frente a nosotros—. Extraño nuestras charlas.
Se alejó para acomodar las valijas en el maletero y aproveché ese momento para responder.
—También te extraño, pero no puedo hablar ahora.
Me deslicé por el asiento con cuidado pensando en mi primer día en Montana, cuánto tiempo había ya pasado desde ese día, qué acontecimientos me llevaron a huir de Montana cuando antes parecía mi hogar. Era todo tan diferente, el aire me lastimaba tanto como los recuerdos.
Michael le dio la dirección al conductor, y este se limitó a conducir mientras nosotros tomábamos la mano del otro esperando llegar a tiempo para ver a Cressy.
—Gracias —dijo al conductor del auto cuando llegamos al lugar.
—Entra por favor, yo iré por las valijas —dejó el auto sin esperar a que frenará completamente.
—Gracias.
—Buen día —respondió el conductor sin más y entonces decidí descender del auto, Michael señaló la puerta frente a nosotros y caminé con pasos inseguros hasta esta, respiré hondo tocando la puerta con cierta tranquilidad, pero quien se encontraba al otro lado de la puerta no tenía esa tranquilidad.
— ¿Erik? —le miré con los ojos enrojecidos.
—Ya es tarde —me respondió con cierta agresividad—. Es muy tarde.
Sus lágrimas resbalaron de entre sus pestañas con facilidad, rompió en llanto usando mi hombro sin dudarlo, le abrace deseando haber regresado de Italia antes.
—Erik —le llamó Michael con la voz temblando—, ¿Cómo está Cressy? —se negó a interpretar el llanto de Erik—. Vine tan rápido como me fue posible, pero el vuelo de Italia se demoró un poco —hablaba pausado, evitaba mirar al interior de la casa y prestar atención al semblante destrozado de Erik—, pero aquí estamos, ¿Está dormida o despierta? Necesita ver a Lisa —aumentó la velocidad de sus palabras—, Lisa está aquí como lo prometí y debe verla, vamos Lisa, debemos entrar para ver a Cressy. Vamos.
—Mihael —le llamé dejando el abrazo de Erik a un lado—, ¿Estás listo para entrar? —pregunté tomando su mano con delicadeza y mirando directo a sus ojos por primera vez.
—Sí —bramó—. Necesitamos entrar porque Cressy no tiene tiempo para esperarnos, ella no puede esperar.
—Michael —pronuncié con suavidad—, necesitas relajarte un poco.
—¡No! —gritó con fuerza logrando asustarme—, ¡¿Acaso no lo entiendes?! Ella no puede esperar.
—Es tarde Michael —intervino Erik.
—Callate —le respondió y acto seguido me tomó fuerte de la mano para hacerme pasar al interior de la casa.
La primera vista fue suficiente para hacerlo detenerse.
El féretro de Cressy estaba en la sala, su madre lloraba a unos centímetros de este un par de personas conocidas y desconocidas se encontraban por toda la casa mirando al mismo punto.
—No —Michael cayó sobre sus rodillas—, Cressy no —sollozó sin poder mantenerse, terminó por caer sobre las palmas de sus manos para comenzar a llorar.
Me quedé a su lado, intenté consolarlo e incluso logré ponerlo en pie para acompañarlo a mirar a Cressy al menos por un par de minutos, pero la persona al interior de aquella caja no era Cressy, era como u fantasma, completamente pálida, ojerosa y delgada, pero con una verdadera paz en sus facciones a pesar de verse tan distinta. Michael se dejó romper en mil pedazos, lloró, se molestó golpeando la pared varias veces durante la noche, intentaba mantenerse tranquilo sin lograrlo de verdad, daba vueltas de un lado a otro, se sentaba a llorar y se ponía de pie furioso, miraba a Cressy en la estancia y todo se repetía una y otra vez.
Yo intentaba llorar, reaccionar frente a la situación, pero era como si estuviera en piloto automático, respondía preguntas, repartía tazas de café, calmaba a Michael, le daba pañuelos a Erik, miraba a la madre de Cressy, miraba a Cressy, me ponía de pie, tomaba asiento, recibía a personas, pero nunca pude quedarme quieta y llorar. No me alegraba la pérdida de Cressy, me causaba una profunda tristeza, no obstante, ni una lágrima resbaló por mis mejillas o escapó de mis ojos.
Así pasamos la noche, mirando un féretro, acariciando flores alrededor como si las flores le llevarán las caricias a Cressy, llorando como si aquello pudiera traerla de vuelta y rezando solamente para afrontar esa pérdida tan grande.
Las horas pasaron rápido entre lágrimas, consuelo y abrazos, los preparativos para el día siguiente en donde la parte más difícil fue ver a Cressy partir al crematorio, su madre se aferró a ella con fuerza, Erik no pudo retenerla y sus propias ganas de aferrarse al féretro le dejaron petrificado, por otro lado Michael se mantuvo como un simple espectador, lejos de opinar, lejos de consentir cualquier acción, lejos de la razón y lo irreal de ese par de días, las persona mirando a través de aquellos ojos marrones no tenía la facultad de creer en la veracidad de eses día, ninguno de nosotros imagino ver a Cressy ahí siendo tan joven, teniendo tantos planes para el futuro.
A pesar de tener tanto tiempo para pensar en ella nunca pude imaginar cuál sería nuestra conversación, el único tema en común era Michael y sin temor a equivocarme ella deseaba lo mejor para él, sin embargo, yo no era lo mejor para él en ese momento.
— ¿No sientes cómo si el tiempo no estuviera pasando? —preguntó Erik tomando asiento a un lado de mí en las escaleras.
—Sí, es muy complicado asumir la muerte de alguien a quien amas.
—Por eso debes aprovechar cada minuto a su lado.
—Tomaré eso en cuenta.
Ambos nos quedamos en silencio admirando todo a nuestro alrededor.
— ¿Cuándo volverás a Italia? —agregó intentando llenar el silencio.
—Mañana —dije desviando la mirada—, todavía tengo algunos pendientes, ¿Podrías acompañarme al aeropuerto? Michael no parece estar en condiciones.
—Lo sabe, ¿Cierto?
—Se lo diré.
—De acuerdo.
No estaba segura si él sabía que estaba mintiendo, pero no parecía importar mucho en ese momento, todo era tan irreal que incluso las mentiras carecieron de intención.
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Soñando Sobre Tu Piel
FanfictionLas páginas del libro se llenaron poco a poco, eran mis recuerdos, sus risas, cada vacío de su presencia era reemplazado por palabras, esas flotando a mi alrededor, me ayudaron a sobre llevar su ausencia, pero no quería pasar toda la vida acompañado...