Capítulo 32 "Las calles de Italia"

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— ¿Un vuelo? —interrogó con bastante confundido mientras arrojaba lo estrictamente necesario a una valija.

—Sí, debo ir primero a Memphis, cuando sepa en dónde se encuentra Lisa entonces volaré hasta ese lugar y la traeré a Montana. 

— ¿Y si ella no quiere volver a Montana? 

—No pienso cambiar sus planes, si no quieres volver conmigo me lo dirá, si no quiere viajar conmigo no lo hará, pero debe ver a Cressy, se lo debo.

 — ¿Y vas a convencer a su madre de esa manera?

—No lo sé, eso no lo he pensado lo suficiente, pero de una u otra manera me lo dirá, de eso puedo estar seguro.

— ¿Cómo? 

Me encogí en los hombros dirigiendo una mirada a él por primera vez desde mi promesa a Cressy, apenas había pasado un par de minutos lejos de su casa y con eso me basto para reservar un vuelo a Memphis, Lisa podría no contestar mis llamadas o tener un problema consigo misma pero Cressy era más importante en ese momento y sin importar mis métodos necesitaba traer a Lisa de vuelta. 

—Por mucho tiempo ignore esto —cerré la valija—, nunca me hice a la idea de perder a Cressy, menos teniendo el tratamiento de nuestro lado, nunca me cruzó por la cabeza la idea de "Hacer lo que sea", pero hoy lo voy a hacer. 

—Deberías decirle la verdad, no puedes traer a Lisa —se quedó en silencio sin pronunciar las palabras temidas. Antes de su muerte. 

—No, no voy a romper esa promesa. 

Tomé la valija buscando la salida como un animal enjaulado, Erik me siguió de cerca esperando hacerme entrar en razón, pero no sería capaz de lograrlo.

— ¿Qué hago si Cressy pregunta por ti? —esas palabras me detuvieron antes de entrar al auto. Estaba preocupado, tal vez por no ser lo suficientemente fuerte para perderla, por no entender cómo hacerle frente al dolor.

—Si te quedas con ella no va a preguntar por mí. Cuídala, no la dejes ir si no he vuelto.

Asintió con el ceño fruncido, subí al auto, corrí al aeropuerto, y todo el recorrido parecía irreal, no entendí cómo pasé el tiempo mirando la nada, en el cielo, cruzando nubes e imaginando esos ojos verdes. ¿Cómo estaba Lisa? ¿En dónde? ¿Con quién? No estaba seguro de la respuesta para esas preguntas, solamente podía imaginarla tan perdida como yo, esperando por nuestro reencuentro al otro lado de una ventana.

Me perdí de todo el recorrido hasta aquella hermosa casa de fachada blanca, lo más parecido a una mansión. Sus pilares eran fuertes, toda la fachada tenía molduras al estilo griego y la puerta parecía tan pequeña en aquella pared.

Bajé del vehículo, pagué al conductor por el viaje desde el aeropuerto y me acerqué a la entrada sin premura intentando crear un discurso en mi mente para ese momento, pero las palabras se escaparon entre los dedos y mi mente se quedó por completo en blanco, mi mano presionó el timbre, pero incluso cuando la puerta se movió no pude reaccionar.

—Hola —la sonrisa de la señora Presley se borró poco a poco siendo reemplazada por un gesto de confusión.

—Buenas noches, señora Presley... Soy Michael, Michael Jackson.

—Sé quien eres —respondió tal vez intentando procesar la razón de mi presencia—. No deberías estar aquí.

—Necesito su ayuda para encontrar a Lisa —dije tan rápido que apenas pude comprender mis propias palabras.

— ¿Ella no habló contigo? —ladeo la cabeza sin invitarme a pasar.

—No me dio un número para llamar, no me dio una dirección, de verdad necesito encontrarla —le supliqué bajando la mirada.

—Ella va a volver en cualquier momento y entonces estará mejor, no deberías presionarla —murmuró sin dudar de sus palabras.

—Señora Presley —levante la mirada de nuevo—. Tengo una amiga, ella puede morir en cualquier momento y quiere ver a Lisa, necesita ver a Lisa, no lo haga por mí, yo estoy dispuesto a esperar sin importar cuanto puedo morir cada día, pero ella, a ella no le resta tiempo.

— ¿Hablas de Cressy? —interrogó.

—Sí, ¿Usted la conoce?

—Lisa me habló de ella y su historia contigo.

Esas palabras me congelaron, ella no iba a decirme en dónde estaba Lisa, aquello era obvio, luego de nuestra historia no podía exigir pista alguna sobre su hija, solamente podía suplicar por cumplirle un deseo a quien tantas veces me acompañó en la oscuridad.

—No puedo exigir saber en dónde está Lisa, sé cuanto pude lastimarla, me lamento por eso cada día de mi vida, pero Cressy es inocente de todo daño, ella no podía romper el compromiso por una razón, no quería morir y yo no fui capaz de abandonarla porque ella siempre estuvo ahí para mí. Tal vez parece una excusa estúpida, pero le juro por lo más sagrado en mi vida, que es Lisa, no volver a tener contacto después de esto si me dice en dónde puedo encontrarla —le pedí casi de rodillas implorando por dar en el punto exacto de su compasión.

— ¿No volverías a dirigirle la palabra? —cuestionó con sorpresa—, ¿No serás capaz de acercarte si la tienes a un metro de distancia?

Negué una vez con la cabeza deseando no responder a esas preguntas, esperando no prometer nada.

—No te creo —se encogió en los hombros.

—La amo —le respondí dejando todos mis sentimientos salir solamente para hacerle saber lo difícil de aquellas promesas—. Nunca en mi vida he amado a nadie como a ella, nunca me sentí amado como cuando estaba con ella y pensar en su lejanía solamente me altera —intenté respirar con tranquilidad para no romper en llanto—. No dejó de pensar en ella, en su mirada, en su cabello, en su sonrisa y si pudiera implorar por su perdón lo haría de una u otra manera, de rodillas, con mil rosas, pero la amo lo suficiente como para renunciar a todo y correr a su lado, la amo tanto que no importa si lloró cada noche, no la haría volver por mí —una lágrima cayó de entre mis pestañas—. No la haré volver por mí, pero Cressy merece irse en paz.

Tragó saliva con cierta dificultad, su rostro se descompuso y dejó la puerta abierta de par en par.

—Tal vez tengo una dirección —dijo dándome la espalda—, pasa —cruce el umbral de la puerta mirando como se alejaba por lo largo del pasillo y sus pasos resonaban con cierto eco, cada rincón del lugar estaba pulcro, todo era hermoso, adorable, caliente como un hogar—. ¿Cuándo piensas volar?

—Hoy mismo —dije de pie junto a una mesita en donde estaba un par de fotos de Lisa con su madre.

—Bueno, entonces salúdame a las calles de Italia.

— ¿Italia?

Se acercó a mí de nuevo tendiendo un pedazo de papel en mi dirección.

—Está en Milán —respondió.

Ahora aquella parte de su carta tenía sentido “Si algún día paseas por las calles de Italia pregunta por el señor Rouffe”.

—Gracias, prometo alejarme lo antes posible.

Estaba por dar mi primer paso a la salida cuando me detuvo.

—Un momento —me tomó del brazo—. No te alejes de Lisa, ella nunca se sintió feliz con nadie salvo contigo, y yo podré perdonarte por el daño si prometes traerla de vuelta.

—Lo prometo.

Soñando Sobre Tu PielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora