Capítulo 27 *Cressy en Corea*

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El aire se sentía diferente, el aire era ligero como antes de alejarme de casa.

— ¿Bienvenida a Corea?

Me reí al escuchar a Erik mientras sostenía mis hombros con delicadeza.

—Gracias, pero no puedo sentirme bienvenida en un lugar que me despojó de tanto —me encogí en los hombros.

— ¿Por qué volver?

—Era mi hogar —le tomé la mano de uno de mis hombros y comencé a caminar—. Aquí nací, aquí se conocieron mis padres, aquí viví hasta el arresto de mi padre y aquí conocí cuanto se puede odiar. Aprendí muchas cosas en Corea, aprecié muchas cosas de Corea, por eso mismo necesitaba volver, para decir adiós e irme con tranquilidad.

— ¿A dónde quieres ir primero? —preguntó dándome un abrazo.

—Pienso en darte un recorrido por la joven vida de Cressy Malware —le respondí sonriendo y sin demorar más tiempo emprendimos un camino no tan largo a la primera parada—. Aquí.

— ¿Aquí? Es solamente un costado del aeropuerto —se burló un poco.

—Aquí pasé mi primera noche en vela a los 8 años —le respondí—. La cosa en mi cabeza todavía no tenía nombre, pero comenzó a hacer estragos suficientes para hacerme viajar una madrugada de primavera al encuentro de un hombre que prometía tener una respuesta para esto —señalé mi cabeza de nuevo mordiendo mi labio inferior—. El llamado llegó a las 9 de la noche, luego de prepararme para dormir con la pijama puesta y los dientes limpios, pero era urgente tomar el siguiente vuelo hasta Holanda.

—Y te llevaron sin importar eso. 

—Sí. Me sacaron de la cama a mitad del cuento para dormir, tomar una valija y empacaron tan rápido que a pesar de vivir a media hora del aeropuerto llegamos en 20 minutos  —me reí un poco—, en ese momento no lo sabía, pero ese iba a ser el primero de mis viajes por el mundo en busca de algo capaz de currar mi cerebro. Algo capaz de marchitarse un poco cada día.

— ¿Qué ocurrió después? —preguntó con un ligero interés, esa era una de las cualidades de Erik, no era capaz de callarte si miraba tus ojos iluminarse con cierto brillo.

—Tome un vuelo a holanda, dos semanas después a Italia, visité al papa en el Vaticano —sonreí—, un mes después fui a Japón, luego a Tailandia, Brasil, Alaska, Canadá, un lugar tras otro sumando muchos sellos en mi pasaporte. No todo era tan malo como llegar a dormir en un hotel para después ir a una cómoda cama de hospital, había momentos muy especiales para mí, cuando podía ver a mis padres por la mañana, cuando escuchaba a mi madre cantarme por las noches y cuando venia a esta parte del aeropuerto en donde todos los clientes frecuentes pueden saltar un par de pasos, me gustaba jugar y ver a las sobrecargo desfilar con sus bonitos uniformes. Muchas cosas insignificantes eran maravillas para mí. 

Se acerco para besar mi cabeza. 

—Aquí arrestaron a tu padre, ¿cierto? 

Me quedé petrificada por un par de minutos mientras aquel susurro me remontaba a ese día, a las excusas, a mi salida del país que me vio nacer, crecer y me despojo de mi familia.

— ¿Cómo lo sabes? —respondí con un par de lágrimas asomándose poco a poco.

—Tu madre me lo dijo. 

—Ella intento cubrirme los ojos, hablarme mientras escuchaba a todos esos policías recitar sus derechos —finalmente una lágrima cayó por mi mejilla, justo como ese día.

— ¿Quieres hablar de eso? 

—Nunca volvería a Corea si no deseará hablar de eso —sin preverlo comencé a llorar poco a poco—. Había un nuevo programa para mí, un par de personas estaban esperando una respuesta para poder volar a Estados Unidos y ser atendidos, yo estaba en esa lista y solamente podía entrar en el programa cumpliendo ciertos requerimientos. El primero era ser un reciente con la estabilidad económica para sustentar el tratamiento —me tomé un respiro—, yo no lo sabía, ¿cómo podía si quiera sospecharlo si era una niña? Tenía 14 años, pero apenas conocía el exterior, no tenía idea de cómo era vivir en casa o asistir con regularidad a clases, solamente escuchaba la voz de mi madre y mi padre diciendo lo mismo "solamente debes preocuparte por mejorar" —esa era mi mejor excusa, no tenía idea de cómo teniendo 14 años era tan ingenua y tan obstinada, quería verlos aliviados, quería dejar de correr al aeropuerto por cada llamada, y fui capaz de ignorar todo solamente para intentar recuperarme.

El nudo en mi garganta  creció de manera considerable, no podía creer que por primera vez en toda mi vida tocaría ese tema, estaba a punto de relatar ante Erik uno de los secretos mejor guardados de mi vida. 

—La compañía de mi padre comenzó a decaer y para evitarlo siguió un método nada honorable. Todo inició cuando se relaciono con un hombre algo peligroso dentro de la mafia, prometió hacer su lavado de dinero is él podía darle el dinero suficiente para solventar los gastos de un vida en Estados Unidos y mi tratamiento. Lo hizo, coloco muchos millones de pesos a mi nombre en una cuenta del extranjero y pronto se ganó confianza de mi padre, pero no era su amigo... nunca fue su amigo —varios suspiros se escaparon al mismo tiempo, todas esas lágrimas contenidas por tanto tiempo, tanta culpa disfrazada de buen comportamiento sin pensarlo—. Necesitaba darle a la policía un chivo expiatorio y él era su candidato perfecto, un hombre casi en la quiebra por la enfermedad de su única hija.

Erik apoyó mi cabeza sobre su pecho buscando darme consuelo, me abrazo tan fuerte que por un segundo me sentí un pequeña muñeca de porcelana.

—Cuando llego el día de volar para ir por el tratamiento papá ya estaba registrado como un criminal buscado, su pasaporte fue retirado y en ese momento los refuerzos se hicieron presentes, estaba tan confundido como nosotros e intento no poner resistencia, pero cuando me vio perdió toda la cordura —un quejido se me escapo y mis piernas se doblaron como consecuencia—. Todo el mundo estaba mirando, filmando, juzgando sus gritos y mamá solamente quería parar el escándalo sin lograrlo —caí de rodillas junto a él sin preocuparme por el publico a nuestro alrededor, me deje ir, por mucho tiempo había guardado esa pequeña parte en mi interior esperando a verle desaparecer sin éxito alguno, no era capaz de olvidar ese día ya tampoco de agradecer el sacrificio hecho por mi padre. Él había trabajado toda su vida para poder darme una vida decente, se había preocupado mucho por estar a mi lado todas las noches y cuando enferme siempre estaba ahí en las madrugadas sosteniendo mi mano, él no era una mala persona, en realidad me amaba lo suficiente para sacrificar todo por mí.

Erik acaricio mi cabeza mientras yo veía todo de nuevo, las luces de las sirenas, mi padre gritando, pidiendo solamente un momento para hablar conmigo, deseando la oportunidad de decir adiós antes de volver a verme. 

Soñando Sobre Tu PielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora