Quiero Amarte

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Enero, 1989, Bogotá

Desde el día en el que Juan Pablo se había herido en el partido de fútbol, Simón se preocupó. No sabía por qué su ausencia en la escuela le pareció como si fuera una señal de algo malo que le había pasado, pero no podía quitar ese presentimiento horrible de su mente. Hoy, cuando se despertó, la sensación estaba aún más presente que en los días anteriores. Eso, el hecho de que los mejores amigos de Villa no sabían qué le había pasado, y que hoy Juan Pablo tampoco asistió a las clases convencieron a Simón que tenía que investigar. Además, en la mente de Simón existía un deseo constante de verlo. Quizá podría encontrarlo en su casa después del colegio.

"¡Silencio, por favor!" ordenó la profesora de la primera clase cuando entró a la habitación, tardándose quince minutos. Normalmente, ella era la profesora más simpática y menos severa, pero su grito había sonado bastante enfadado y, así le pareció a Simón, un poco triste. "¡Tengo un anuncio importante por hacer!" declaró y Simón se dio cuenta de que sus ojos estaban mojados y su maquillaje estaba corrido. El mal presentimiento en su estómago se extendió. "¡Por favor, escúchenme!" Simón la observó curioso de lo que iba a contar a la clase, pero también ansioso de su declaración. Algo dentro de él le advertía sobre las siguientes palabras de la profesora, diciéndole que mejor cubriera sus orejas para no oírlas.

"Tengo una noticia terrible, pero se las tengo que contar," señaló, quitándose una lágrima que resbalaba sobre su mejilla. Este gesto provocó una inquietud entre los alumnos, todos querían saber qué había causado su tristeza. Qué persona la había causado. "Lamentablemente su compañero de clase, Juan Pablo Villamil, no va a volver pronto. Tiene leucemia, lo cual lo obliga a quedarse en el hospital por un tiempo indeterminado."

Un murmullo pasaba por los alumnos. Algunos se miraban aterrorizados, otros se quedaban inmóviles, y pocos susurraban la pregunta que todos querían saber: "¿Se va a morir?"

Pero Simón no hizo ninguna de esas cosas.

Simón lloró.

Sin tener la oportunidad de comprender completamente las palabras de la profesora, su subconsciente reaccionó con un mar de lágrimas que se estableció en sus ojos. ¿Qué? No, no... ¡No! Las gotas saladas dejaron sus ojos en un río implacable. No podía darse cuenta del hecho que acabó de oír, pero muy adentro ya lo había aceptado. Y esa aceptación le dolió. Le mató.

"¿Simón?" interrogó la profesora cuando el chico llorando abandonó el aula, echando un sollozo que partía el corazón. Corrió hacia los baños y empujó la puerta de una cabina para sentarse en el suelo sucio y llorar. Rodeó sus piernas con ambos brazos, escondiendo su cara en sus rodillas. Nunca jamás quería volver a esta vida. Quería desaparecer. O despertar. Despertar de esa pesadilla horrorosa que era la realidad.

"No, no, no..." sollozó con el cuerpo temblando y la respiración demasiado rápida. Quería desmayarse para enmudecer ese dolor horripilante en su interior. Quería perder todos sus sentimientos y convertirse en un cadáver.

"¡Ah!" gritó al pensar sobre la muerte. "¡Villa!" lloró y se quitó los lentes cubiertos de lágrimas. "Villa..." Echó otro sollozo, sabiendo que nada iba a ser como antes. Quizá él nunca volvería.

"Villa, vuelve. ¡Por favor, vuelve!" Simón sintió que su cara estaba completamente mojada cuando pasó sus manos por su rostro hasta su cabello. "Villa, te amo. Te amo," susurró y siguió llorando. Repitió su declaración de amor una y otra vez como si pudiera curar a Juan Pablo sólo si le decía cuánto le amaba. Pero Villa ni siquiera respondía su amor, entonces ¿cómo podría salvarle a través de amarle? ¿Qué puedo hacer? Nada. Nada, aparte de amarle. Y lo dijo de nuevo.

"Te amo, Juan Pablo."

Antes De Los VeinteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora