Quiero Bombones

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Marzo, 1989, Los Ángeles

¿Por qué mi vida es así? se preguntó Simón. Eso no es justo, ¡No es justo!

"¡Simón, corre!" gritó Villamil, quien ya estaba corriendo como si su vida dependiera de ello, mientras Simón siguió quejándose mentalmente. Su repentina fuga de la señal de Hollywood había dado a Juan Pablo la excusa perfecta de no hablar más sobre sus palabras atrevidos unos segundos antes. Si me llama su héroe, me estuvo coqueteando ¿no? ¡No es justo que siempre pasen cosas que arruinen el momento!

"Stop! I said stop!" La voz penetrante del guardia de seguridad les persiguió ya desde diez minutos, y el hombre no parecía rendirse. Pero no solo le molestaba a Simón por su persistencia inagotable, el chico estaba furioso por dentro porque el americano había encontrado a los jóvenes justo cuando Villa parecía coquetearle. Y ahora estaban huyendo de aquel hombre porque habían invadido propiedad de la ciudad de Los Ángeles sin autorización.

"¿Dónde podemos escondernos?" jadeó Simón. Las colinas del monumento habían acabado ya hace un rato y se ubicaban en las famosas cuadras de Los Ángeles. Miró de un lado a otro, pero no encontró nada que la parte criminal de su cerebro considerara como escondite ilocalizable.

"¡Aquí!" exclamó Juan Pablo y corrió hacia un supermercado moderado en la esquina de la calle. La puerta automática de vidrio se abrió demasiado lento para él, causando que diera pequeños saltitos de impaciencia, sólo para abalanzarse dentro de ella en el segundo que se abrió. Simón le siguió y juntos acabaron en la tienda más estereotípica de Estados Unidos que se podía imaginar. Mientras sencillas baladas de música de country flotaban sobre los estantes, Villa y Simón respiraban agitadamente, tratando de adaptarse a su alrededor. El futbolista parecía muy interesado en una bolsa de carbón vegetal para el próximo asado en su jardín, preferiblemente en el cuatro de julio, mientras Simón contemplaba intensivamente la diminuta televisión que colgaba en un rincón y transmitía el video de "God Only Knows" de The Beach Boys en MTV. La cajera sólo les concedió una mirada perezosa, haciendo oscilar sus gigantescos pendientes de un verde neón, antes de volver a leer una revista. Porque temía que ella pudiera sospechar algo, Villa la echó un vistazo para asegurarse que estuvieran fuera de peligro. La mujer estaba inmersa en su revista y Juan Pablo cayó en cuenta que su jersey de cuello alto combinado con un vestido de un color igual de fluorescente estaba pasado de moda desde ya hace tiempo. El joven soltó un suspiro, pensando que ella probablemente encontró su siguiente prenda brillante en las páginas entre sus manos.

"Ha pasado la tienda," señaló Simón y sacó a Villamil de sus pensamientos. "Villa, el guardia ha pasado por delante de la tienda y no nos ha visto," explicó. Y yo estoy pensando en la moda. Soy imbécil. Por suerte Simón se ocupa de las cosas importantes. Sólo Dios sabe que yo sería sin él.

"Oh, vaya, eso estuvo cerca," respondió el menor y anduvo hacia su amigo. Volvió a arreglar la bolsa de deporte sobre su hombro para acompañarle en ver qué hacía presencia en la pantalla. "Algún día también me vas a ver a mí en la televisión," dijo, sonriendo.

"¿Porque es un punto de tu lista?"

"Exactamente. Y estamos en la ciudad perfecta para empezar mi carrera como actor." Villamil permaneció sonriente, como si ya hubiera olvidado el incidente con el guardia.

Simón ya había notado que su amigo había cambiado durante su viaje, pero no en una manera negativa. Por contrario, era aún más consciente del momento, de que no valía la pena preocuparse por lo que fue o lo que será. Aunque lo que iba a ser fuera tan insoportablemente triste.

"Mira, ahí ya está un anuncio," señaló y se acercó a una pared llena de noticias, anuncios clasificados, y otros papeles. Villa sacó uno de ellos de la pared para leerlo en voz alta.

"Audición forr 'Edwar Scíssorjands'..." empezó Juan Pablo en un acento español horrible. No parecía darse cuenta de eso, pero Simón sí que lo notó y sonrió estúpidamente al escuchar algo tan tierno.

"Villa, ¿entiendes qué estás leyendo?" interrogó, cogiendo el papel de sus manos. "¿Cómo siquiera supiste que era un anuncio para una película?"

"Pues mi inglés no es tan malo," contestó. "Pero entenderlo es más fácil que hablarlo," murmuró avergonzadamente y apoyó su cabeza en la pared. "Es suficiente para el colegio, pero esto es más complicado," protestó. Se rehusó a mirar a su amigo, se quedó con su frente apoyada en la pared y esperó a que este momento de vergüenza parara. Que malditamente tierno eres, dios.

"No pasa nada. Puedo traducírtelo."

"Claro que puedes traducirlo, porque tú sabes cada lengua del mundo, ¿verdad?" Todavía no se movió, permaneció agachado contra la pared.

"No, ¿qué dices? Sólo sé español, inglés y portugués," contestó y sonrió ante la escena que Villa le ofreció. "Bueno, también sé algo de italiano..."

"Sólo tradúcemelo y ya." Villamil sonaba bastante molesto, pero Simón sólo volvió a sonreír.

"Bueno, dice que hay un casting para papeles sin dialogo en una película que se llama 'Edward Scissorhands', que significa algo como Edward con las manos de tijeras," tradujo Simón, mientras leía lo que decía el papel. No se dio cuenta de que Villa abandonó su posición para poder observarle. "El casting tendrá lugar el próximo viernes a las diez de la mañana en esta dirección," finalizó y dobló el papel para meterlo en su bolsillo. "Así nadie más verá el anuncio," sonrió y esperó algún comentario de Villamil. Pero el menor requirió unos segundos para procesar lo que acababa de escuchar. Y no trató de comprender la información del casting, sino cómo Simón había dicho el nombre de la película. No sé qué, pero su pronunciación perfecta del inglés provocó algo en mí. Villamil tragó saliva.

"¿Te duele algo?" De repente Simón dejó de sonreír y se inclinó para estar a la altura de su amigo.

"No, no, todo bien," contestó y volvió a enderezar su espalda. "Sólo estuve pensando que moriría por una tableta de chocolate," mintió. Saltó hacia el estante más cercano y tomó una caja de bombones de chocolate que sobraba del Día de San Valentín, sólo para fruncir el ceño en el próximo instante al ver la ironía que poseía su selección de chocolate. Y luego se preguntó por qué creyó que tenía ironía si no había pensado remotamente sobre el amor. Sólo he pensado sobre el inglés casi nativo de Simón.

"Si quieres podemos comprarlo," ofreció el azabache. "Pero recuerda que no tenemos mucho dinero, sólo lo que ganamos por trabajar con Giovanna."

"Sí, claro," se forzó una sonrisa. Villa se sintió bastante confundido, tal como la noche antes del Carnaval en Río. ¿Qué está pasando conmigo?

"Espero que esté rebajado, ya que sobra del Día de San Valentín," mencionó Simón antes de ponerse en marcha hacia la cajera, que no disfrutaba de ningún sentido de estilo.

Y yo espero que esta sensación de confusión se vaya rápidamente, ya que no puedo dejar de pensar que estuve solamente contigo en el Día de San Valentín. Juan Pablo siguió a su amigo hacia la caja y observó como de verdad logró pagar con el dinero brasileño. Le admiró, como siempre cuando se encargaba de todo.

Pero por primera vez en su vida no sólo le miró con admiración.

Antes De Los VeinteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora