Quiero Hacerte Sonreír

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Enero, 1989, Bogotá

"Sí, soy yo." Simón sonrió nerviosamente. Hizo otro paso hacia la cama de Juan Pablo y jugó con la correa de su mochila.

"No quiero ofenderte, pero nunca me hubiera imaginado que me fueras a visitar," dijo Villamil honestamente y una sonrisa que había faltado desde hace mucho tiempo reapareció en su rostro. Compañía, por fin.

"Bueno, espero que no estés decepcionado o algo así..." bromó Simón inquieto. Mierda, ¿qué bien se podía ver aun teniendo leucemia? Juan Pablo estaba sentado en su cama, cubierto de una colcha blanca y almidonada que se veía increíblemente incómoda. Simón podía distinguir que llevaba una bata de enfermo que seguramente exponía más piel de la que él que quisiera si se quitaba la colcha. El chico con gafas tragó saliva.

"¡Para nada!" rió Villamil. Qué bien se siente reír otra vez. "Venga, siéntate y habla conmigo. Me falta compañía y alguien con quien poder hablar." Sonrió y otra vez Simón se dio cuenta de qué perfecta era su sonrisa. Sus dientes blancos radiaban una luz más fuerte que cada explosión de una estrella en el universo.

Simón se sentó en la silla vacía cerca de su compañero de clase y se esforzó por no hacer nada estúpido. "Bueno, mejor te cuento por qué vine aquí..." Se quitó su mochila e intentó no mirar a los ojos de un verde hermoso de Juan Pablo para no ponerse aún más nervioso. "Ehm... pues, en la clase la Señora Romero nos informó de tu enfermedad y quería que todos nosotros firmáramos una carta por ti, pero a mí me pareció demasiado impersonal. Entonces vine aquí y te traje unas cosas que espero que te gusten. Además, me preguntaba por qué te habías ido tan repentinamente del partido de fútbol... pues, ahora sé por qué..." Habló demasiado rápido como para no revelar su nerviosismo, pero parecía como si Villamil no se hubiera dado cuenta. Estúpido Simón, relájate. Qué bobo eres.

"Ay, muchas gracias, Simón. No sabía que eras tan amable," señaló Villa y se inclinó más hacia Simón.

"Okay, ehm... te traje estos comics para que no te aburras demasiado... ¿te gusta Superman?" Simón imbécil, ¡no suenes tan nervioso!

"¡Ay, sí! ¡Me encanta Superman!" se emocionó Juan Pablo. "¿Cómo lo sabías?"

"Pues..." No digas algo estúpido ahora. "Creo que sólo fue suerte que también te guste. Supongo que a muchas personas les gusta Superman." Simón concluyó su frase con una sonrisa.

"Muchas gracias, Simón, te agradezco muchísimo." Villa cogió los comics y los colocó en su mesilla de noche.

"Pero eso no es lo único," dijo Simón orgullosamente y reveló tres barritas de chocolate de su mochila.

"¡No jodas! ¡Gracias Simón!" Villa echó un grito de alegría y cautelosamente inspeccionó las barras. Simón no podía dejar de admirarle. Qué hermoso eres, por Dios.

Guardó el chocolate en la gaveta de la mesita de noche y habló. "Otra vez, muchísimas gracias, Simón. Ya sabes lo terrible que es la comida aquí. Eres genial."

Simón se sonrojó y apartó la vista. Una sonrisa genuina apareció en su cara, adornando sus labios rojos. Dijo que soy genial.

"Tienes una sonrisa muy linda, por cierto," señaló Villamil honestamente, abriendo el cajón de la mesita de noche, dirigiéndose al chocolate curiosamente.

A Simón se le paró la respiración. ¿¡Qué!? ¿¡Una sonrisa linda!? El chico de gafas se sintió como si alguien hubiera cubierto sus oídos con una tela gruesa que no dejaba que algún sonido lograra penetrarlo, haciendo que si sintiera sordo. Sólo percibió un calor extremo en sus cachetes y un solo pensamiento en su mente: ¡AAAHHHH!

Antes De Los VeinteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora