Quiero Robar Algo

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Marzo, 1989, Los Ángeles

Ya habían pasado más de una semana en la ciudad costera y estaban cortos de dinero. Porque el alquiler consumía la mayoría de ello, les quedaba poco suficiente para comprar dos hamburgers y quizá un milkshake, como lo llamaban los californianos. Pero nada de eso era importante, a causa del casting que Villa encontraba como imprescindible.

"Perdón, Simón, pero no podemos irnos antes del reparto," formuló mientras caminaban por la ciudad. "Es muy importante para mí. Y, si todo está a nuestro favor, voy a tener un papel en Eduardo Scíssorrr y me pagarán lo suficiente para que sigamos el viaje," filosofó y colocó su cono de helado enfrente de la cara de Simón. "Puedes probar el mío si yo puedo probar el tuyo."

Habían comprado los helados con una parte de sus últimos dólares, porque Villa lo quería, y ahora, antes de que Simón pudiera corregir la pronunciación del título de la película, Juan Pablo le daba la posibilidad de lamer su helado. De besarlo indirectamente, quiero decir.

"Ehm, sí claro. Toma." Le tendió el cono y extendió su mano para recibir él de su amigo, pero Villamil tuvo otros planes. No tomó el helado de Simón, ni le dio el suyo. Simplemente acercó su boca a la bola de sabor chocolate chip cookie y mordió un gran bocado. Eso estuvo tan cerca de mí cara. AAAAHHHH.

"Aquí tienes," dijo y esperó a que Simón también lamiera su helado de vainilla.

"Sí, gracias." ¿Cómo es posible mostrar tanta nerviosidad a través de solamente probar un helado?

"¿Y? ¿Te gusta?" preguntó Juan Pablo con ojos grandes. Quiero probarte a ti, Juan.

"Sí, me gusta," contestó Simón, pero pensó que el suyo sabía mejor.

"¿Quieres intercambiarlos? Es que a mí me gusta más el de cukí..." pidió Villamil con ojos de cachorro. "Si los hubiera probado antes hubiera elegido el mismo que tú, pero–"

"Claro, a mí me gusta más vainilla," mintió el azabache e intercambiaron los conos. Qué tonto era Simón si eso de comer el helado que no le gustaba hasta le hacía feliz.

"Lo siento, ya cometí el error de comprar vainilla cuando estuvimos en Disneyland," se disculpó Villamil y gratamente comió su nuevo helado. Ah, sí, Disneyland. Donde Juan Pablo se tomó una foto con cada uno de los personajes de Disney y yo tuve que comprar un nuevo carrete para la camera.

"También tiraste a la basura ese helado de sabor American Hamburger en el Long Beach," le recordó Simón con una sonrisa. "Hasta hoy no sé qué te motivó en aquel día."

"Sólo me lo recuerdas porque quieres alardear con tu inglés perfecto," se quejó Villamil. Casi había comido todo el cono. "Amerrrican Hamburrrgerrr, Long Bitch, es todo lo mism–"

La fuerte risa de Simón interrumpió las palabras de Juan Pablo. "¡Long Bitch! ¡Jajajaja!"

"¿Qué? ¿Está tan malo mi inglés?" rió Villamil y dejó de caminar. Se quedó parado en medio de los rayos del sol sobre la acera, sin ninguna idea en qué había fracasado.

"'Bitch' se traduce a 'puta', Villa. 'Beach' significa 'playa," explicó y tenía lágrimas en sus ojos por la risa. No era la primera vez que las tenía, en la compañía de Villamil se lo pasaba frecuentemente.

"Oh." El menor se calló. "No lo sabía."

"Tampoco sabías que no te gusta el helado de sabor unicornio o de hot dog que compraste en Downtown," siguió Simón, haciendo unos pasos para hacerle caminar a Juan Pablo también.

Antes De Los VeinteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora