No Quiero Enamorarme

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Febrero, 1989, Bogotá

Juan Pablo estaba satisfecho con la lista que había escrito. Lo que quiero hacer antes de los veinte, leyó y las palabras resonaban en la habitación vacía. ¿Cuándo llega Simón? Villamil se sentía solo, pero no diría que extrañaba a Simón, más bien le hacía falta alguna compañía. Pero Simón sería la mejor compañía, se confesó a sí mismo. Observó como las gotas de la infusión intravenosa seguían goteando dentro del aparato mientras esperó. El sonido del goteo regular de aquella le había acompañado desde el principio de su estancia acá.

Como si lo hubiera llamado con sus pensamientos, Juan Pablo escuchó pasos en el pasillo y en el próximo momento su amigo abrió la puerta.

"¿Cómo te sientes hoy, Villa?" preguntó, apenas entrando al cuarto.

"En caso que no lo sepas, no puedo sentir cómo el cáncer se extiende," se burló, pero al fin también dio una respuesta honesta. "Estoy un poco agotado y necesité tomar una pastilla contra el dolor en la noche, pero aparte de eso..." El chico guapo dio un suspiro. "Estoy bien."

Simón le miró preocupadamente, como siempre, pero hoy una sonrisa juguetona venció su mirada triste. Villa ya sabía que esas sonrisas de su amigo significaban que planeaba hacer acciones como la de ayer, por eso le devolvió una sonrisa aún más grande.

"¿Qué estás pensando, Simón?"

"Que vamos a patearle el culo a la leucemia."

"Las enfermeras ya me odian, así que..." Villa se levantó de la camilla, por fin llevando pantalones y una sudadera. "Vámonos."

Simón sólo rió su risa alentadora y negó con la cabeza.

"Tranquilo, Villamil," bromeó, metiendo su mano en la mochila en su regazo. "Primero quiero asegurarme de que no te mueras de hambre." Le tendió a Juan Pablo dos piezas de un pastel que su abuela había hecho y que él había envuelto en papel de aluminio para Juan Pablo.

"Oh..." Villa volvió a sentarse en el colchón con una suave detonación. Alzó su vista hacia el chico de lentes. Aquel notó una pequeña decepción en los ojos del futbolista por no poder ir a hacer algo como ayer de inmediato, pero su mirada se volvió a iluminar cuando vi el pastel delicioso. Simón sabía que iba a borrar cada rastro de alguna decepción en el transcurso de su visita. Nunca quiero decepcionarte, nunca lo haré.

"Muchas gracias, Simón," agradeció Juan Pablo sonriendo y desenvolvió el bizcocho en sus manos. Inmediatamente empezó a comer la pieza, sentado con las piernas cruzadas sobre la camilla.

"De nada. Es importante que comas, te has vuelto muy delgado," contestó, viendo los huesos de sus hombros aún debajo el jersey que llevaba.

"Ahora suenas como mi abuela, Simón," se burló Juan Pablo y rió, mostrando los trozos de chocolate que pegaban en sus dientes. Sin embargo, eres igual de hermoso, descubrió el chico de lentes. "Es que no me dejan hacer deporte, aunque me sienta capaz de hacerlo," murmuró molesto y volvió a morder su pastel.

"Qué tontos. Deberían haberte visto ayer en el pasillo, entonces te dejarían jugar fútbol, Villamil. Por supuesto que no importa que tengas leucemia." Ahora era el turno de Simón para burlarse de su amigo. Aquel sólo lanzó una de las piezas de la tarta de chocolate, que por suerte todavía estaba envuelta en papel de aluminio, hacia el chico inteligente.

"¡Simón!" se quejó. "De verdad me siento..." empezó a hablar, pero paró cuando ambos chicos notaron dónde el pastel había chocado con el cuerpo de Simón: exactamente en su entrepierna. Y allí se quedó, porque Simón sólo se ocupó con reírse silenciosamente y no se dispuso a moverla.

Antes De Los VeinteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora